En mi vida anterior, mi hermana Sylvia apareció ante mí, cubierta de marcas de abuso, abandonada en la fría morgue tras casarse con el presidente Máximo Castillo.
Luego, el olor a tabaco cubano lo envolvió todo y un dolor agudo me atravesó la espalda, ahogándome en mi propia sangre.
Cuando volví a abrir los ojos, me encontré de vuelta en mi cama en la mansión García, ¡el mismo día en que Máximo venía a proponer matrimonio a mi hermana!
