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El Linaje Maldito (Libro 2)

El Linaje Maldito (Libro 2)

img Fantasía
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Acerca de

Después de la batalla que llevó a la caída del tirano rey Thomas, Haley por fin ha vuelto a vivir junto a su familia de manera normal, esperando poder reconstruir juntos todo lo que tenían hace una década. Sin embargo, mientras intenta encontrar su lugar en todo este complicado proceso de sanación, no logra dejar de pensar en el hombre que arriesgó tanto por ella. A pesar del desafío que supone que ese hombre sea precisamente el hijo de la persona que más daño le hizo, Haley ya no puede ignorar los sentimientos que han comenzado a formarse en su interior. Sentimientos que se asientan cada vez más y que no parecen querer desaparecer pronto, para su más absoluta desgracia, pues es consciente de que no es bueno ni conveniente lo que está sucediendo entre ambos. Así se embarcará en una relación clandestina y prohibida, encontrándose en un debate interno continuo, sin tener ni idea de a cuál de las dos partes debe hacer caso. ¿Es mejor tomar la decisión aparentemente correcta y fácil, ignorando los designios de su corazón o... deberá escoger el camino difícil, aquel que le traerá muchas consecuencias y sacudirá su vida hasta los cimientos? Además, pronto Haley enfrentará nuevos problemas, como la amenaza de ser descubiertos por personas que de ninguna manera deben saberlo y la aparición de nuevos enemigos y rivales. En medio de todas estas tensiones e intrigas, los sentimientos de ambos se pondrán a prueba como nunca antes. ¿Podrán Haley y Alexander superar los obstáculos que se interponen en su camino o sucumbirán a las fuerzas que amenazan con separarlos?

Capítulo 1 Prólogo

*16 de diciembre de 1540 D.D.*

-Haley, cariño, ya están todos en la mesa, debes bajar rápido- Me apremia Amelia. -Ya se te ha olvidado lo que te digo siempre...

-No, no- La interrumpo. -Que es de mala educación llegar tarde.

-Eso es. Ahora corre, que te estarán esperando y ya sabes que a tu padre no le gusta nada dar mala impresión ante invitados tan importantes.

Termino de calzarme las manoletinas que ha escogido mamá para la ocasión y luego me encamino hacia allá, avanzando a paso ligero para que no me regañen demasiado. Amelia tiene razón, a papá no le gusta nada que no estemos todos listos cuando hay que recibir a alguien.

Me detengo en seco en la entrada y aliso un poco mi vestido con las manos para eliminar todas las arrugas que se han formado después de estar tumbada en la cama durante horas. Mamá me advirtió que no me lo pusiese hasta que no llegase la hora de la cena, pero no le hice caso, pues me gustaban mucho los volantes y lo quería probar ya.

Todas las personas que se encuentran ahora mismo en el comedor principal se dan la vuelta y clavan sus miradas en mí ante mi repentina llegada. Me acerco hacia la mesa en la que están sentados arrastrando los pies, y agacho la cabeza para disculparme por la tardanza.

-¿Dónde estabas?- Pregunta mamá.

-No vi la hora- Musito con sinceridad.

-Venga, siéntate- Me indica el sitio que se encuentra al lado del de Ry.

Papá me dedica una mirada desaprobatoria, pero no dice nada. Sé que no va a reprenderme aquí frente a todos, porque a él no le gusta "montar números", como él lo llama, enfrente de desconocidos. Pero también sé que lo hará luego, cuando estemos a solas.

-¿No saludas a nuestros invitados?- Continúa mamá, recordándome mi error.

-Buenas noches, Majestades- Dirijo mi saludo al hombre y a la mujer que se encuentran sentados frente a mis padres, inclinando levemente la cabeza, como me han enseñado.

Ellos poseen un rango superior al mío, así que debo mostrarles respeto. No es el caso con sus hijos, el príncipe y las dos princesas. Yo también soy una princesa, así que estamos en igualdad de condiciones.

-Buenas noches, Altezas- Termino con rapidez.

Los dos mayores, los mellizos Dominic y Sophia, apenas me miran de reojo. Sin embargo, su hermana menor, la princesa Elianna, me presta más atención y me sonríe levemente.

-Buenas noches- Me corresponde sólo la reina Cordelia.

Los sirvientes llegan justo en ese momento con los entrantes, librándome de tener que vivir durante más tiempo este momento tan incómodo.

Me aíslo en mis pensamientos mientras escucho de fondo la conversación que mantienen, algo que suelo hacer cuando estoy rodeada de desconocidos o de personas con las que no tengo confianza. Realmente no tengo nada que hablar con ellos, así que no voy a molestarme en intentarlo.

Centro mi atención en los príncipes de Savyrgo y me doy cuenta de que soy la menor de todos. Dominic y Sophia acaban de cumplir doce años, mientras que Elianna tiene nueve. Supongo que es por eso que los mellizos ni siquiera me han mirado, porque los niños tan mayores no suelen dedicarle mucha atención a las niñas de ocho años como yo.

Decido ponerme a crear historias en mi cabeza que pueda aplicar con las muñecas, pero la intervención de la reina Cordelia me interrumpe.

-Haley, tu madre nos contó antes que ya tocas el piano muy bien.

Alzo la mirada hacia mamá, que sonríe con orgullo. Es cierto lo que dice la reina, en los últimos dos años he mejorado mucho. Tocar el piano no me disgusta, pero... No me apasiona tampoco. Realmente lo sigo haciendo porque sé que es lo que ella quiere que haga, y me gusta verla feliz.

Sin embargo, lo que yo más adoro del mundo es bailar. Desde que tengo recuerdos ha sido así, cada vez que escuchaba cualquier tipo de música mis pies y mi cuerpo se movían sólos, al son de esta. Incluso cuando me encuentro en mi cuarto, completamente en silencio, creo coreografías para música imaginaria.

Una de esas veces entró Ry sin llamar, pillándome en medio de uno de mis momentos. Primero abrió mucho los ojos y luego se fue corriendo a contárselo a papá y a mamá mientras se reía. Estuvieron con el tema un mes, porque además piensan que no se me da muy bien, así que creen que debería practicar otro tipo de actividades. Como por ejemplo, el piano.

-Así es, Majestad- Confirmo.

-Creo que es momento de que abandonemos las formalidades. Si el proyecto prospera nos volveremos a ver muchas veces en los próximos años.

No me han querido explicar de qué se trata el proyecto, porque dicen que soy demasiado pequeña para saberlo. Se lo he intentado sonsacar a Matt, que es el único de los tres que lo sabe, pero se ha mantenido hermético. Él es muy responsable en estos temas, jamás revelaría algo secreto que le contasen papá y mamá. Se toma muy en serio su posición de heredero y jamás se plantearía traicionar su confianza.

-Estoy de acuerdo- Apoya papá. -Aprovecho que has sacado el tema para proponer un brindis por el éxito, espero, de nuestro gran plan.

-Por el éxito de nuestro plan- Repiten el resto, alzando sus copas y chocándolas entre sí.

Las de los mayores contienen champán, mientras que las de los niños tienen zumo de manzana.

-Lo tendrá, estoy seguro- Interviene el rey Brogan. -Los dioses están de nuestra parte.

-No podría ser de otra manera- Comenta mamá. -Jamás podrían estar de parte de alguien como él.

¿Él?¿A quién se refiere? Tengo curiosidad por conocer su identidad, así que decido llamar la atención de Ry.

-Ry- Susurro, tirándole de la manga. -Ryyy.

-¿Qué?- Responde en el mismo tono.

-¿De quién hablan?

-Del Rey Thomas- Revela después de unos segundos de silencio. -Creo.

¿Qué tiene que ver el rey enemigo en todo esto? No entiendo nada.

-Oh- No logro decir nada más, y Ry ya ha devuelto su atención a la conversación principal.

Suspiro, asumiendo que es algo que no voy a averiguar, porque nunca me cuentan cosas importantes. Me vuelvo a sumir en mis pensamientos, hasta que las carcajadas generalizadas llaman mi atención.

-Sí, lo suyo ya es increíble- Comenta Cordelia. -Ya ni siquiera le apetece criar a su hijo.

-¿Qué ha hecho?- Pregunta Dominic.

-Envió a Alexander a principios de año a educarse con el Ejército- Explica su madre. -Lo cual me parece una barbaridad. ¿Qué tiene, doce años? No es lo suficientemente mayor para eso, es un crío.

-¿Quién es Alexander?- Pregunto sin poder evitarlo, y todos me miran como si hubiese dicho una tontería.

-¿No sabes quién es?- Cuestiona Sophia, con un deje de burla.

-Ahora mismo no me acuerdo- Respondo a la defensiva. Realmente no recuerdo que me hayan mencionado ese nombre alguna vez.

-Alexander Larssen es el príncipe heredero de Kalaryan- Aclara.

-Por el momento, sí- Interviene el rey Brogan. -Pero, si lo conseguimos... Tendremos que hacer algo con el chico.

-Su sangre es ponzoñosa, como la de cualquier otro Larssen- Bufa papá. -Tendremos que asegurarnos de que no suponga un problema para el futuro.

-Niños, iros a dar un paseo, ¿Queréis?- Propone mamá. -Enseñadles el Palacio a los Valencourt.

Los tres nos levantamos sin rechistar. A mí no me apetece enseñarles el Palacio a los Valencourt, pero siempre debo obedecer a mis papás.

Los otros caminan más rápido, así que me veo obligada a correr detrás de ellos para alcanzarlos. Matt y Ry comienzan a hacer lo que les dijo mamá, guiando a los tres hermanos por todas las habitaciones y pasillos del recinto. Yo también aporto algunas cosas, pero nadie me hace caso. Odio ser la pequeña.

Cuando acabamos con todo salimos a los jardines. Llegados a ese punto ya estoy sumida en mis pensamientos de nuevo, porque total, es lo mejor que puedo hacer. Ya han dejado claro que no les interesan mis intervenciones, así que...

-Haley- Matt llama mi atención. -¡Haley!

-Quééééé- Respondo con hartazgo.

-Uy, pero no le contestes así a tu hermano mayor, qué niña más maleducada- Me reprende Sophia.

-Yo le contesto como quiero- La encaro.

-¿Ves? Por eso tienes que irte y dejarnos a solas, eres demasiado cría.

-Yo no me voy a ninguna parte- Me cruzo de brazos.

-Haz lo que te dice, Haley- Pide Matt. -Vamos a hablar de cosas de mayores, cosas que tú no puedes escuchar.

-Sí puedo.

-Déjala que se quede si quiere- Sugiere Ry.

-Claro que no, que luego va con el cuento por ahí- Replica Sophia. -Anda, Ellie, haz el favor de llevártela, porque si no...

-¡Cállate, tonta!- Exploto.

-Ya está bien, vete a tu habitación- Ordena Matt. -Y esto ya se lo contaré luego a papá y mamá.

-Tú no me mandas- Respondo, a sabiendas de que sí puede hacerlo.

Es el heredero, y como tal, Ry y yo estamos por debajo de él. Puede ordenarnos y debemos cumplirlo, pero en este momento no me apetece hacerlo.

-Sí te manda- Es Dominic el que interviene ahora. -Es el futuro rey, y tú sólo eres una princesa.

-Yo también puedo ser reina.

Sé que es algo muy improbable y no lo digo en serio, pero... Sólo quiero defenderme de sus comentarios.

-Lo dudo mucho- Suelta Sophia. -¿Con qué rey te vas a casar, a ver? Además, para ser reina tienes que tener clase y ser educada.

-Tú tampoco te vas a casar con ningún rey- La molesto.

-A diferencia de ti, yo sí que tengo posibilidades. Me estoy preparando especialmente para ello. Ya me imagino con una corona sobre la cabeza, lo extremadamente elegante y poderosa que me veré.

Veo de reojo cómo su hermana menor rueda los ojos, pero no dice nada. Supongo que ha tenido que escuchar eso un montón de veces.

-Pues yo...- Inicio con mi réplica.

-Venga, Haley, márchate ya- Matt me coge la muñeca. -No querrás que avise a papá y mamá, así que hazlo por las buenas.

-¡Suéltame!- Chillo furiosa.

Los miro a todos de uno en uno, hasta que finalmente decido que es mejor marcharme. Aquí ya no pinto nada y sólo voy a conseguir que mis padres me regañen aún más.

Me alejo corriendo, pero tropiezo con una maceta que uno de los jardineros ha dejado en medio del camino. Caigo al suelo, raspándome las rodillas y las palmas de las manos con la tierra.

Escucho las risas de los mellizos de fondo, y también los pasos apresurados de mis hermanos hasta mi posición. Se acercan para ayudarme, pero yo me levanto rápidamente y me zafo de sus agarres.

-Haley, déjanos ver- Pide Ry.

-Dejadme en paz.

-No seas terca- Dice Matt. -A ver si te has hecho mucha herida...

Hago caso omiso y vuelvo al Palacio corriendo, con dirección a mi habitación. No me detengo ante nada, y por ello choco con varias personas, entre ellas Claire, que me pregunta que a donde voy con tanta prisa. La ignoro también y por fin llego a mi dormitorio.

Allí me encierro y voy al baño para revisar las heridas. Me ha salido un poco de sangre, sobre todo en las rodillas, y escuece bastante.

No pasa más de un cuarto de hora antes de que mamá entre en el cuarto, sin llamar.

-¿Haley?- Pregunta con preocupación, y se acerca hasta el baño cuando no me encuentra en la habitación.

-Aquí- Musito en voz baja.

-¿Me enseñas las heridas?

-Supongo.

-Uy, pero esto no es nada- Comenta cuando ve los raspones. -Aún así, voy a llamar al médico para que te lo limpie.

Se va y vuelve unos minutos después con el doctor Mooney.

-A ver, qué tenemos aquí...- Dice este. -¿Me lo enseñas, Haley?

Asiento y lo hago, pero él opina lo mismo que mi madre, que no es nada. Por desgracia, eso no me libra del terrible proceso de limpieza de la herida. Creo que el alcohol es mi mayor enemigo en esta vida.

Comienzo a chillar y a llorar cuando noto el contacto de esa horrible sustancia contra mis heridas, y no paro de hacerlo hasta que por fin acaba y me coloca unas tiritas.

-Cariño, no puedes ser tan escandalosa- Mamá cierra la puerta cuando el doctor Mooney se marcha y se sienta a mi lado en la cama.

-Es que duele mucho- Me quejo.

-Venga, que no es para tanto. Sólo te la han desinfectado.

-Sí lo es.

-¿Recuerdas cuando a Ry se le salió el hombro y se lo tuvieron que colocar?

-Sí... Pero es que Ry es mucho más fuerte que yo. Y Matt también- Confieso lo que he pensado desde siempre.

-Sí, ellos son muy fuertes- Mamá me da la razón. -Pero todos tenemos distintas cualidades, cariño.

-¿Yo no lo soy?

-También lo eres, pero... a tu manera.

Me quedo cabizbaja, pensando en ello, porque aunque haya dicho que lo soy a mi manera... Sé a lo que se refiere. No lo soy, yo no tengo la fortaleza que tienen ellos. Nunca la he tenido y nunca la tendré.

-Pero bueno, ser frágil no es malo- Aclara cuando nota mi expresión. -Además, tú no necesitas ser fuerte, porque siempre vas a tener a gente que te proteja.

-¿Y valiente?

-Tampoco lo necesitas.

-Pero... ¿Crees que lo soy?

Se mantiene pensativa durante unos segundos que se me hacen eternos, pero al final decide responder.

-Creo que eres prudente y cautelosa- Responde finalmente.

-Eso es igual que ser cobarde- Hago un mohín.

-No lo es. Y aunque lo fuese... Haley, los valientes muchas veces hacen estupideces que los ponen en peligro. Sinceramente prefiero que seas miedosa. Ojalá tus hermanos también lo fueran, yo viviría mucho más tranquila.

Suspiro pesadamente, algo decepcionada por no haber obtenido las respuestas que quería. Aunque supongo que es mejor que me digan la verdad. Mamá siempre dice que lo mejor es la sinceridad, que las mentiras hacen más mal que bien.

-¿Me vais a regañar por llamar tonta a Sophia?

-¡Pero Haley!- Su reacción me deja claro que no lo sabía. Mis hermanos no se lo habían contado.

-Es que se estaba burlando de mí- Me defiendo.

-Haley, no puedes insultar a otra princesa, y mucho menos a una a la que vas a ver mucho desde ahora.

-Pues no quiero volver a verla. Ni a ella ni a su hermano. No me caen nada bien, sólo la princesa Elianna parece soportable.

-Pues vas a tener que aprender a tolerarlos, cariño.

-Ella afirmó que es imposible que yo sea reina algún día.

-No es imposible, pero... No es algo fácil.

-Ella dice que se está preparando para serlo.

-Así es, sus padres nos lo estuvieron comentando antes.

-¿Crees que se casará con un rey, mami?

-Pues seguramente.

-¿Y Elianna?

-A ella no la está preparando para eso, así que lo dudo. Seguramente contraerá matrimonio con un noble de alto rango de Savyrgo. Es muy posible que eso también te pase a ti.

Asiento con la cabeza y mamá se levanta, dando por finalizada la conversación.

-Tengo que volver a la cena- Informa. -Si necesitas cualquier cosa... Amelia está en su dormitorio.

-Está bien.

Camina hacia la puerta, pero se detiene antes de irse y se da la vuelta hacia mí.

-Es probable que la cena se alargue bastante, así que te doy las buenas noches ya. No rechistes cuando Amelia venga a acostarte a las nueve y cuarto.

-¿Nueve y media?- Intento negociar.

-No, ya sabes que ese es tu horario. Que sino mañana por la mañana no hay quien te levante para las tutorías.

-Está bieeeeeen. Buenas noches, mamá.

-Buenas noches, cariño- Me corresponde. -Recuerda rezarles a los dioses para que nuestro proyecto tenga éxito.

-Así lo haré- Prometo.

Esta vez se va de verdad, dejándome completamente sola. Aunque realmente no estoy a solas, pues la gran cantidad de pensamientos que recorren mi mente en estos momentos me acompañan.

Pienso en lo que ha dicho la princesa Sophia, en lo que ha dicho mamá, y en lo que definitivamente todos los que me conocen realmente piensan. Soy la pequeña de la familia, pero también soy la más débil y la más cobarde. A mí me da miedo todo, a diferencia de mis hermanos, que no parece darles miedo nada.

En cambio, yo... Le tengo miedo a muchas cosas. Demasiadas. Y no entiendo por qué soy así, porque papá siempre dice que los Antilles son fuertes y valientes, desde niños. Pero está claro que se equivoca, porque no todos son así. Yo soy la excepción y en verdad me gustaría no serlo. No en esto.

Me gustaría ser como todas esas personas de los cuadros del pasillo principal, que hicieron cosas increíbles, cosas extraordinarias. Personas que en teoría son mi familia, pero a las que no me parezco en absoluto, sólo físicamente. Leo sus historias, sus biografías, sus logros... Y sé con certeza que yo no sería capaz de hacer algo así. Vamos, si es que me aterra incluso la posibilidad de vivir lejos de Cráteris cuando sea mayor.

Le he dicho a Sophia que yo también podría ser reina, pero... Lo cierto es que jamás me atrevería a serlo. Veo a mamá y sé que yo no podría hacer lo que ella hace. No podría dirigirme al pueblo de la misma manera que ella, con tanta seguridad y tanta... No sé. No entiendo cómo puede ponerse enfrente de tantas personas y no equivocarse.

Pero no es la única, evidentemente papá también lo hace, muchas más veces, y Matt ya lo ha hecho alguna vez. Sin temblar, sin dudar, sin pensar más de la cuenta... ¿Por qué no se ponen nerviosos? Ry no ha dado su primer discurso aún, pues es a los doce años, pero ya está emocionado por hacerlo. Yo, en cambio, estoy aterrorizada. No me obligarán a darlo si no quiero, pero sé que les decepcionaría si no lo hiciese. Bastante.

Y además... Cuando llegue mi duodécimo cumpleaños, todo el mundo lo estará esperando. Si no lo hago empezarán a decir cosas de mí, empezarán los rumores. Esos de los que tantas veces me han advertido.

Dirían que no valgo para ser princesa, que una princesa debe saber enfrentarse a su pueblo y mostrarse serena en su presencia. O también, que no valgo para ser una Antilles, que no doy la talla.

Y lo peor de todo es que seguramente tengan razón. No brillo, no soy fuerte, no soy valiente. Está claro que lo único que tengo de Antilles es el apellido y el color de mi cabello.

Y sé que, tarde o temprano, todos se darán cuenta de ello.

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