El Abogado del Diablo

Autor: Daniela P. D.
Descargar libro
El Abogado del Diablo

El Abogado del Diablo

Autor: Daniela P. D.
Género: LGBT+
Palabras: 72759
5.0
Cielle D' La Fontaine es considerado un genio. A tan solo dos años de haberse graduado, sobresale como uno de los abogados jóvenes más competentes dentro de todo New York. Sin embargo, cuando un peculiar caso vaya a parar a su cargo, deberá replantearse todos sus principios y adentrarse en el mundo más peligroso que jamás ha existido: el del crimen organizado. Idan Evigheden ya no es el mismo joven que Cielle recordaba, el pasado que alguna vez los unió se convirtió en el detonante de su maldad. Reinando en un imperio sucio, levantado sobre pilares de sangre; Idan ya no sabe lo que significa el perdón, en su lugar solo guarda rencor. Cuando sus destinos nuevamente colisionen, el pasado no solo traerá consigo los recuerdos de un viejo amor, sino que un peligro inminente que asecha desde las sombras. Secretos, traiciones, muertes y viejas pasiones. Un juego peligroso y dañino que te llevará a cuestionarte... ¿Cuál es el verdadero Diablo? ... «Si no te gusta el Infierno por qué le coqueteas al Diablo »

Capítulo 1 1

Dicen que para que el mundo sea mundo deben existir todo tipo de personas, la diversidad es la que hace la existencia exótica. Sin embargo, la mayoría de los seres humanos son tan impredecibles, que nunca llegan a conocerse ni a sí mismos. Siendo así que el camino hacia el hallazgo de la propia identidad, está pavimentado en temores e inseguridades.

Cielle se sentía en total control de su vida, de su personalidad y sus emociones. A tan solo dos años de haberse graduado, sobresalía como uno de los abogados jóvenes en ascenso dentro de todo New York. Aunque carecía de renombre, poco a poco su talento en los tribunales se hacía pasar de boca en boca, logrando ser tachado como un genio de habilidades innatas.

Mas, el control que mantenía sobre su vida, parecía haber desaparecido en cuestión de instantes. Aquello no fue para nada de su agrado, menos aún al hallarse en una situación que le resultó tan dolorosa como inesperada.

Un día antes le había sido informado en el bufete donde trabajaba, la existencia de un caso de apariencia imposible. Sin pensarlo dos veces decidió tomarlo, antes de siquiera leer el informe, su ego y sed de reconocimiento fueron los responsables de tal desliz.

Así que allí estaba justo frente a él, luciendo una sonrisa cínica y chantajista: Su ex, la persona a la que años atrás rompió el corazón. Observando una vez más el rostro que había tratado de olvidar y durante años guardó como solamente un recuerdo, el mejor y quizás también el peor, en mismas proporciones.

No sabía cómo sentirse, ni siquiera cómo expresarse. Después de tanto tiempo le costaba devolverle la vida a un recuerdo, porque si lo hacía traería consigo los demonios que sepultó junto a sus sentimientos, porque eso significaría padecer nuevamente por cosas que creía haber superado, pero sobre todo, porque se negaba a perder la estabilidad que tanto le costó construir.

–Cielle D' La Fontaine. –Aquel nombre destiló de entre los labios del contrario como veneno que quemaba al hablar, con tanto rencor que no pasó desapercibido para el nombrado.

–Idan –saludó fingiendo indiferencia y frialdad.

–Diría que el mundo es un pañuelo pero... No creo que estés aquí por simple coincidencia.

–¿Por qué otro motivo lo estaría?

–¿Acaso no leíste mi nombre en la solicitud por escrito? O quizás conoces a muchos Idan Evigheden.

–No revisé tal informe.

–Entonces debo cuestionarme contratar a un abogado así de incompetente.

–Es curioso que me llames incompetente cuando eres la persona que está a punto de ir a la cárcel, y ciertamente, no me parece ser eso algo muy inteligente.

–Que lástima –se encogió de hombros –, creí que venías a mí porque me extrañabas.

–No guardes falsas esperanzas después de tanto tiempo. Te pido que hagamos esto lo más profesionalmente posible.

–Pensé que renunciarías.

–Renunciar no es algo que aplique a mi día a día.

–Que curioso, yo recuerdo todo lo contrario.

–Tus recuerdos son de un yo pasado, uno que ya no existe y se quedó en el olvido, junto a ti.

–Es poco probable –ladeó el rostro –, no creo que puedas olvidarme fácilmente, sigo siendo el que tomó tu virginidad.

–Y yo sigo siendo el que tomó tu heterosexualidad –contestó con cierto deje de autosuficiencia –. Y justo ahora soy el que tomó tu caso, puedo salvarte o hundirte en la cárcel, después de todo espero que mal no recuerdes que tienes cinco denuncias.

–No creo poder olvidarlo. –Se levantó de su lugar tras el escrito, y caminó hasta el gran ventanal de cristal para mirar desde las alturas de un piso veinte, a los periodistas que lo acechaban en la entrada.

Desde que hacía un mes atrás, se confirmó la noticia de las cinco denuncias en contra de Idan Evigheden, director general de una de las empresas regentes del comercio en la ciudad, la prensa no dejaba de seguirlo en busca de un buen reportaje. Mantener un perfil bajo era cada vez más complicado para él, y eso obviamente traía repercusiones negativas para la empresa.

–¿Qué pasa contigo, Evigheden? –preguntó el abogado mirando al que aún permanece de espaldas –. Dejé de verte hace siete años y en esto te convertiste, un criminal.

–Te recuerdo que tú mismo acabas de sugerir llevarlo todo de una manera estrechamente profesional. Por lo tanto, abogado, no es su deber cuestionar mis decisiones personales, no es juez para juzgar y definitivamente no está en posición para reñirme.

–Créeme que no tengo la más mínima intención de entrometerme en tu vida más de lo necesario. La única razón por la que estoy tomando este caso a pesar de todo, es porque representa para mí el mayor reto al cual enfrentarme posiblemente en toda mi futura carrera en la abogacía.

–Sabes algo, he comenzado a encontrarle el lado bueno a esto –confesó con malicia para girarse y nuevamente hacer contacto visual con Cielle.

–¿Cuál?

–Para poder defenderme tendrás que empaparte con todo lo respecto a mis crímenes, con todo lo respecto a este mundo. Sumergirte en aguas tan turbulentas no tiene modo de escape.

–¿Te parece eso algo que deberías disfrutar?

–Por supuesto. Eres un cobarde Cielle, yo lo sé, por eso quiero descubrir qué tanto soportarás antes de huir como siempre haces.

–No negaré que me sorprende lo mucho que has cambiado, Idan, pero no me subestimes. Antes de algún día infravalorarme recuerda que un sabio dijo una vez: La ventaja de ser inteligente es que así resulta más fácil pasar por tonto.

Sus miradas conectaban de una manera poco amistosa. Se trataba de una pelea silenciosa donde el rencor de Idan se había vuelto el arma desencadenante de tal contienda.

Aunque Cielle nunca esperó tener un reencuentro con su amor de la juventud, en el fondo siempre supo que si algo así sucedía no sería en buenos términos y, definitivamente no sería recibido con un abrazo y gratos recuerdos. Conocía el error que cometió y por ello esperaba estando consciente ser el objeto del rencor de Idan.

Pero... ¿Por qué más que rencor sus ojos destilaban tanto odio? Quería preguntarle pero no recibiría una respuesta, por lo menos no pronto.

Por la mente de Idan pasaban muchas cosas en aquel momento. Durante tanto tiempo albergó aquel resentimiento, que tener en frente al dueño de su dolor le pareció un juego sucio del destino. A pesar de eso no pudo evitar contemplarlo y que una parte de él se sintiera orgullosa de la persona en la que se había convertido. Su mente nunca albergó duda alguna de que Cielle tendría un buen futuro, pese a todos los años que pasó sin verlo.

La vida a veces parecía ser injusta y poco equitativa con las personas, un ejemplo de ello era el joven D' La Fontaine. Desde niño sobresalió en cada aspecto, con un intelecto digno de envidia y una belleza desbordante que, con el paso de los años no hacía más que aumentar. Nunca padeció del dolor de la pérdida, y quizás por eso creció como una persona fría y autosuficiente.

–Tus ojos no han cambiado nada –rompió el silencio Idan para comenzar a caminar más cerca, lo suficiente como para que su mano alcanzara el rostro del contrario –. Aunque me atrevo a decir que todo lo demás sí –deslizó su pulgar por la mejilla de Cielle, que se encontraba petrificado por tal repentino e inesperado comportamiento –. Este rostro se ha tornado muy hermoso, incluso más que antes, es una lástima que ahora sienta repulsión por ti porque no cabe duda de que aún eres extremadamente apetecible.

–¿Qué te has creído? –En un acto de rabia, el abogado golpeó la mano que sostenía su rostro y lo empujó para alejarlo unos pasos –. Me debes respeto, infeliz. ¿Conoces acaso el significado de la palabra profesional?

–No realmente, ¿te importaría enseñarme? –preguntó con un tono bañado en sorna.

–Eres un... –dejó allí la frase para tomar una larga inspiración de aire, buscando un consuelo a su enojo.

Al decidir que no quería estar ni un segundo más dentro de aquella oficina, Cielle tomó su portafolio de la silla frente al escritorio. Sin decir una palabra más salió dando un fuerte portazo que hizo estremecerse cada objeto en las cercanías de la puerta.

Observándolo marcharse, la amplia y burlona sonrisa en los labios del criminal desapareció, dando paso a una seriedad casi amenazante.

De la puerta en la pared izquierda de la oficina, salió un hombre alto y pálido, uniformado en un traje negro con corbata.

–¿Qué haremos con él, jefe? –preguntó observando al joven empresario, que segundos atrás había tomado asiento en su escritorio.

–Nada por el momento –respondió, para posteriormente tomar de la gaveta de su escritorio, una navaja corta de plata con una inscripción en la hoja –. Necesito a D' La Fontaine, a pesar de todo es una persona tenaz, si alguien puede ganar este caso es él.

–¿Y después?

–Después seguiremos con lo planeado. Cuando haya finalizado el caso sabrá demasiado sobre mí, sobre la organización, así que lo mandaremos seis pies bajo tierra.

–¿Puedo hacerle una última pregunta, jefe?

–Adelante.

–¿Por qué acepta que su abogado sea justamente él?

–Dicen que todo monstruo es creado por otro monstruo. Sin saberlo Cielle se volvió el forjador de lo que soy ahora, por ello quiero retribuirle de la misma manera, mostrarle un poco de lo que creó hace siete años atrás –deslizó el dedo por la hoja de la navaja, haciéndose una pequeña cortada en el dedo índice –. O quizás es solo que soy demasiado rencoroso, quién sabe.

Seguir leyendo
Descargar libro

Tal vez le gustaría leer

MALDITO.

LGBT+ Bel.

En tan solo una noche la vida de Leo dió un cambio de 180°, por su curiosidad llevó a todos a una desgracia. Desde aquella trágica noche su vida se volvió en un infierno, llena de dolor,tristeza y tragedia. No obstante, quien le volverá a dar color a su vida será su alfa, quien resultará siendo su pareja destinada.

Leer ahora

La sumisa II: Una segunda vida a sus pies

LGBT+ Carolina Chibiusa

Nayara (cuyo nombre de pila es Carolina) y Andrea tuvieron una larga relación de Dominación/sumisión dónde pasaron por altos y bajos, incluso en un tiempo que estuvieron separadas y Carolina tuvo una relación con otro Dominante, pero el tiempo y el destino volvió a juntarlas, nayara se terminó convirtiendo en la esclava consensuada de su Ama Andrea. Tanto Nayara como Andrea eran mujeres muy exitosas, nayara tenía una cadena de restaurantes internacionales llamada "buena chica", Andrea Tenía una empresa llamada "internacional bussines" que facturaba varios millones de dólares mensuales. Nayara era ante los ojos de todos una gran empresaria, una mujer poderosa y exitosa pero en casa era la puta esclava de su Ama y le encantaba serlo pues la amaba con todo su corazón y sabía que ella también le correspondía a su manera. Pero cuando la vida de ambas no podía ir mejor, justo cuando eran muy felices un trágico accidente de auto las separó, Andrea muere instantáneamente en ese accidente y nayara muere de pena unas semanas después sobre la lápida de la tumba de su Ama, de este modo al fin se pudo volver a encontrar con ella. Todos pensarían que este podría ser el fin de nuestra historia, pero no, Andrea y nayara viven la vida eterna en su propio paraíso personal, donde sólo están ellas dos, juntas por siempre y para siempre hasta que algo muy inesperado sucedió.

Leer ahora

Su esposa, su juego, su escape

LGBT+ Gavin

Mi esposa desde hace cuatro años, la CEO de tecnología Eva Valdés, metió a su nuevo juguetito a vivir en nuestro penthouse. Nuestro matrimonio era un contrato: mi sumisión emocional absoluta a cambio de su amor, regido por una estricta regla de "cero contacto" que ella imponía como una religión. Después de que su crueldad me llevara a intentar suicidarme, hizo que sus guardias me sacaran a rastras de la cama del hospital. ¿Mi crimen? Tenía que disculparme con su amante por "asustarlo" con mi intento de suicidio. En la habitación de él, le dio de comer en la boca el caldo de pollo especial que su chef siempre me preparaba cuando yo estaba enfermo. Cuando me negué a disculparme, me obligó a beber un vaso de tequila tras otro, sabiendo que tenía una úlcera por estrés que podría matarme. Mientras yo yacía en el suelo, vomitando de agonía, su amante se agarró el estómago y anunció que creía estar embarazado. Miré a mi esposa, esperando que se riera de lo absurdo. En lugar de eso, una mirada calculadora cruzó su rostro. Realmente estaba considerando esa farsa. En ese momento, murió la última pizca de esperanza de que alguna vez me hubiera amado. Mientras me desmayaba por el dolor y el alcohol, se llevaron mi camilla. Eva se inclinó y susurró: "Ya que tantas ganas tienes de dejarme, voy a hacer que te esterilicen. Nunca tendrás una familia con nadie más". Cuando desperté, prendí fuego a su mundo y me fui para casarme con su mayor rival.

Leer ahora

Siete Años de Una Farsa

LGBT+ Gavin

Era el séptimo aniversario de bodas y la tensión en el comedor de los Fuentes era palpable, Sofía, como siempre, sostenía una sonrisa forzada, mientras su esposo, Ricardo, un genio arqueólogo, permanecía ajeno, rígido y distante. Todo se vino abajo cuando, intentando mostrar fotos familiares, la pantalla grande del comedor proyectó, por error, la transmisión en vivo de la cámara de seguridad del estudio de Ricardo. Lo que vimos nos heló la sangre: gemidos ambiguos de dolor y placer, Ricardo aferrado a su escritorio, y una mujer, Elena Vargas, su supuesta "terapeuta", asistiéndole con una pericia explícita en su cuerpo. La humillación me quemaba la cara; él, que se estremecía con mi roce, ¿pagaba a otra para excitarse así? Sin decir una palabra, cancelé mi beca en Florencia, mi sueño de toda la vida, y con la voz extrañamente calmada, marqué el número de un abogado: "Buenas noches, hablo para solicitar una cita para iniciar un trámite de divorcio".

Leer ahora

Otra Familia De Mi Marido

LGBT+ Gavin

Mi carrera como diseñadora de moda iba en ascenso, y la consulta con una clienta importante prometía ser una más de mis rutinas glamorosas. Mientras esperaba en su lujosa residencia, un vaso de agua en mano, mi clienta me pidió un momento para atender a su hijo. Fue entonces, a través de un ventanal, que vi una escena que me paralizó y me quitó el aire. Mi esposo, Mateo, el chef exitoso y dueño de restaurantes, ese con quien compartí ocho años de mi vida, estaba jugando como padre con un niño de unos cinco años. La clienta salió, tendió ropa, y entre ella, la camisa de lino azul que le regalé a Mateo en nuestro aniversario. "Mateo, cariño, ten cuidado con Leo" , le dijo ella, y esa palabra, "cariño" , me perforó el alma. El niño me señaló, preguntó quién era, y la respuesta de ella fue "la diseñadora que te conté" . En ese instante, me di cuenta de que para Mateo, en su vida secreta, yo no era su esposa, sino una completa extraña. Mi matrimonio... ¿era todo una farsa monumental? Las noches de "problemas en el restaurante" , los viajes de "negocios" , sus promesas de un futuro juntos. El dolor era tan agudo que apenas podía sostenerme, pero no iba a desmoronarme frente a la otra familia de mi esposo. Salí de esa casa, de esa escena robada, y manejé sin rumbo, las lágrimas nublándome la vista. En nuestro "hogar" , encontré una caja con fotos de Mateo y Ana, ella embarazada, él sosteniendo al pequeño Leo con un amor que nunca me había dado. Un certificado de nacimiento confirmaba: Leo García, hijo de Ana García y Mateo Rivas, nacido hace cinco años. No era un desliz, era una vida entera construida sobre mis espaldas. La rabia y el dolor me hicieron gritar hasta que no pude más. "Hoy estuve en la casa de Ana" , le dije a Mateo cuando llegó, "vi a tu hijo" . Su falso arrepentimiento y sus mentiras absurdas, como decir que Leo no era suyo, hicieron que mi corazón se endureciera. Viéndolo de rodillas, suplicando perdón con lágrimas falsas, supe que el hombre al que amaba nunca había existido. Entonces, en medio de su patético intento de manipulación, me propuso el colmo de la locura: "Podemos traer a Leo a vivir con nosotros, Sofía. Tú siempre quisiste ser madre" . ¿Qué? ¿Criar al hijo de su amante como si fuera mío? ¿Sería tan cínico? Cuando me gritó que todo era mi culpa, que yo no era "suficiente" por mi carrera, me di cuenta de que mi amor por él había muerto. "Quiero el divorcio, Mateo. No quiero volver a verte en mi vida" . Esa noche, salí de casa, con el corazón roto, pero con una nueva determinación. Llegué a casa de mi hermana Laura, y entre sollozos, le conté el infierno. Su apoyo incondicional me dio la fuerza para levantarme. "Ese desgraciado me las va a pagar", dijo Laura con rabia. Mateo no se dio por vencido, intentó registrar a Leo como nuestro hijo para proteger "su legado" . Laura le dio una bofetada y lo echó. "¡Lárgate de mi casa!" . Pero la guerra apenas comenzaba, y yo le prometí una cosa: "Y yo soy Sofía, la mujer que te va a quitar hasta el último centavo que te ayudé a ganar" . Cuando Mateo y Ana aparecieron de nuevo, ella teatralmente arrodillada, usando a Leo como escudo, mi hermana los despachó sin piedad. Pero un detalle me heló la sangre: el gesto de Ana, tocándose el vientre, el mismo gesto de una mujer embarazada. No podía ser. Cuando los vi al día siguiente, la verdad, "embarazo en camino" , fue una bomba. No solo un hijo, sino otro en camino. Y entonces, Mateo soltó la verdad más cruel: "¿O quieres que le cuente a Sofía dónde estuvo tu maridito Ricardo anoche? ¿Quieres que le cuente sobre la 'amiga en apuros' a la que él también está 'ayudando' ?" Mi hermana, mi pilar, había sido traicionada por su propio esposo de la misma manera vergonzosa. En ese momento, supimos que estábamos juntas en esto, listas para luchar. No éramos víctimas, sino guerreras.

Leer ahora

La sed de Dominar El Destino

LGBT+ Gavin

Me casé con un hombre anciano y poderoso para salvar a mi familia, cambiando mis sueños de baile por una jaula de oro llena de un lujo que no me llenaba. Mi cuerpo ardía de pasión contenida, la misma que me había hecho una bailaora, ahora asfixiada por la rutina y la cama fría de mi marido. Una tarde, el jerez de más y una puerta equivocada me revelaron un secreto oscuro de la mansión: objetos exóticos y el aroma a incienso desvelaron un anhelo prohibido que pulsaba en mi interior. Luego, una amiga de mi marido me introdujo en su peculiar "terapia ecuestre", un club secreto donde mujeres como yo buscaban lo que les negaban en su casa, y donde encontré una conexión ardiente con un "torero" llamado Mateo. Pero mi mundo se rompió en pedazos cuando descubrí que mi marido, el hombre que me había "salvado", no solo sabía de mis encuentros secretos, sino que los había orquestado y grabado, vendiendo mi pasión y mi humillación como un espectáculo privado al mejor postor. No era una liberación; era una actuación cruel, una pornografía para deleite de una élite enferma. La rabia me consumió, y con ella, la sed de una venganza que me convertiría en la dueña de mi destino, cueste lo que cueste.

Leer ahora