La pasión fue emocionante, pero una vez que terminó, ella fue la única que tuvo que lidiar con las consecuencias.
A sus veintiocho años, Oliver estaba en la cima: le iba bien en los negocios y tenía una libido fuerte.
A lo largo de sus tres años de matrimonio, siempre había usado protección.
Al principio, Rosanna no había pensado mucho en tener hijos, pero en los últimos seis meses algo había cambiado, y se encontró deseando tener un bebé con su esposo.
Oliver no solo era guapo, sino que también era hábil en la cama. Y, a veces, cuando él le susurraba palabras suaves y sensuales, ella se derretía fácilmente.
Había pasado un año desde que la muchacha se dio cuenta de que sus sentimientos hacia él habían cambiado. Pasó de la indiferencia a preocuparse genuinamente por su esposo.
Para ser precisos, se había enamorado de él.
Pero la calidez de Oliver hacia ella solo se manifestaba en la cama. Cuando no intimaban, él era tan frío y distante como siempre.
"No te olvides de tomar la píldora", le recordó Oliver con voz monótona, sacándola de sus pensamientos. "Un embarazo solo complicaría las cosas".
Rosanna solo asintió con la cabeza, sintiéndose desanimada.
Estaba ovulando, pero con él borracho, aunque se quedara embarazada, no podría tener al bebé.
Sin embargo, sus palabras le hicieron más daño del que quería admitir.
Oliver se puso el pijama y caminó al baño.
Rosanna lo observó hasta que lo perdió de vista, y finalmente apartó la mirada.
En ese momento, el repentino sonido de un celular rompió el silencio de la habitación.
Ella tomó el teléfono de Oliver y miró la pantalla, donde aparecía el nombre "Millie".
Millie Rogers, la secretaria de Oliver, siempre era amable y elegante. Tenía un encanto que parecía gustar a todo el mundo.
Se decía que había renunciado a un trabajo muy bien pagado en Klenridge hacía seis años solo para trabajar cerca de Oliver. Oficialmente, Millie solo era la secretaria de este último, pero se rumoreaba que eran amantes.
De repente, la mano del hombre apareció y le quitó el celular.
"Millie", dijo con voz cálida al contestar, llena de afecto y alegría.
Rosanna sintió como si un cuchillo le atravesara el corazón.
Oliver nunca le hablaba así; su tono con ella siempre era frío y seco, nunca tan afectuoso.
"Oliver, alguien me está acosando. Por favor, ven a buscarme. Estoy en el Club Zero...".
La voz angustiada de la chica se transmitió a través del celular, y Rosanna escuchó cada palabra con claridad.
"Ya voy para allá", dijo rápidamente el hombre. "Haré que un amigo vaya enseguida a ayudarte. Busca un lugar seguro y bloquea la puerta. ¿Llamaste a la policía?". Su rostro se volvió serio mientras se dirigía al vestidor.
Rosanna se quedó allí sentada, temblando de rabia; ni siquiera se molestó en ponerse los zapatos y lo siguió al interior.
Solo un mes antes, durante una sesión fotográfica al aire libre en los suburbios del norte con su equipo de televisión, su furgoneta se había salido de la carretera y chocado contra una zanja al esquivar un camión de volteo.
Por suerte nadie había muerto, pero todos resultaron heridos.
Ella se lastimó la pierna y sangraba mucho. Presa del pánico y del dolor, llamó a Oliver.
Pero él estaba en una cena en ese momento y, aunque la oyó llorar, respondió con frialdad: "Si puedes llamar, entonces no es tan grave".
Luego colgó sin pensarlo dos veces.
Sin embargo, ahora estaba allí, dispuesto a ir corriendo a ver a Millie, a pesar de que todavía estaba borracho. Rosanna sabía que era porque amaba mucho a esa chica.
Oliver se vistió deprisa, murmurando palabras de consuelo al celular mientras se dirigía a la puerta principal. Rosanna no podía oír a Millie con claridad, pero sí sus sollozos.
De pie frente a la puerta para impedir que Oliver se marchara, se mordió el labio y dijo: "Has bebido demasiado. No puedes manejar así".
"¿Estás celosa o preocupada por mí?", preguntó él, levantándole la barbilla con un brillo en los ojos.
Rosanna lo miró con ternura, y contestó con voz firme: "Estoy preocupada por ti".
"Ahórrate la falsa preocupación", dijo Oliver de repente con voz fría y la soltó.
Antes de que ella pudiera responder, la empujó a un lado, haciéndola perder el equilibrio y caer al suelo.
Luego, sin dudarlo, el hombre pasó a su lado y se marchó.
La casa quedó en silencio y Rosanna se quedó sola.
Una ola de amargura la invadió, tan fuerte que le retorció las entrañas. Le dolía todo, pero ni siquiera podía llorar.
Tenía el rostro pálido y los ojos enrojecidos, mientras contenía las lágrimas.
Se quedó allí sentada en el suelo hasta que le entumecían las piernas. Entonces, por fin, se obligó a ponerse en pie.
No quería volver al dormitorio, así que se acurrucó en el sofá, cerrando los ojos, con los pensamientos enredados.
De repente, el sonido de su celular rompió el silencio, y el tono agudo la devolvió a la realidad.
Pensando que podría ser Oliver llamándola, se levantó rápidamente y corrió del salón al dormitorio, contestando la llamada sin pensarlo dos veces.
"¡Rosanna! ¡Tu esposo acaba de montar un escándalo en el Club Zero por culpa de Millie! Le rompió una botella de cerveza en la cabeza a un tipo; hay sangre por todas partes. ¡Fue una locura!".
La mejor amiga de Rosanna, Leah Ahmed, estaba al otro lado de la línea, con voz llena de urgencia.
La muchacha trató de mantener la compostura y apenas logró murmurar: "Oh".
No estaba sorprendida. Sabiendo hasta dónde era capaz de llegar Oliver por esa chica, ni siquiera se habría sorprendido si Leah le hubiera dicho que había matado a alguien.
El Club Zero no era un club cualquiera, sino el club privado más exclusivo de Qegan. Era el lugar donde Oliver solía ir de fiesta con sus amigos.
Leah continuó: "Un tipo borracho acorraló a Millie cerca del baño e intentó agredirla. Uno de los testigos dijo que tenía chupetones en el pecho y que le habían bajado la ropa interior. Menos mal que tuvo la sensatez de encerrarse en el baño de mujeres antes de que la situación empeorara...".
Rosanna no escuchó el resto de las palabras de Leah, porque su mente estaba en otra parte. Finalmente, su amiga terminó la llamada.
La llamada de Leah había borrado cualquier resto de sueño que le quedaba, dejándola aferrada al celular con tal fuerza que sus nudillos palidecieron.
¿Cómo no se iba a enojar por esto?
Se había obligado a mantener la calma durante la llamada, aferrándose a la última pizca de dignidad que le quedaba.
Intentó distraerse mirando su celular, pero la noticia de la pelea de Oliver en el Club Zero ya se estaba difundiendo por las redes sociales.
Las historias lo pintaban como un amante apasionado, un hombre dispuesto a arriesgarlo todo por su amada, retratándolo como un romántico audaz y desesperado.
Cuanto más leía Rosanna, más se enfadaba. No pudo soportarlo más, así que guardó el celular y apagó la lámpara de la mesita de noche.
Rodeada por la oscuridad, sintió que sus pensamientos se aclaraban.
En sus tres años de matrimonio, Oliver nunca anunció públicamente su relación. En cambio, se pasó el tiempo mezclándose con mujeres de diferentes clubes. Millie, segura de su favoritismo, siempre se lo restregó en la cara.
En ese momento, se preguntó si su matrimonio con Oliver, que ya se estaba desmoronando por dentro, tenía sentido.
El sonido de la puerta al abrirse interrumpió sus pensamientos. Miró la hora: eran las cinco y media de la mañana.
Oliver había vuelto, pero no regresó al dormitorio, sino que se dirigió directamente al estudio.
Rosanna se levantó de la cama, respiró hondo y caminó hacia el estudio, donde llamó a la puerta.
No hubo respuesta.
Volvió a llamar y, luego, giró el pomo para entrar.
"¿Te di permiso para entrar?". La voz de Oliver era cortante y su expresión se ensombreció al instante ante la repentina interrupción.
Rosanna vaciló un instante. Luego, reunió todo su valor para mirarlo a los ojos y le dijo: "Divorciémonos".