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La Venganza de la Bailaora

La Venganza de la Bailaora

img Cuentos
img 9 Capítulo
img Gavin
5.0
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Acerca de

El olor a madera quemada y desesperación llenaba el aire, pegándose a mi piel como miedo. Mi prima Yolanda gritaba desde el tablao en llamas, y Máximo Castillo, el torero que me despreciaba, intentaba liberarse de mi agarre. En otra vida, lo retuve, mi muñeca se rompió, mi carrera de castañuelas terminó, y Yolanda murió. Él me culpó, me obligó a casarme y, en la Feria de Abril, me ahogó en vino tinto mientras sus ojos fríos me veían expirar. Ese recuerdo de la asfixia, del peso de su odio, me devolvió al presente. Todo era idéntico: el humo, el calor, sus mismas desesperadas palabras. ¿Había vuelto para vivir la misma pesadilla, para morir de nuevo a manos de quien creí amar? Esta vez no, esta vez sería diferente; mi venganza no sería ruidosa, sino un fuego lento que los devoraría a todos. Con una calma que me sorprendió, abrí mi mano y lo solté. «Ve», susurré, «Sálvala». Máximo se lanzó a las llamas, ciego por el amor de una mujer que no lo merecía, sin saber que acababa de entrar en mi más cruel obra maestra.

Introducción

El olor a madera quemada y desesperación llenaba el aire, pegándose a mi piel como miedo.

Mi prima Yolanda gritaba desde el tablao en llamas, y Máximo Castillo, el torero que me despreciaba, intentaba liberarse de mi agarre.

En otra vida, lo retuve, mi muñeca se rompió, mi carrera de castañuelas terminó, y Yolanda murió.

Él me culpó, me obligó a casarme y, en la Feria de Abril, me ahogó en vino tinto mientras sus ojos fríos me veían expirar.

Ese recuerdo de la asfixia, del peso de su odio, me devolvió al presente.

Todo era idéntico: el humo, el calor, sus mismas desesperadas palabras.

¿Había vuelto para vivir la misma pesadilla, para morir de nuevo a manos de quien creí amar?

Esta vez no, esta vez sería diferente; mi venganza no sería ruidosa, sino un fuego lento que los devoraría a todos.

Con una calma que me sorprendió, abrí mi mano y lo solté.

«Ve», susurré, «Sálvala».

Máximo se lanzó a las llamas, ciego por el amor de una mujer que no lo merecía, sin saber que acababa de entrar en mi más cruel obra maestra.

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