Mi mundo, el escenario, se volvió negro bajo mis pies. La siguiente vez que abrí los ojos, el hospital y el olor a desinfectante me confirmaron que algo andaba muy mal.
Mi novio, Javier, que durante cinco años me profesó amor, estaba a mi lado, pero sus ojos estaban fijos en su teléfono, no en mí.
Con una sonrisa forzada, me dijo que había sido una "mala caída" y una "conmoción cerebral leve".
Pero algo se rompió en mí. Entonces, una idea, fría y afilada, se formó en mi mente.
Con una calma aterradora, fingí no saber quién era.