La esposa sustituta del CEO
img img La esposa sustituta del CEO img Capítulo 5 Ahora es suya
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Capítulo 6 La amante de Egil img
Capítulo 7 Eres mía, Adelaide img
Capítulo 8 Soy Petra img
Capítulo 9 El jardín de rosas img
Capítulo 10 Castigada img
Capítulo 11 Servicio al cuarto img
Capítulo 12 Los planes de Petra img
Capítulo 13 Una emboscada para Egil img
Capítulo 14 Ni esposa ni señora img
Capítulo 15 ¡Detente! img
Capítulo 16 Herida nuevamente img
Capítulo 17 Nadia Valencia img
Capítulo 18 ¡Encuéntrala! img
Capítulo 19 Egil está grave img
Capítulo 20 Una carta para Egil img
Capítulo 21 Nos divertiremos un rato img
Capítulo 22 Irene Arrabal img
Capítulo 23 La llegada sorpresa de Irene img
Capítulo 24 ¡Todo es por tu culpa! img
Capítulo 25 ¿Quién img
Capítulo 26 ¿Cómo se atreve a hablar así de Egil img
Capítulo 27 Confusos img
Capítulo 28 Egil visita a Adelaide img
Capítulo 29 ¿Tanto la odia img
Capítulo 30 ¿Benedict img
Capítulo 31 ¿Amor img
Capítulo 32 La carta de Nadia img
Capítulo 33 Está perdida img
Capítulo 34 El trabajo ya está hecho img
Capítulo 35 Tiene el marido que se merece img
Capítulo 36 Entre la vida y la muerte img
Capítulo 37 Lo siento, señor img
Capítulo 38 ¿De quién desconfías img
Capítulo 39 Egil ha vuelto img
Capítulo 40 Una cena con Ana Lupot img
Capítulo 41 Es simplemente imposible img
Capítulo 42 Niña rica con aires de Barbie img
Capítulo 43 ¿Quieres morir img
Capítulo 44 Yo vine en su reemplazo img
Capítulo 45 De rodillas img
Capítulo 46 ¡No te enseñaron nada! img
Capítulo 47 Mi esposo me detesta img
Capítulo 48 Ya no vuelva img
Capítulo 49 Los planes se adelantan img
Capítulo 50 Nunca fue fácil img
Capítulo 51 No creo poder lograrlo img
Capítulo 52 Saldrás perdiendo img
Capítulo 53 Agradece que estás viva img
Capítulo 54 ¿Qué haremos img
Capítulo 55 Ya es tarde para eso img
Capítulo 56 Lo tengo controlado img
Capítulo 57 ¿A dónde iremos img
Capítulo 58 No es lo que piensas img
Capítulo 59 No juegues conmigo img
Capítulo 60 ¿Lo hizo de nuevo img
Capítulo 61 Un santuario img
Capítulo 62 Nadie puede tenerlo img
Capítulo 63 Quiero que me necesite img
Capítulo 64 ¿Adelaide img
Capítulo 65 Esto no puede estar pasando img
Capítulo 66 Necesito ver tus ojos img
Capítulo 67 Estás embarazada img
Capítulo 68 Dale tiempo img
Capítulo 69 Fue un accidente img
Capítulo 70 ¿Un bebé de Egil img
Capítulo 71 Confirmado img
Capítulo 72 Él no perdona una traición img
Capítulo 73 El mensaje de Bahram Valencia img
Capítulo 74 ¿Dónde está mi esposa img
Capítulo 75 Yo misma lo hice img
Capítulo 76 Ella desapareció img
Capítulo 77 ¿Todo era falso img
Capítulo 78 Preparativos de Nochebuena img
Capítulo 79 Ella no merece tu perdón img
Capítulo 80 Ella sigue viva img
Capítulo 81 Todo eso fue una trampa img
Capítulo 82 No me gustaría estar en tu lugar img
Capítulo 83 Seré la señora Arrabal img
Capítulo 84 ¿Algún día va a despertar img
Capítulo 85 Ella despertó img
Capítulo 86 ¿También eras el amante de esa mujerzuela img
Capítulo 87 ¿Alguna vez le harás caso a tu corazón img
Capítulo 88 ¿Quién te crees que eres img
Capítulo 89 Egil siempre me amó img
Capítulo 90 En labor de parto img
Capítulo 91 Se llama Eleonor img
Capítulo 92 ¿Qué sucede img
Capítulo 93 ¿La dejará salir img
Capítulo 94 ¡Respeta a mi hija! img
Capítulo 95 Esa mujer quiso matarme img
Capítulo 96 El momento que habían esperado img
Capítulo 97 ¿Hermana de Fidel Alonso img
Capítulo 98 Lo más importante ahora img
Capítulo 99 ¿A qué le tienes tanto miedo img
Capítulo 100 Esto es muy divertido img
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Capítulo 5 Ahora es suya

Mientras más se acercan a la habitación de Egil, Adelaide se siente más mareada y con ganas de vomitar. Su estómago se revuelve y no encuentra la manera de tranquilizarse.

-Mantenga la calma, mi niña -Insta la sirvienta como si eso fuese posible para ella. Puede pedirle todo, menos calma. Eso es imposible en estos momentos-. Recuerde todo lo que le enseñé, si se resiste puede ser peor. Es mejor que se acostumbre a estas órdenes, el señor Egil será su esposo desde mañana y hoy es legalmente su prometida, por lo que es normal que desee pasar tiempo a solas con usted.

Para Adelaide escuchar esas palabras de la única persona que la ha comprendido y cuidado desde que nació es el claro ejemplo de que le esperan días muy difíciles en esta hacienda.

Adelaide no se siente preparada para este encuentro a solas entre ellos, es más, está aterrorizada solo de imaginar que ese hombre pueda disponer de su cuerpo como se le antoje.

-Ya llegamos, mi niña -Se detienen frente a una puerta doble custodiada por dos hombres armados y cara de malos-. Debe dar dos toques y esperar que el señor le autorice para entrar.

Adelaide asiente con un gran nudo en la garganta. Mercedes aprovecha ese corto tiempo para acomodar su larga cabellera a un lado de su hombro para que se vea más sensual.

Cuando termina, hace un asentimiento y se marcha.

La joven duda en tocar la puerta, pero antes de que pueda reaccionar, uno de los guardias lo hace, anunciando su presencia en la puerta.

-¡Adelante! -La voz profunda y ronca de Egil se oye desde el otro lado unos segundos después. Adelaide se estremece como si una ola de frío la tomara por sorpresa. Las puertas dobles se abren y la joven entra a ubicarse a unos pasos con la vista fija a sus zapatos y el corazón atorado en la garganta.

Dentro de la habitación no se oye nada, excepto su propia respiración agitada. Tampoco osa levantar la vista para ver dónde se encuentra Egil o si la está observando desde algún punto.

Adelaide permanece parada en la misma posición durante unos minutos hasta que finalmente oye los pasos de su futuro esposo acercarse hasta ella.

La joven levanta la vista y por unos segundos ambos se miran fijamente a los ojos. Adelaide se siente intimidada por el corpulento hombre frente a ella. Él es demasiado grande y alto, mientras que ella es muy pequeña y escuálida. No es de extrañar que Egil la vea como a un insecto al cual puede aplastar sin compasión.

Egil ya no lleva su traje azul como a la hora que llegaron. Ahora lleva solo su camisa celeste, con las mangas dobladas hasta sus codos. Adelaide no puede evitar detallar su cuerpo bien formado que resalta a la perfección bajo esa casi transparente tela. El atractivo de este hombre no es algo oculto para nadie y ahora ella lo está confirmando con sus propios ojos.

Su cabellera castaña combinada con sus ojos azules le dan un aspecto sobrio y austero. Y su aroma embriagante y masculino no pasa desapercibido para Adelaide cuando él la rodea lentamente al punto de dejarla levemente mareada.

-¿Cómo estuvo su viaje, Adelaide? -pregunta él a su espalda. La joven se sobresalta y Egil sonríe al notar su reacción tan tonta.

-Largo y bastante cansador, señor -Responde ella en un hilo de voz grave. Un gruñido es la respuesta que recibe.

-Espero que no se encuentre tan cansada como para compartir un momento conmigo -Replica él colocándose delante de ella. Adelaide niega con un nudo en la garganta-. Me gustaría conocer más detalladamente a mi futura esposa. Quítese el vestido y voltee hacia la pared.

Adelaide empieza a bajar su cremallera con los dedos temblorosos, mientras Egil sigue sus movimientos con una sonrisa arrogante estampada en el rostro.

El mayor deseo del él es hacerla pagar, descargar en ella la rabia que siente por lo que sucedió con su hermana Nadia y lo hará esta misma noche. Poco le importa que ella sea hija de Bahram Valencia; va a tratarla tal como a una mujerzuela o peor, después de todo, ella es de su propiedad ahora, su propio padre la entregó como compensación por el acto indigno de Nadia y él no perderá la oportunidad de demostrarle cada segundo de su estadía en esta hacienda, en manos de quien cayó.

Adelaide abre su vestido y lo deja caer al piso, dejando ver su cuerpo casi totalmente desnudo a Egil. Por un momento siente ganas de taparse, pero él emite un corto gruñido de advertencia que la hace recapacitar.

Egil la mira sin pudor alguno desde la punta de sus pies hasta detenerse deliberadamente más de la cuenta en sus pechos que son firmes y bastante generosos. Por lo demás, es tan delgada que podría hacerla pedazos si se deja llevar por su instinto más primitivo. Tampoco cree que ella alguna vez aguante su pasión.

La observa detenidamente y ni siquiera le apetece poseerla, las mujeres con las que suele estar son mucho más hermosas que ella y saben cómo complacerlo; sin embargo, no perderá la oportunidad de hacerla sufrir cada vez que tenga la oportunidad.

-De la vuelta, Adelaide -Ordena una vez más con voz firme. Ella lo hace lentamente, tomándose el tiempo para poder asimilar su situación.

Una mano grande y firme se posa en su espalda baja y la empuja contra la pared, donde la acorrala con su enorme cuerpo.

Un jadeo corto sale de la garganta de Adelaide por la impresión. ¿Acaso este hombre va a poseerla parada?

Egil aspira su aroma mientras pasea sus dedos largos por su cabello, disfrutando de su suavidad. Nunca conoció a nadie, excepto a la señora Amaranta, con esos rasgos que le parecen hermosos y exóticos. Las mujeres de aquí son en su mayoría morenas y algunas raras excepciones, rubias, pero ninguna tiene el cabello tan largo y bien cuidado como Adelaide.

Con una lentitud que quema, él enreda su cabellera rojiza entre sus dedos y la jala hacia atrás, arqueando la espalda de Adelaide hasta apoyar su cabeza en su pecho.

La joven se muerde el labio inferior para evitar emitir algún quejido de dolor, mientras Egil la observa desde atrás, complacido.

El hombre lleva su mano libre hasta uno de sus pechos y lo amasa, lento primero, luego con más agresividad, lento nuevamente y agresivo de nuevo, como si siguiera algún tipo de patrón para torturar el cuerpo de Adelaide.

La joven no comprende como algo tan brusco y desagradable puede causar satisfacción. A ella no le gusta lo que está sintiendo.

-Quítese también su ropa interior -Pide él sin dejar su labor en su pecho.

La joven lo hace lentamente para darse un poco más de tiempo, pero él pilla su intención y se lo quita de un tirón. Abre sus piernas con sus rodillas y lleva su mano a su intimidad y empieza a palpar.

Adelaide comienza a llorar por la sensación incómoda en esa parte de su cuerpo que nunca antes había sido invadido. Es un sollozo silencioso que a Egil no le pasa desapercibido, pero sabe que esas lágrimas no son de dolor porque en realidad él no la está lastimando, es simplemente un llanto de resignación y eso lo complace. Lo que menos desea es luchar por algo que ya es suyo y Adelaide ahora es suya, completa y totalmente suya y no hay nadie que pueda remediarlo.

                         

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