La noche era cerrada.
Con los dientes apretados, Novalee Webb se sujetaba su abultado vientre mientras corría desesperada en busca de refugio. Su vestido de algodón, alguna vez blanco, ahora estaba manchado de sangre.
La sangre no dejaba de escurrirle entre las piernas.
Maldición. Estaba a punto de dar a luz.
Las fuerzas comenzaban a abandonarla. Ya no podía seguir huyendo. Llevaba escapando lo que le pareció una eternidad, y confiaba en que esa despreciable pareja ya no podría alcanzarla.
Novalee examinó los alrededores. No vio más que una extensa llanura cubierta de pasto.
Acarició con ternura el vientre donde su bebé se movía y susurró: "Pequeño mío, ¿de verdad tendré que traerte al mundo aquí, a la intemperie?".
Una contracción repentina la sacudió, arrancándole un grito de agonía.
Media hora más tarde, el llanto de un recién nacido rompió el silencio de la llanura.
Tenía el cabello pegado a las mejillas por el sudor y los labios resecos y agrietados, manchados de sangre. Sin embargo, no le importó. Ignorando su propio malestar, extendió los brazos con una alegría abrumadora para recibir a su bebé.
"Ah, así que ya nació el bastardo".
De repente, unos brazos que venían por detrás de ella levantaron al bebé del pasto.
"¡Pattie! ¡Rowley! Ustedes...". Novalee apretó los dientes, pero el dolor le impidió decir más.
Frente a ella se erguían dos figuras crueles: su media hermana y su esposo, los cómplices de su desgracia.
Pattie Webb aún conservaba su fachada de amabilidad, pero la mirada que le dedicó al bebé en sus brazos estaba desprovista de toda humanidad.
"Este bastardo tuvo la mala suerte de nacer tan feo. Si es niña, le costará encontrar marido cuando crezca. Rowley, ¿por qué no encontraste un hombre más apuesto para que se acostara con Novalee? Me duele que mi hermosa hermana haya tenido que estar con un hombre tan feo".
La desesperación y la rabia bullían en el interior de Novalee, pero su hija estaba en manos de Pattie. No se atrevió a provocarla. Contuvo el aliento, reprimiendo toda su ira y su dolor.
"¡Mi bebé! ¡Devuélveme a mi bebé! Ya tienes mis acciones del Grupo Shaw, incluso te cedo a Rowley. ¡Pero devuélveme a mi bebé!".
Su bebé era lo único que quería. Era carne de su carne y sangre de su sangre. Nadie podía arrebatarle a su bebé.
El rostro de Rowley Mitchell se contrajo en una mueca de desagrado.
"Novalee, ¿así que te veías a escondidas con ese tipo? Decías que me amabas y ahora quieres divorciarte por este bastardo. Incluso estás dispuesta a entregar las acciones de la empresa que tanto protegías. ¡Qué descaro! Parece que no puedes olvidarlo después de una noche con él, ¿verdad?".
Novalee soltó una risa amarga, cargada de rabia.
Con los ojos inundados de lágrimas, miró al hombre que había amado durante casi dos años.
Jamás imaginó que pudiera ser tan cínico.
La otra noche, había oído por casualidad una conversación entre su esposo y su media hermana, y así descubrió que eran amantes desde hacía tres años.
Rowley se había acercado a ella con el único propósito de apoderarse de las acciones del Grupo Shaw. La había seducido y engañado hasta llevarla al altar. Luego, durante un embarazo difícil que la dejó mentalmente frágil, solo Pattie y Rowley permanecieron a su lado.
Para ella, ellos lo eran todo. Pero ¿quién podría sospechar que tramaban su ruina?
Mientras Novalee lo observaba, Rowley sintió una mezcla de culpa y una extraña excitación.
Novalee, siempre seductora, tenía el rostro sonrojado y perlado de sudor, y el vestido se le adhería al cuerpo, marcando cada una de sus curvas. Su pecho amplio se estremecía con furia.
En su mirada se mezclaban la ira y una leve sonrisa. Los mechones de cabello pegados a sus mejillas no mermaban su elegancia. Por el contrario, acentuaban su encanto, volviéndola aún más cautivadora que de costumbre.
Rowley apretó los puños en silencio. ¿Cómo pudo haber abandonado a semejante belleza y permitir que tuviera el hijo de otro hombre?
Su reacción no pasó desapercibida para Pattie. El rostro de Pattie se endureció mientras sostenía al bebé, y una llama de resentimiento brilló en sus ojos. Si no fuera porque ese bastardo le resultaba útil, habría estrangulado al bebé allí mismo.
"¡Rowley, vámonos! ¿A qué esperas?".
Tras una breve vacilación, Rowley señaló a Novalee. "¿Y qué hacemos con ella?", preguntó.
La sonrisa de Pattie fue escalofriante. "Simple. ¡Quémala viva!".
Dicho esto, se marchó con el bebé en brazos, dejando que Rowley se encargara del fuego.
Las llamas no tardaron en consumir a Novalee. Intentó escapar con desesperación, pero un dolor agudo en el vientre la paralizó.
¡Llevaba otro bebé en su vientre!
El pánico se apoderó de ella. ¿Iba a morir allí?
Poco después, Pattie y Rowley se alejaron a gran velocidad en una camioneta.
En ese instante, un Hummer pasó rugiendo a su lado, casi rozándolos, antes de frenar en seco más adelante.