Morí en la fiesta de celebración de mi esposo, Ricardo, el hombre que mi hija del futuro, Luna, me había asegurado que era mi salvación.
La misma noche de su ascenso, con su sonrisa retorciéndose en un gesto cruel, Ricardo me presentó a su "verdadero amor", Isabel, y a su hijo secreto de veinticinco años, revelando que todo lo construyó con mi fortuna.
El murmullo de la multitud se convirtió en un zumbido ensordecedor mientras supe la verdad: mi vida entera había sido una mentira, mi sacrificio por un futuro "feliz" fue para financiar su doble vida.