"Usted está embarazada, señora. ¡Felicidades!".
En ese momento, Cheryl Naylor salió del hospital desconcertada, con los comentarios del médico aún resonando en su cabeza.
Cuando la mujer miró una vez más el informe de la prueba de embarazo que sostenía en la mano, en su rostro se formó una repentina sonrisa.
Era su tercer año de matrimonio con Jarred Fuller.
En realidad, ellos dos no se habían casado por amor, lo hicieron para cumplir el último deseo de la abuela del hombre.
No obstante, Jarred había sido un marido maravilloso, cumpliendo perfectamente con su papel. Él se había asegurado de que la joven llevara una buena vida y había cuidado bien de ella. Cada año, en su aniversario, él le pedía a su asistente que le enviara un regalo a Cheryl.
Realmente, la había tratado con el respeto y la dignidad que una esposa merecía.
A todos los demás les parecía que ellos eran la pareja más dulce y cariñosa.
Sin embargo, aquello estaba muy lejos de la realidad.
Cheryl se había guardado para sí misma que su esposo no le había dicho ni un solo "te amo" en los tres años que habían pasado juntos.
No obstante, fue ella quien siempre había anhelado el matrimonio, así que estaba contenta con el simple hecho de tener su compañía y su presencia en su vida. Simplemente esperaba que su felicidad aumentara a partir de ese momento, ya que estaban esperando a su primer bebé.
La joven guardó con cautela el informe de la prueba de embarazo y marcó el número de su esposo con ansiedad.
"Cheryl".
La voz profunda y agradable de Jarred se podía escuchar con claridad a través del teléfono. De hecho, su voz la calmaba.
Cheryl, por otro lado, no pudo evitar que su entusiasmo se manifestara. "¡Jarred, tengo noticias para ti!".
"Bueno, yo también tengo algo que decirte. Hablemos esta noche".
"Está bien...".
Antes de que la mujer pudiera terminar su oración, la llamada terminó de manera abrupta.
Inicialmente, ella se sentía confundida, pero esa sensación enseguida fue sustituida por la alegría de ver a su marido en pocas horas.
La noche llegó con rapidez, el sol empezó a hundirse en el horizonte.
Las luces iluminaron la Villa del Río.
Cheryl había preparado un festín con los platillos favoritos de su esposo, al tiempo que esperaba su regreso.
En poco tiempo, se escuchó afuera un vehículo, el cual que se detuvo en el camino de entrada.
El pulso de la mujer se aceleró.
El deseo de darle la bienvenida al hombre la hizo levantarse.
En ese instante, la puerta se abrió y entró un tipo alto.
Jarred tenía fama de vestir con mucha elegancia. Él llevaba puesto un traje gris a medida, una camisa blanca impecable y una corbata de rayas.
Además, el hombre tenía rasgos cincelados y una nariz prominente que lo caracterizaba. Sus lentes de montura dorada le daba un aire distante y arrogante.
"Finalmente estás en casa. Vamos a cenar primero, ¿te parece?".
Sugirió Cheryl con una sonrisa dibujada en su rostro.
Instintivamente, ella le tendió la mano a su esposo. Sin embargo, el hombre tan solo levantó la mano para mirar la hora. Entonces, una punzada de vergüenza por haber sido ignorada hizo que la mano de la mujer se detuviera en el aire.
"Ya es bastante tarde. ¿Aún no has comido nada?", preguntó Jarred, y su frente se frunció ligeramente.
"Tú dijiste que esta noche...", Cheryl estaba a punto de decir algo, pero después de pensarlo bien, decidió no hacerlo. Luego, ella cuestionó: "¿Tú ya cenaste?".
En ese momento, la mirada del hombre vagó por el comedor y aterrizó en los platos meticulosamente preparados sobre la mesa.
"No, todavía no".
Él se acercó a la mesa tan pronto como terminó de hablar.
De repente, la mujer suspiró contenta y sonrió cuando se unió a él.
De inmediato, se sentaron a comer.
Cheryl había estado ocupada cocinando durante muchas horas y la verdad era que se estaba muriendo de hambre.
Después de probar la comida, ella notó que su esposo la estaba observando detenidamente con una mirada profunda.
Jarred fue el primero en hablar en el momento en que sus miradas se cruzaron.
"Creo que deberíamos divorciarnos, Cheryl".
Al escuchar eso, el tenedor de la chica cayó en la mesa.
Ella tenía una expresión de completa incredulidad mientras permanecía inmóvil sentada en su silla.
El joven, por su parte, permaneció en absoluto silencio, esperando pacientemente que ella asimilara sus palabras.
Incluso el sonido de las agujas del reloj se podía escuchar con mucha claridad desde el comedor.
En ese instante, el silencio sofocante fue interrumpido por el sonido de un mensaje de texto.
Ante eso, Cheryl miró su teléfono y vio un mensaje de Sheila Goodwin, su mejor amiga de hace muchos años.
"¡Me encontré con Jarred e Ines en la exhibición de arte de hoy! Tienes que vigilar más a tu marido. No puedes permitir que esa zorra te quite a tu esposo".
La mujer se quedó mirando la pantalla sin comprender. Ella comenzó a parpadear en un intento de contener las lágrimas que amenazaban con caer de sus ojos.
Después de un largo rato, ella se las arregló para mostrar una amarga sonrisa.
Eso explicaba por qué ella tuvo esa sensación de que algo andaba mal con su esposo ese día. Con ello, ya comprendía por qué él no había regresado a casa la noche anterior.
Cheryl entendió en ese instante la razón por la cual Jarred había estado actuando de manera tan extraña.
'¿Qué es lo que debo hacer, Sheila?
Ella ya me quitó a Jarred'.
La joven pensó en su situación durante un segundo. Cerró los ojos.
Sentía como si un cuchillo le estuviera atravesando el corazón, y aun así logró sonreír levemente. "¿Acaso te estás divorciando de mí por Ines?", indagó ella.
Ante la expresión de tranquilidad de la chica, Jarred no contestó.