Elias y yo llevábamos tres años casados. Sin embargo, lo pillé en nuestra cama matrimonial con mi mejor amiga, Violet Castro.
En lugar de lamentarse y explicarse o pedirme perdón al menos, su nivel de descaro y sionismo me dejo helada.
«Está embarazada. No puedo abandonarla. Quiero el divorcio para que mi hija tenga una familia completa». Dijo el gran cabron, sin una pizca de vergüenza.
Maldición, dolió, jodidamente dolió.
Mi corazón se encogió de dolor. Las lágrimas rodaron por mis mejillas, mi estómago se revolvió ante la traición.
Nunca esperé que las dos personas que consideraba importantes en mi vida me apuñalaran por la espalda de esta manera. Elias fue mi primer amor y Violet había sido mi mejor amiga desde la infancia, pero me traicionaron como si nada.
Decir que me rompieron el corazón sería quedarse corto. Estaba devastada. No podía creer que Elias y Violet me hubieran traicionado, que estuvieran jugando a mis espaldas.
Finalmente acepté mi situación y firmé los papeles del divorcio antes de presentarlos. Durante ese tiempo, Elías nunca regresó a casa. Si lo hacía, era solo para cambiarse de ropa y volver a casa de su amante.
No podía fingir que no dolía. Pero rogarle a un hijo de perra como ese jamas. Aunque hubiera aceptado el divorcio, no significaba que hubiera seguido adelante. Queria irme y no mirar atrás. Sin embargo, estaba esperando mi certificado de divorcio antes de poder irme.
Después de que llegó, fui feliz. Pronto, mi vida de soltera comenzaría. Estaba lista para despedirme del pasado y empezar de nuevo. Sabía que tomaría tiempo, ya que había amado tanto a Elias... pero prefería sufrir el dolor de seguir adelante que aferrarme a un cabron mentiroso, infiel.
No me imaginaba que Elias se pondría furioso cuando le avente a la cara el certificado de divorcio. Corrió a casa antes de que pudiera mudarme y me encerró, poniendo guardias afuera de mi puerta y restringiendo mis movimientos.
Me convertí en prisionera en un lugar que una vez llamé hogar.
Éste fue mi enésimo intento de escapar.
Usé las sábanas de la habitación y las até para hacer una cuerda larga. Tras atarla a la ventana, miré a mi alrededor, asegurándome de que no hubiera guardias abajo, y empecé a bajar.
Mi corazón seguía tronando en mi pecho mientras descendía.
Podría caerme y romperme las piernas. O peor aún, Elías me atraparía y me volvería a encerrar.
Sentí un gran alivio al tocar la hierba húmeda, y la esperanza se encendió en mi interior. Tenía que correr como si me fuera la vida en ello y poder saborear la libertad una vez más.
Sin embargo, en el momento en que solté la cuerda de la sábana y me di la vuelta, mi corazón saltó de mi pecho cuando vi la figura alta parada detrás de mí con una sonrisa en su rostro.
-¿Vas a algún lado, cariño?
¡No! ¡Otra vez no! ¡Me ha pillado otra vez! ¿Durmió alguna vez o tiene cámaras en la habitación que le avisan constantemente de mis movimientos?
De repente, apretó la mandíbula y sus ojos ardieron de ira. Se acercó más y me agarró el brazo con fuerza.
-¿Cuántas veces vas a intentar escapar? -gruño con un tono frío y amenazante.
Intenté zafarme de su agarre, pero no se movió. Lo miré con furia, con la ira y el odio ardiendo en mi interior.
-¡Suéltame! Elías -susurré, agitada por la intensa ira que me invadía-. ¡Ya estamos divorciados! ¡No puedes retenerme aquí contra mi voluntad! ¡Esto es ilegal!
Sus ojos brillaron de ira ante la mención del divorcio.
Podía sentir sus dedos clavándose en mi piel y mordí mi labio inferior para ocultar el dolor, no queriendo darle la satisfacción.
Se acercó, inclinándose a mi altura. Sentía su aliento avivarme la piel, pero solo me hacía vomitar
Me engañó con mi mejor amiga y la dejó embarazada.
Su tacto en mi cuerpo me hacía sentir como si mil hormigas subieran por mi piel.
-No me pongas a prueba la paciencia, Sofia -siseó Elías, rechinando los dientes-. Pórtate bien y quédate en casa, como te pedí. Nunca te permitiré escapar. Jamás.
En ese momento, me invadieron muchísimas emociones: irritación, ira, desesperación y frustración
Lo miré a los ojos, incapaz de contener la ira.
-¿¡Qué demonios quieres de mí!? ¿¡No te basto con traicionarme!? ¿No te lo llevaste todo? ¡Mi herencia! ¡Te lo llevaste todo! Firmé el acuerdo de divorcio como me pediste. ¡¿Por qué no me dejas ir?!
Elias no respondió a mis palabras. Simplemente se burló, observándome como si fuera un trofeo preciado que no podía soltar.
-Eres mía -dijo con una risita sombría, y el sonido me provocó un escalofrió escalofriante-. Un certificado de divorcio es solo un papel. Sigues siendo mía y nunca te dejaré ir, jamás.
Mi estómago se revolvió ante el tono posesivo que había en sus palabras.
Antes de que pudiera darme cuenta de lo que estaba pasando, Elías me arrastró hacia la entrada de la villa. Al entrar, me cargó al hombro como un saco de patatas mientras yo le golpeaba la espalda y forcejeaba para soltarme.
-¡Suéltame, maldito cabrón! ¡Hijo de puta! ¡Te odio, me das asco! ¡No puedes tenerme encerrada para siempre! ¡Se acabó lo nuestro! -grité a todo pulmón, como si eso hiciera que sus secuaces vinieran a salvarme.
Todos observaron semejantes a estatúas como me encerraba y me trataba como a su prisionera
-Mírame -ordenó Elías con frialdad. Patio la puerta de la habitación y me tiró sobre la cama. Se me encogió el corazón al quitarse el cinturón-. No permitiré que me dejes, Sofia. Ni ahora ni nunca.
Se me revolvió el estómago cuando él se subió a la cama y me agarró la pierna para llevarme a su lado.
Dios, no. No puedo dejar que me toque.
Miré a mi alrededor, buscando algo con lo que pudiera golpearle la cabeza. Por desgracia, Elías se había deshecho de todo lo peligroso de la habitación.
Estaba a punto de gritarle que era un maldito violador desagradable cuando sonó su teléfono y dejé escapar un suspiro de alivio.
Elias maldijo en voz baja y sacó el teléfono antes de contestar. El volumen estaba alto, así que pude oír lo que decía la otra persona.
-Eli, me duele el estómago. Creo que le pasa algo al bebé. ¿Puedes venir? -La voz dulce y nauseabunda de Violet resonó por el altavoz del teléfono y una punzada de dolor me atravesó el corazón.
La traición de Violet fue lo que más me dolió. Era como una hermana para mí.
Un destello de preocupación cruzó los ojos de Elías. Se levantó rápidamente de la cama.
-Llegaré pronto -respondió.
Tan pronto como cortó la llamada, se abrochó el cinturón y se alisó la camisa, sus ojos fríos cayeron sobre mí.
-No intentes huir otra vez o la próxima te cortare las piernas -fue todo lo que dijo antes de darse la vuelta y salir de la habitación.
Su amenaza solo avivó mi odio y una creciente ser de venganza comenzó a arder en cada poro de mi ser.