Mi Boda, Su Más Grande Error
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Capítulo 8

ALEXIA CUEVAS POV:

Me desplomé en mi cama, el edredón suave y familiar me envolvió, pero no pudo consolarme. Las lágrimas, que había contenido durante tanto tiempo, se desbordaron, corriendo por mis mejillas hasta mojar la almohada. Cinco años. Cinco años de mi vida, de mis sueños, de mi amor. Todo se había desvanecido en un instante, como el humo en el viento. ¿Cómo había podido ser tan ciega?

Mi teléfono vibró. Lo ignoré. Luego, vibró de nuevo. Y otra vez. Con un suspiro resignado, lo tomé. Un número desconocido. Un mensaje. Y luego otro. Y otro. Era Ida Juan.

El primer mensaje era una foto. Ida, sentada en la sala de estar de mi apartamento. Sonriente, con una copa de vino en la mano. El siguiente, una foto de ella y Mauricio, abrazados en mi cama. Mi cama. La cabecera que habíamos elegido juntos. Las sábanas de seda que tanto me gustaban.

El mensaje de texto que acompañaba las fotos decía: "¡Gracias por el espacio, Alexia! ¡Mauricio y yo lo estamos aprovechando muy bien! ¡No te preocupes por él, yo lo cuido bien!"

Mi corazón no se apretó. Ya no había nada que apretar. Solo una sensación de vacío, una frialdad que se extendía por todo mi cuerpo. Apagué el teléfono. No necesitaba ver más. No necesitaba sentir más. No volvería a ese apartamento. Nunca.

Los días siguientes fueron un torbellino de actividad. Mis padres, emocionados por la boda con Antonio Díaz, se dedicaron a los preparativos con una energía renovada. Yo me dejé llevar, probándome vestidos, eligiendo flores, asintiendo a cada sugerencia.

Ida continuó con su campaña de acoso. Cada día, una foto. Cada día, un mensaje. Mauricio y ella en un restaurante que solíamos frecuentar. Mauricio y ella paseando por el parque donde nos dimos nuestro primer beso. Mauricio y ella, riendo, felices, en mi vida.

Las guardé todas. No las miraba con dolor, sino con una frialdad estratégica. Eran pruebas. Y un día, las usaría.

Mauricio llamó. Una y otra vez. Ignoré todas sus llamadas. Los mensajes fueron borrados sin leer. Me envió regalos. Flores, chocolates, joyas. Todo lo que llegaba a la puerta de mis padres, iba directamente a la basura.

La noche anterior a la boda, Mauricio estaba en su despedida de soltero. Sus amigos lo rodeaban, brindando y bromeando. Pero Mauricio estaba inquieto, su mirada perdida.

"Ella va a volver, amigo" , dijo uno de sus amigos, golpeándole el hombro. "Alexia siempre vuelve. Siempre te ha amado."

"No te preocupes, Mauri" , dijo otro. "Solo está haciendo un berrinche. Dale tiempo. Ella te adora. Ida es solo una distracción. Te casarás con ella."

Mauricio asintió, pero la duda persistía en su mirada. Aun así, continuó con los preparativos de su boda. La boda con Ida. La boda en mi fecha. El mismo día.

En mi habitación, mi madre cepillaba mi cabello, sus ojos empañados. "Mi niña... te casas. Parece ayer que eras solo una niña."

"Mamá" , dije, mirándola a través del espejo. "¿Por qué lloras?"

"Es que... es que no quiero que te vayas. Pero Antonio es un buen hombre. Un hombre de verdad. Te cuidará bien." Ella le dio un visto bueno con la cabeza. "¿No quieres ver una foto de él antes de ir al altar? ¡Es tan guapo!"

"No, mamá. No te preocupes. Lo veré en el altar." ¿Qué más daba? Ya estaba aquí.

Miré el reloj. Las seis de la mañana. Mauricio ya debía estar en camino.

Tomé mi teléfono. Abrí la aplicación de redes sociales. Escribí un mensaje. Un mensaje simple, directo. Una foto de mi vestido de novia. "¡Hoy es el día!"

Los mensajes de felicitación comenzaron a llegar. Cientos de ellos. Todos daban por sentado que me casaba con Mauricio. Una risa amarga escapó de mis labios. Qué ironía.

Mientras tanto, a unos kilómetros de distancia, Mauricio estaba inquieto. Un presentimiento frío le recorría la espalda. Sus amigos intentaron calmarlo.

"Solo son nervios, Mauri" , le dijo uno. "Es el gran día."

Él no estaba convencido. Se subió al coche que lo llevaría al hotel. Recogió a Ida, quien lo esperaba, radiante en su propio vestido blanco.

Cuando bajó del coche, sus viejos amigos lo rodearon, felicitándolo, palmeándole la espalda.

"¡Felicidades, Mauricio!" , exclamó uno. "Pero, ¿dónde está Alexia? ¿No viene contigo?"

Mauricio se tensó. "No... no me caso con Alexia hoy."

Sus amigos lo miraron, confundidos. "¿Qué dices? ¿Pero si Alexia puso en Facebook que se casa hoy?"

Otro amigo, con el ceño fruncido, añadió: "Y puso la misma fecha... y el mismo hotel. ¿Qué está pasando, Mauricio? ¡No es gracioso!"

                         

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