A sus 27 años, Dante era el epítome de la elegancia y el poder. Su traje negro de corte impecable abrazaba su figura atlética con perfección. Camisa blanca inmaculada, corbata oscura, gemelos de platino. No había ni un solo cabello fuera de lugar en su peinado pulcro. Su mandíbula fuerte y su expresión fría daban la impresión de que nada en este mundo podría desconcertarlo.
Pero en su escritorio, entre los papeles de contratos multimillonarios y archivos confidenciales, había una sola fotografía.
Una donde estaba él, junto a Hanna Sinclair.
Ambos sonreían. Hanna llevaba un elegante vestido de gala, su mano descansaba sobre su brazo. Una imagen perfecta.
Una imagen que, en cuestión de horas, se convertiría en nada.
Dante deslizó el informe en la tableta, sus ojos color acero recorrieron cada palabra del documento.
Héctor Sinclair. Fraude financiero. Acusaciones formales. Posible condena de hasta 20 años.
Llevó dos dedos a su sien, exhalando con impaciencia.
-Idiota... -murmuró.
No le sorprendía. Héctor Sinclair era un hombre imprudente, débil ante la presión de los negocios. Si no fuera porque era el padre de Hanna, ni siquiera se habría molestado en leer ese informe.
Un golpe en la puerta interrumpió sus pensamientos.
-Señor Von Adler -anunció la asistente-, el señor Weston ha llegado.
Dante no levantó la vista, no entendía cuál era la urgencia de que Weston lo viera.
-Que entre.
Las puertas se abrieron y Adrián Weston, el abogado de los Sinclair, avanzó con su acostumbrada expresión severa. En sus manos llevaba una carpeta de documentos.
-Dante -saludó con un leve asentimiento, sin tiempo para formalidades.
Dante entrelazó los dedos y apoyó los codos en el escritorio.
-Habla.
Weston dejó la carpeta sobre la mesa.
-Sabes por qué estoy aquí.
Dante esbozó una sonrisa sarcástica.
-Claro que lo sé. Héctor Sinclair está hundido hasta el cuello en problemas y necesitan un salvador.
Weston no intentó refutarlo.
-No te pediría esto si no fuera el último recurso.
Dante se recostó en su silla, con una mirada calculadora.
-Dime, Adrián... ¿dónde está Hanna?
Weston dudó.
-Está en Alemania. No puede regresar, de hecho, ni siquiera contesta las llamadas.
Dante rio sin humor.
-Conveniente.
Weston exhaló, directo al punto.
-Dante, lo que voy a proponerte es lo único que puede evitar que Héctor vaya a prisión.
El CEO no respondió de inmediato, solo tomó la fotografía sobre su escritorio y la giró boca abajo.
-Continúa.
Weston abrió la carpeta y deslizó un documento frente a él.
-Si aceptas ayudar a la familia Sinclair, hay solo una manera de hacerlo. Casándote con Bianca Sinclair.
El silencio se hizo espeso.
Dante levantó la vista con lentitud, sus ojos afilados brillaban con algo oscuro.
-Bianca. La hermana menor de Hanna.
-Correcto.
Dante apoyó la espalda en su silla y sonrió con frialdad.
-¿Qué te hace pensar que me interesa casarme con una niña mimada que no conozco?
Weston no se dejó intimidar.
-Porque, Dante, si Bianca se convierte en tu esposa, será tu familiar legal. Y con eso, podrás intervenir en el caso de Héctor. Tendrás la potestad de hacer que los cargos desaparezcan.
Dante tamborileó los dedos sobre la mesa.
-¿Y Hanna?
Weston tensó la mandíbula.
-Hanna no tiene opción. Y tú tampoco.
Dante dejó escapar una risa baja.
-Siempre hay opciones.
-En este caso, no. Tienes dos horas para decidir.
Dante cerró los ojos unos segundos, sopesando la situación. Luego tomó el contrato y lo revisó.
-Voy a establecer mis propias condiciones.
Weston sacó una pluma.
-Dímelas.
Dante tomó un papel en blanco y comenzó a escribir con pulcritud.
• El matrimonio será exclusivamente un contrato.
• No habrá relaciones maritales ni expectativas emocionales.
• Bianca no tendrá derecho a ninguno de mis bienes o empresas.
• Durante el tiempo que dure el matrimonio, Bianca deberá mantener un perfil discreto. No hará declaraciones a la prensa ni buscará exposición.
• Dormiremos en habitaciones separadas.
• Bajo ninguna circunstancia podrá interferir en mi vida personal o empresarial.
• El matrimonio durará exactamente un año. Después, nos divorciaremos sin posibilidad de apelación.
Dante deslizó el papel hacia Weston.
-Estas son mis condiciones.
Weston las revisó con el ceño fruncido.
-Esto es... estricto.
Dante sostuvo su mirada.
-Si los Sinclair quieren salvar a su patriarca, aceptarán. Si no, pueden buscar otro idiota que los saque del agujero.
Weston suspiró y cerró la carpeta.
-Voy a llevar esto a Eleanor y Bianca.
Dante asintió.
-Que firmen antes de las dos horas.
Weston se puso de pie y se dirigió a la puerta- Si aceptan, mañana a primera hora es la boda, enviaré por ti las coordenadas.
Antes de salir, se detuvo y lo miró con seriedad.
-Dante, ¿estás seguro de esto? Creo que es muy exagerado tus puntos de cláusula.
Dante Von Adler no sonrió esta vez. Solo tomó la fotografía de Hanna y la guardó en un cajón.
-Nunca he estado más seguro de algo en mi vida.
El eco del teléfono resonaba en la silenciosa habitación, cada tono de llamada se fundía con la angustia de Bianca Sinclair, quien mantenía el móvil pegado a su oído con manos temblorosas. La pantalla reflejaba la misma historia una y otra vez: Llamada rechazada o El número que intenta contactar no está disponible.
-Por favor, Hanna... contesta... -susurró con la voz quebrada, pero su hermana mayor, la perfecta e intocable Hanna Sinclair, no parecía dispuesta a responder.
Bianca miró el registro de llamadas: 157 intentos en la última hora. Apretó los labios con frustración, sus ojos se humedecieron y el pánico creció en su pecho.
-¡Mamá! -gritó, dirigiéndose al estudio de su madre, Eleanor Sinclair. Su voz resonó con desesperación-. Hanna no contesta. ¿Qué vamos a hacer?
Eleanor, una mujer de porte elegante a pesar de los años y las dificultades, se mantenía sentada en su escritorio con el rostro imperturbable. Frente a ella, un hombre de traje oscuro y expresión grave aguardaba. Era el abogado de la familia, Adrián Weston, y con cada minuto que pasaba, su paciencia parecía agotarse.
-Señora Sinclair -intervino con frialdad-, el tiempo se agota. El fiscal ya tiene todo listo para proceder con la detención de su esposo.
Bianca sintió que el suelo se hundía bajo sus pies. Su padre, Héctor Sinclair, estaba a punto de ser arrestado por fraude financiero.
-No puede ser... -susurró, incapaz de procesar la pesadilla que estaba viviendo.
-Ya se los expliqué -continuó Weston-. Hay una sola persona que tiene el poder y la influencia para frenar esta catástrofe: Dante Von Adler.
El simple nombre hizo que la habitación se sumiera en un tenso silencio.
Bianca contuvo la respiración. Dante Von Adler no era solo un nombre. Era un imperio en sí mismo. Con tan solo 27 años, se había convertido en el CEO más influyente de la industria tecnológica y financiera en Europa. Dueño de un conglomerado multimillonario, despiadado en los negocios, implacable con sus enemigos.
Era también el novio de Hanna Sinclair.
-¿Por qué Dante? -susurró Bianca, como si no quisiera escuchar la respuesta.
Adrián Weston acomodó su corbata y explicó con calma:
-Héctor Sinclair no solo está acusado de fraude, sino que los acreedores ya han tomado medidas drásticas. Solo alguien con el nivel de influencia de Dante podría frenar el proceso judicial con una llamada. Pero aquí está el problema...
-¿Cuál? -preguntó Eleanor con voz tensa.
-La única manera en la que Dante movería un solo dedo por esta familia sería si tuviera un lazo directo y legal con ustedes.
Bianca sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
-¿Qué... qué quiere decir con eso?
Weston la miró con seriedad.
-Que la única forma de convencer a Dante de intervenir es haciéndolo parte de la familia.
El corazón de Bianca latió con fuerza.
-¿Está insinuando que...?
Eleanor habló antes que su hija pudiera terminar la frase:
-¿Está diciendo que Hanna debe casarse con él?
Weston suspiró y negó con la cabeza.
-Eso sería lo ideal, pero no hay tiempo. Hanna está en su último año de especialidad médica y ahora mismo está en Alemania sin posibilidad de regresar en las próximas horas, ni siquiera logramos comunicarnos con ella. El fiscal procederá con la detención de Héctor en exactamente dos horas, es decir. Lo van a pasar de agrupación especializada a prisión.
La sangre de Bianca se heló.
-Entonces... ¿qué sugiere?
El abogado mantuvo la mirada fija en la joven antes de decir las palabras que cambiarían su vida para siempre.
-Que usted se case con Dante Von Adler.
Bianca sintió que le arrancaban el aire de los pulmones.
-¡Eso es imposible! ¡Él es el novio de Hanna!
Weston no se inmutó.
-Dante no tiene un compromiso oficial con ella. Solo una relación que no ha sido formalizada públicamente como un compromiso es decir públicamente no se ha hablado de matrimonio. Si usted se casa con él hoy mismo, será su esposa legalmente, y él tendrá un lazo directo con la familia Sinclair. Solo así podrá intervenir y detener la ruina de su padre.
Bianca se tambaleó.
-No... no puedo...
Pero su madre, Eleanor Sinclair, ya había tomado una decisión.
-¿Cómo lo convencemos? -preguntó, ignorando el pánico de su hija menor.
Bianca la miró horrorizada.
-¡Mamá!
Eleanor no la miró, solo mantuvo la atención en Weston.
-Dante ya sabe lo que está ocurriendo -dijo el abogado-. Está esperando su respuesta. Si Bianca acepta casarse con él, en media hora tendrá listo el contrato prenupcial.
Bianca negó con la cabeza, su cuerpo entero temblaba.
-Esto no puede estar pasando...
-Bianca, escúchame bien. -Eleanor la sujetó con fuerza de los hombros, obligándola a verla a los ojos-. Tu padre va a ir a prisión. No hay otra opción.
-¿Y Hanna? ¡Ella es su novia! ¡No puedo casarme con el hombre que ella ama!
Eleanor endureció la mirada.
-Tu hermana no está aquí. Y en este momento, lo único que importa es salvar a esta familia.
Bianca sintió un nudo en la garganta. No podía hacer esto. No podía casarse con un hombre que no amaba.
Pero entonces su madre susurró con voz helada:
-Si no lo haces, tu padre pasará los próximos veinte años en una celda... y créeme, Bianca, él no sobrevivirá ahí.
El miedo la golpeó como un puño en el estómago.
Dos horas.
Ese era el tiempo que tenían antes de que su padre fuera arrestado.
Y su única opción era casarse con Dante Von Adler.