El dolor atravesó el pecho de Cathryn. Apenas una hora antes, había recibido un video en su celular: su marido, Liam Watson, tumbado en la cama con Jordyn Moore, su propia hermanastra, los dos entrelazados, sin una pizca de culpa entre ellos.
Impulsada por la desesperación, Cathryn había entrado corriendo en el hotel para atraparlos con las manos en la masa. Pero antes de que pudiera encontrar la habitación correcta, un desconocido la había arrastrado a esa misma habitación.
"Ya que estás aquí, deja de fingir", murmuró el hombre, cargándola bruscamente sobre su hombro y arrojándola a la cama. Se quitó la corbata de un solo tirón y luego le inmovilizó las muñecas por encima de la cabeza. Su boca se estrelló contra la de ella, dura e implacable.
"Como afirmas que estás casada, debes saber cómo va esto", la provocó, mientras le rasgaba la ropa pieza por pieza.
Cathryn luchó en vano. "Yo no he...". Sus labios se abrieron, pero no logró articular palabra. Tres años encadenada a un esposo y aún era virgen. ¿Quién demonios iba a creerlo?
El video de Liam y Jordyn no dejaba de repetirse en su mente. El calor le inundó el pecho: una furia cruda y abrasadora. Su lucha cesó.
Entonces, el hombre la penetró sin piedad. El dolor le desgarró el cuerpo, agudo y despiadado, como si sus huesos fueran a romperse. Se mordió el labio con tanta fuerza que sintió el sabor de la sangre, y el gusto metálico le inundó la boca.
La primera vez que había esperado con anhelo le fue arrebatada con brutal imprudencia por un hombre cuyo rostro ni siquiera distinguía en la oscuridad.
...
La luz de la mañana se coló en la habitación, y el zumbido de su celular sacó a Cathryn del sueño. Lo buscó a tientas y contestó con voz adormilada.
"Sra. Moore, la llamamos del Hospital Olekgan. Es una urgencia, necesitamos que venga cuanto antes. Se trata de su madre".
Desde la cama, detrás de ella, llegó aquella voz profunda y burlona. "¿Era tu esposo, llamando para saber cómo pasaste la noche?".
Cathryn se apresuró a recoger la ropa esparcida por el suelo y se vistió frenéticamente. Con la mirada baja, murmuró entre dientes: "Finjamos que lo de anoche nunca pasó".
Para ella, ese encuentro imprudente no había sido más que una venganza por la traición de su esposo.
El hombre, semidesnudo y sentado al borde de la cama, esbozó una mueca de desdén. "Eres incluso más promiscua de lo que pensaba".
Su desprecio hacia ella era palpable. Casada, pero acostándose con cualquiera como una puta, ¿y ahora pretendía actuar como si nada?
Cathryn no le dio el gusto de una respuesta. Solo podía pensar en su madre. Sin siquiera mirarlo, salió de la habitación de un portazo.
Momentos después, se escuchó un golpe discreto en la puerta. "Señor Brooks", dijo una voz suave al entrar.
Andrés Brooks se presionó las sienes palpitantes con los dedos; el alcohol de la noche anterior aún le retumbaba en el cráneo. "¿Fue cosa de mi abuela?".
Carlos Bennett, su asistente, asintió rápidamente, encogiéndose bajo la aguda mirada de su jefe.
Andrés frunció el ceño. De modo que había sido su abuela, Amanda Brooks, quien había enviado a esa mujer a su cama. Una oleada de frustración lo invadió. Era el líder del imperio financiero más formidable de Olekgan. Además, controlaba Antaford, la mayor empresa que cotizaba en bolsa de este país. Sin embargo, acababa de perder su virginidad con una mujer casada.
Al pensar en la noche anterior, la irritación volvió a invadirlo. Durante toda la noche, sin importar lo brusco que fue, ella no había emitido ni un solo sonido. Supuso que se debía a la experiencia; a demasiada experiencia. La forma en que ella lo había mirado hacía un momento, tranquila e indiferente, había sellado su juicio: era de las que usan a los hombres y se marchan sin pensárselo dos veces.
No podía entender de dónde había sacado su abuela a una mujer así, ni por qué había decidido enviársela. Si no hubiera sido por la neblina del alcohol, jamás la habría tocado.
Entonces, su mirada se posó en las sábanas arrugadas, donde se destacaba una llamativa mancha roja. ¿No estaba casada? Entonces, ¿era posible que...?
Un recuerdo le vino a la mente: la tenue mancha de sangre en la comisura de sus labios antes de irse. Si había sido virgen, y él había sido demasiado brusco al arrebatarle eso...
...
Cathryn tomó un taxi y se dirigió a toda prisa al Hospital Olekgan.
En cuanto entró, vio a Jordyn del brazo de Liam, paseándose por el pasillo como si fuera suyo.
Un calor le subió a los ojos. "¿Cuánto tiempo llevan acostándose juntos?".
Su media hermana se acurrucó en el hombro de Liam, con una sonrisa maliciosa y provocadora. "Desde la misma noche en que te casaste con él", dijo, con la voz cargada de satisfacción. "Esa fue la primera vez que tu esposo vino a mi cama. ¿Tres años de matrimonio y todavía eres virgen? Eso es una mierda patética".
Su risa resonó en el pasillo, aguda y cruel.
La revelación la golpeó como si le hubieran echado un balde de agua helada directamente en la cara.
Durante tres largos años, había administrado la casa y desempeñado el papel de esposa obediente. Noche tras noche había esperado a que Liam regresara, solo para descubrir que la había estado traicionando con Jordyn desde su propia noche de bodas. Cada excusa que alguna vez había inventado para él -sus largas noches de trabajo, su frialdad- se desmoronaron en un instante. Nunca la había tocado porque ya se había acostado con otra mujer: su propia media hermana.
Su pecho ardía con una mezcla de humillación y furia. Debió de haberlo sabido. Jordyn siempre había disfrutado robándole lo que era suyo, ya fueran juguetes, vestidos o, ahora, su esposo.
Liam dijo con rotundidad, con la mirada vacía: "Cathryn, vamos a divorciarnos. Te irás sin nada".
Sintió una opresión en el pecho, como si le clavaran una cuchilla.
Ella soltó una risa amarga. "Liam, ¿de verdad crees que me importa tu maldito dinero?".
Ella nunca había sido codiciosa; la familia de su madre era adinerada y a ella jamás le había importado la riqueza.
Liam soltó un bufido burlón. "¿Todavía te crees una heredera protegida? En el momento en que tu madre muera, no serás nada, solo otra mujer abandonada a su suerte".
Se quedó rígida, y la incredulidad se dibujó en su rostro. "¿Qué demonios estás diciendo?".
"Cathryn", intervino su media hermana, con una sonrisa afilada como un cuchillo, "si corres ahora, quizá consigas despedirte de tu madre antes de que sea demasiado tarde".
A ella se le revolvió el estómago y, por instinto, echó a correr por el pasillo hacia la habitación de su madre.
"Lo lamento, la señora Bettina Moore falleció a causa de una herida autoinfligida en la muñeca". Cada sílaba del médico la derribaba como un puñetazo brutal en el estómago.
"¡Eso es imposible!". Su voz se quebró mientras las lágrimas corrían por su rostro. "Mi madre ha estado sumida en un letargo durante años. Apenas podía distinguir un día de otro, ¡es imposible que se haya cortarse la muñeca!".
"Estaba lúcida cuando la trajeron al hospital", respondió el médico con voz suave.
Ella no podía entenderlo. Su madre había estado perdida en una neblina durante años, ¿cómo podía de repente tener la claridad suficiente para quitarse la vida?
En la puerta, Jordyn se apoyaba despreocupadamente contra el marco, con Liam a su lado.
Su media hermana soltó una risa burlona y arrojó una hoja de papel a los pies de Cathryn. "Mira bien. Es la última carta de tu madre. En ella confiesa que se suicidó y que tú, muy convenientemente, renuncias a toda su herencia. Papá acaba de llamar: te han echado de la familia Moore. A partir de ahora, no tienes ni un centavo a tu nombre".