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Perseguida por el mejor amigo multimillonario de mi ex

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Acerca de

Betania poseía una belleza ósea exquisita, con un rostro que cautivaba toda la capital, pero su familia había caído en desgracia y cargaba con una deuda enorme. Al mismo tiempo, un hombre audaz e implacable comenzó a perseguirla con una pasión incansable. Corría el rumor de que el distante Señor Swanson había acogido bajo su protección a una mujer de belleza impactante, supuestamente arrebatada a su mejor amigo. Él la colmaba de regalos lujosos y estaba cautivado por cada una de sus palabras. Decían que ella no era simplemente una mujer hermosa, sino un tesoro inigualable que exigía dedicación y atención constante.

Capítulo 1 Una prostituta muy cara

Betania Harper suspiró en silencio mientras miraba las luces brillantes de la ciudad desde el amplio ventanal, perdida en sus pensamientos.

Justo entonces, su teléfono vibró y la pantalla se iluminó con un mensaje de su exnovio, Juliano Wells. "No seas tan exagerada. Vuelve aquí".

Su rostro permaneció impasible reflejado en la ventana, mientras tecleaba rápidamente su respuesta. "¡Vete a la mierda!".

Apenas había pulsado enviar el mensaje, escuchó abrirse la puerta del baño.

Al darse la vuelta, vio a un hombre salir.

Era alto, con el pelo rapado, y solo llevaba una toalla alrededor de las caderas.

Su pecho musculoso estaba a la vista. Unas gotas de agua caían por su fuerte mandíbula, dándole un encanto rudo.

Con una sonrisa burlona, él esbozó una media sonrisa y le echó un rápido vistazo. "No me meto con las mujeres de mis amigos", comentó.

Betania se acercó más, con una sonrisa atrevida en los labios. "Y aun así me dejaste entrar", replicó.

La mirada tranquila e intensa de Leland Swanson se deslizó hacia abajo, deteniéndose en el seductor atisbo de su escote.

Él permaneció en silencio, pero Betania estaba convencida de que, en el fondo, los hombres eran fundamentalmente iguales. Pocos podían resistirse al encanto de una mujer hermosa que se les acercaba por voluntad propia.

Además, la reputación de Leland de playboy era prácticamente legendaria.

Con un movimiento audaz, lo acercó, poniendo las cartas sobre la mesa. "¿No me digas que no sabías que Juliano lleva años comprometido, mientras yo le hacía el papel de tonta todo este tiempo?".

Leland se limitó a reír suavemente; su silencio era una admisión tácita.

Betania había dedicado cinco años a Juliano, solo para ser sorprendida por la revelación de que él había estado comprometido todo el tiempo, lo que la convirtió inesperadamente en la otra mujer.

Aunque no era el confidente más cercano de Juliano, Leland estaba al tanto de los entresijos y secretos de su grupo, y era probable que los demás también lo estuvieran.

¡Y ahí estaba ella, la novia de Juliano, la última en saber quién era realmente su pareja!

Impulsada por una oleada de resolución, se puso de puntillas y le apretó los labios; sus torpes intentos de pasión pretendían despertar su deseo.

El efecto se produjo de inmediato: su respiración se entrecortó y se aceleró.

Con un estallido crepitante de trueno, Betania se sobresaltó y sus dedos se aferraron a los brazos de Leland por sorpresa.

Mientras las fuertes gotas de lluvia golpeaban la ventana, un repentino destello de relámpago iluminó la habitación con crudeza, proyectando sombras dramáticas sobre sus siluetas entrelazadas en la pared.

Cuando la luz de la mañana se coló en la habitación, la tormenta ya había amainado.

Una vez que terminó su momento de sexo, Leland se metió en la ducha sin mostrar signos de querer quedarse.

Para Betania, él no era más que una distracción momentánea. Sabía bien que ese tipo de conexiones fugaces eran típicas entre adultos.

Se vistió rápidamente y salió de la habitación sin hacer ruido.

Justo cuando estaba a punto de entrar en el ascensor, su teléfono vibró con una videollamada.

Era su hermano menor, Shawn Harper. Inmediatamente se arregló el pelo para parecer presentable y contestó con alegría. "¡Hola, Shawn!".

La escena en la pantalla era alarmante. Shawn estaba inmovilizado por varios hombres corpulentos, con la voz ahogada por una mordaza, mientras un brazo estaba brutalmente sujeto a una silla. Un hombre tatuado sostenía amenazadoramente un pesado garrote sobre el brazo de Shawn, ladrando: "Se acabó el tiempo, Betania. Liquida tu deuda o el niño perderá el brazo".

La voz de Betania se quebró de miedo. "¡No, por favor! ¡Conseguiré el dinero, solo no lo lastimen!".

"De acuerdo. Tienes treinta minutos para entregarlo", replicó el hombre, inflexible. "Si juegas algún juego, recogerás su cadáver".

La línea se cortó.

Betania se quedó sin color, mientras el pavor la abrumaba. Un plan surgió en su mente. Corrió de vuelta hacia la habitación, gritando: "¡Leland!".

Justo cuando llegó a la puerta, Leland salió de la habitación, con un cigarrillo colgando de los labios y su actitud fría y distante.

Sus ojos agudos y gélidos se deslizaron hacia ella, ocultando cualquier rastro de sus pensamientos.

Betania se encontró pensando en los rumores que había oído sobre él: el único heredero del vasto imperio Swanson, famoso por su rebeldía y su egocentrismo.

Un hombre así podía permitirse mantener al resto del mundo a distancia.

Respiró hondo y se aventuró a preguntar: "¿Podrías prestarme algo de dinero?".

"No creo que seamos lo suficientemente cercanos para tales peticiones, a menos que pretendas...".

Las palabras de Leland fueron interrumpidas por la urgente interrupción de Betania. "Doscientos mil y olvidamos lo de anoche", declaró con la voz teñida de desesperación.

Para Betania, a la sombra del calvario de Shawn, su orgullo y su dignidad no tenían ningún peso.

Leland permaneció en silencio, observando cómo el color se desvanecía de su rostro.

Entonces, rompiendo el silencio, la risa de Leland fue baja e incrédula. "No sabía que fueras una prostituta tan cara".

Su risa y sus palabras la sumieron en una profundidad de humillación que nunca había conocido.

En ese instante, su orgullo y su dignidad se hicieron añicos.

Sin embargo, la necesidad de dinero era imperiosa, y el hombre que tenía delante tenía los bolsillos llenos.

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