"Señora, la situación es crítica. El bebé podría no sobrevivir. Debe contactar a su familia de inmediato para que den su aprobación".
Las luces del hospital brillaban sin piedad sobre su cabeza mientras Hannah Ward abría los ojos a la fuerza. El dolor le recorría el cuerpo y un cálido hilo de sangre le corría por los muslos. Al oír las palabras de la enfermera, cogió rápidamente su teléfono de debajo de la tela estéril y lo desbloqueó, revelando una foto de dos personas.
Era su esposo, Ethan Gill, abrazando a otra mujer.
El ángulo desenfocaba su rostro, pero la redondeada hinchazón de su vientre era imposible de pasar por alto.
Esa única foto había consumido los pensamientos de Hannah, dejándola tan inquieta que no vio el auto hasta que fue demasiado tarde. El accidente fue el amargo precio que pagó por su distracción.
En ese momento, una enfermera entró corriendo, un poco sin aliento. "El director ejecutivo del Grupo Gill... el hijo nonato de su novia está en estado crítico y solicita una consulta inmediata con usted".
Un zumbido sordo llenó los oídos de Hannah y una fría pesadez le oprimió el pecho.
Un único y terrible pensamiento se apoderó de Hannah: ¿era realmente Ethan el hombre del que hablaba la enfermera?
¿Ya había tenido un hijo con otra mujer?
El cirujano jefe vaciló, con voz tensa. "Tengo una cirugía programada... Cambiar de médico a estas alturas es casi imposible".
La enfermera respondió, con voz temblorosa: "Pero el señor Gill ha dejado claro que si el bebé de su novia no se salva, responsabilizará a todo el hospital".
Las pupilas de Hannah se contrajeron.
El pecho se le oprimía con cada respiración. Luchó contra la oleada de incredulidad que la invadía. Seguro que Ethan no podía ser tan cruel, ¿verdad?
Con dedos temblorosos, marcó su número. La línea se conectó al cabo de un momento, pero la voz de él sonó distante y fría. "Estoy ocupado. Llama después".
Antes de que ella pudiera responder, la llamada terminó abruptamente.
Se negó a rendirse y volvió a marcar, pero no obtuvo respuesta.
Se mordió el labio inferior hasta sentir el sabor de la sangre y se dobló cuando un dolor agudo le desgarró el abdomen, apuñalándola como innumerables agujas.
"Señora, ¿ha contactado a su familia?", insistió la enfermera con ansiedad.
Hannah negó con la cabeza mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas y su visión se nublaba bajo las luces estériles.
La enfermera, sin saber qué decir, solo pudo presionarla para que decidiera sin demora.
Hannah respiró hondo, con voz temblorosa, clavándose las uñas en la palma de la mano, aunque el entumecimiento atenuaba el escozor.
"El niño no tiene padre. Yo tomaré la decisión". Su voz tembló mientras le arrebataba el formulario de consentimiento de la mano a la enfermera y garabateó su nombre. "Por favor... salven a mi bebé".
En el instante en que las palabras salieron de sus labios, la oscuridad la envolvió y se desmayó.
...
Cuando Hannah volvió a abrir los ojos, el mundo estaba bañado en un blanco cegador.
Un profundo dolor le palpitaba en el bajo vientre y, antes de que pudiera contenerse, un susurro escapó de sus labios: "Mi hijo..".
La joven enfermera a su lado bajó la mirada, su voz era suave pero cargada de lástima. "Lo siento".
A Hannah se le cortó la respiración.
Se llevó la mano a la boca, ahogando el grito que pugnaba por salir de su garganta. El martilleo en su cráneo, mezclado con la cruda agonía de su cuerpo maltratado, la oprimía hasta que se sintió insoportable, hasta que pensó que podría romperse bajo el peso de todo aquello.
La joven enfermera le dedicó una sonrisa de compromiso antes de retirarse. "Descanse bien. Le darán el alta en tres días".
Cuando la puerta se cerró con un clic, fragmentos de una conversación llegaron desde el pasillo.
"¿Viste al señor Gill ayer? Menos mal que logramos salvar al bebé de su novia. Si no, estaríamos todos sin trabajo. Daba miedo cuando se enfadó".
"Claro que lo vi. Pero hay que admitir que el señor Gill de verdad mima a su novia. Se quedó a su lado en todo momento".
"Qué envidia".
Al escucharlas, el corazón ya entumecido de Hannah se retorció dolorosamente.
¿Por qué tuvo que morir su hijo, mientras que el bebé de la otra mujer se salvó?
Ese pensamiento le dejó un vacío en el pecho, y la pena la invadió en oleadas tan fuertes que le costaba respirar.
Los siguientes tres días se desvanecieron en silencio. Permaneció sola en la austera habitación del hospital, con la única compañía de los pasos ocasionales de una enfermera que venía a revisarla.
Ethan no llamó ni una sola vez.
Finalmente, se dio de alta y regresó a la Villa con vista a la bahía.
Justo al entrar, casi choca con Ethan, que estaba saliendo con un termo en la mano.
Una sonrisa amarga curvó sus labios. "¿Desde cuándo tú, el director ejecutivo del Grupo Gill, te encargas de las tareas del hogar?".
Él frunció el ceño. "¿Desapareces por tres días y vuelves diciendo tonterías?".
Sus ojos se detuvieron en el termo, un brillo frío parpadeó en su mirada. "Señor Gill, escuché que montó un buen escándalo en el Hospital Gill por su novia. Realmente admirable".
La expresión de Ethan se ensombreció. "¿Me investigaste?".
Su mano se cerró en torno a su barbilla, su tono cargado de desprecio. "No olvides que me drogaste y te metiste descaradamente en mi cama solo para obligarme a casarme contigo. Conseguiste lo que querías, así que quédate en casa y cumple con tu papel. Mi vida fuera de estas paredes no es asunto tuyo. Vuelve a insistir y solo te tendrás a ti misma para culpar".
Un dolor sordo le oprimió el pecho.
Dijera lo que dijera, él nunca creería que ella no había orquestado lo que pasó en aquel entonces.
Contuvo la respiración, reprimiendo el temblor de su voz y declaró con tranquila resolución: "Ethan, quiero un divorcio".