Diez años. Diez años exactos desde que su hermano y su madrastra, con sonrisas perfectamente ensayadas y papeles legales bien redactados, la declararon "no apta" para la herencia. La humillación no fue el destierro; fue el susurro de la servidumbre, la burla de los directivos, la sensación de ser una niña caprichosa echada de la mesa de los adultos. Habían creído que, sin el apellido Vance respaldándola, se desvanecería.
Se equivocaron.
La puerta de su oficina se abrió silenciosamente y su asistente, Clara, anunció:
-El señor Hayes ha llegado, Elara. Está en la sala de conferencias Delta.
Elara ajustó el puño de su blazer azul marino, un uniforme de poder inconfundible. Su cabello oscuro caía liso, enmarcando unos ojos claros que ya no conocían la duda.
-Perfecto. Solo cinco minutos para las formalidades. Cierra la sala de conferencias, Clara. Nadie debe interrumpir.
Liam Hayes. El hombre que, irónicamente, se había convertido en el pilar de su hermano. CEO de Zenith Capital, el fondo de inversión más agresivo de la costa este, y el mejor estratega que la corporación Vance había comprado. Era un obstáculo necesario. Un peón que ella estaba a punto de convertir en su torre.
Cruzó el pasillo, sus tacones resonando con una precisión militar. Al entrar en la sala Delta, la imagen de Liam la impactó con la fuerza de un hecho consumado. No era solo guapo; era la representación física de la eficiencia implacable. Alto, con un traje gris oscuro cortado a la perfección, una mandíbula afilada y unos ojos profundos que parecían calcular el valor neto de todo lo que miraban. Estaba de pie, observando el panorama de la ciudad, un vaso de agua mineral en la mano.
Liam se giró al oírla. Su expresión no era de sorpresa, sino de cautela profesional.
-Señorita Vance -saludó, su voz profunda y controlada. Elara notó que no usó su nombre de pila. Bien.
-Señor Hayes. Gracias por aceptar mi invitación con tan poca antelación.
-Mi tiempo es escaso, pero usted ha demostrado que no es alguien a quien se pueda ignorar. NovaGen es... formidable.
Elara se sentó en el extremo de la mesa de caoba pulida, obligándolo a sentarse frente a ella, marcando la distancia.
-Vayamos al grano, Señor Hayes. Sé por qué está aquí.
Liam se reclinó, cruzando un tobillo sobre la rodilla. Su postura era relajada, pero Elara detectó la tensión en la línea de su cuello.
-¿Y por qué cree que estoy aquí, Señorita Vance?
-Usted está intentando comprar las acciones en la sombra de Vance Pharma, las que no son de mi hermano. Zenith Capital las está acumulando lentamente, y su plan es obtener una participación minoritaria significativa para asegurar su influencia en la junta. Mi hermano tiene la mayoría, pero usted quiere control indirecto.
Liam no mostró emoción, pero sus labios se curvaron ligeramente en algo que no era una sonrisa.
-Usted es muy perceptiva.
-Usted es demasiado ambicioso para ser solo el gestor de mi hermano. Usted quiere el control. Y para obtenerlo, necesita un catalizador. Necesita que Vance Pharma caiga de valor para comprar más barato.
Elara deslizó un dossier delgado sobre la mesa. No lo empujó, simplemente lo soltó.
-Mi catalizador es una adquisición hostil. Voy a devorar Vance Pharma. Y le propongo una alianza.
El ambiente se condensó. Liam tomó el dossier, su mirada fija en el logo de NovaGen.
-Una alianza con un conflicto de intereses bastante obvio, Señorita Vance. Yo trabajo para Vance Pharma, indirectamente. Soy el estratega de su hermano.
-Usted es el estratega de Zenith Capital. Y me consta que el trato que su fondo tiene con mi hermano no es exclusivo. Además, no se haga el ingenuo, Liam. Su historial es claro. Usted nunca ha sido leal a un hombre, solo a la rentabilidad.
Elara usó su nombre por primera vez, una punzada intencional que cruzó la barrera profesional.
-Yo tengo la tecnología disruptiva. Tengo la financiación. Y tengo el motivo -continuó Elara, su voz volviéndose glacial-. Usted me da el acceso a la debilidad interna de su junta directiva y a los secretos financieros que eluden la auditoría pública, y yo le doy acciones preferentes en el nuevo conglomerado NovaGen-Vance, además de un puesto con control ejecutivo real.
Liam abrió el dossier y leyó el resumen de la propuesta de adquisición. Su ceño se frunció por primera vez.
-Es un movimiento suicida. Y si esto sale mal, mi reputación queda destruida.
-¿Miedo, Señor Hayes?
-Cautela, Señorita Vance. Y yo no hago tratos puramente profesionales que involucren un riesgo tan alto a menos que haya una garantía.
Elara sonrió. Era una sonrisa afilada, sin calidez.
-Y ahí entra la parte que no es profesional.
Ella se levantó, caminando lentamente hacia su silla. Se inclinó sobre la mesa, poniendo sus manos planas en la caoba.
-Le propongo un contrato diferente, Liam. Para que mi hermano no sospeche de nuestra creciente colaboración, para que tengamos excusas para reuniones privadas constantes, y para que nuestros enemigos crean que usted está siendo distraído por algo más... trivial.
Sus ojos se encontraron, y la tensión entre ellos se hizo casi palpable, una electricidad oscura que nada tenía que ver con las finanzas.
-Vamos a fingir una relación, Liam. Un romance. Alto riesgo, muy público. Lo llamaremos El Contrato de Cristal. Seremos un desvío perfecto. Yo gano acceso; usted gana cobertura. Y si usted cumple, cuando caiga mi hermano, ambos habremos ganado todo.
Liam la miró fijamente. Estudiándola. Pesando el riesgo.
-¿Y qué gana usted en ese aspecto, Elara?
-Venganza total -susurró ella, su mirada fría como el metal-. Y el placer de ver la confusión en el rostro de mi hermano cuando crea que su hombre más leal ha caído por un simple capricho de la heredera desterrada.
Liam cerró el dossier con un golpe seco. La cautela se había ido, reemplazada por un brillo de desafío en sus ojos oscuros.
-Tengo una condición.
-Soy toda oídos.
-Si vamos a fingir un romance, debemos hacerlo creíble. Nadie debe dudar de nosotros. Y para que yo confíe en la seriedad de su juego, el contrato debe ser a mi manera. Sin límites estrictos entre lo que es público y lo que es privado.
Elara no parpadeó. Entendió la implicación: si iban a fingir ser amantes, la actuación podría volverse real en cualquier momento.
-Acepto su condición.
El Contrato de Cristal había comenzado.