Todo lo que me recordaba a Fernando lo saqué de casa; Quemé las fotos; Doné toda su ropa; En casa ya no queda nada de él, sólo quedan en mi mente los recuerdos dolorosos, y lucho todos los días por no pensar en ellos. Mi destino es incierto, si no me caso con Federico, corro el riesgo de vivir en la calle; Si me caso con él, tendré una casa. Es sólo un año, Lara. Mi conciencia grita en mi mente. Terminé de leer el contrato y quiero discutir algunos puntos con él, dejando claro mis deseos. Cogí el celular y llamé a Frederico, le dije que quería discutir algunos puntos del contrato, dijo que vendría a cenar conmigo, dijo que en cuanto llegara podríamos pedir algo de comer, le Aproveché la oportunidad y ordené la casa, yo no tenía nada que hacer. *** Salí de la ducha, terminando de secarme el cabello, me miré al espejo y noté las innumerables pecas en mi rostro, recordé que Fernando las odiaba, siempre tenía que cubrirlas con maquillaje, él siempre decía que mi cara me veía viejo cuando no los cubría. Dejé que una lágrima rodara por mi rostro y toqué las pequeñas manchas con las yemas de los dedos, recuerdo que, cuando era pequeña, mi madre decía que era hermosa. Me limpié la cara, me recogí el pelo, fui al armario, elegí unos jeans con una blusa de tirantes finos, hacía un poco de calor. Me recogí el pelo y pronto oí sonar el timbre. Me miré por última vez en el espejo y salí de la habitación con mis zapatos planos. Me detuve frente a la puerta, respiré hondo y exhalé lentamente. La abrí y pasé un breve minuto observando al hombre parado en mi puerta. Frederico estaba, como siempre, bien arreglado; el pelo bien peinado y recogido con alfileres. Bajé la mirada y le dediqué una débil sonrisa. - Perdon. Puedes pasar - dije al notar que él estaba ahí parado mirándome sin decir nada. - Eres mucho más hermosa sin maquillaje, ¿lo sabías? La última vez que te traje flores, hoy decidí traerlas en esta caja de chocolates - dijo sorprendiéndome, lo miré riendo y tomé la caja de su mano, agradeciéndole el gesto de cariño. - ¿Quieres hablar del contrato ahora o comer primero? - preguntó parándose frente a mí, su voz sonaba muy paciente. - ¿Lara? - Tocó mi hombro, pero me sobresalté por su toque, me di cuenta que estaba quieto, pensando en una respuesta. - Lo siento, Federico. Estoy un poco confundido hoy. - En sus labios noté un pequeño rastro de una sonrisa. Dejé la caja de chocolates sobre la mesa, Frederico vino detrás de mí, se detuvo en la entrada de la cocina y me miró. - ¿Qué quieres cambiar en el contrato? - Preguntó. Me volví hacia él y nuestras miradas se encontraron y me alejé del contacto. Fui al refrigerador, tomé una botella de vino, la serví en dos copas y la llevé a la sala, donde estaba Frederico. Me senté en el sillón de al lado y tomé un sorbo de la bebida. - Antes de hablar del contrato, ¿qué crees que comemos primero? - Pregunté con voz temblorosa. - ¿Qué quieres comer? Pensé en pedir sushi o yakissoba, pero te dejo elegir - dijo después de tomar un sorbo de vino. - Podría ser sushi - dije emocionado, Frederico sacó su celular del bolsillo, hizo el pedido, arreglé la mesita de la sala y coloqué dos almohadas en el suelo para que nos sentáramos. Tomé también la botella de vino y dejé el contrato cerca. Quería discutir algunas cláusulas con él, me di cuenta de que no me quedan muy claras. Media hora después, el repartidor trajo el barco de sushi y Frederico lo colocó sobre la mesa, nos sentamos y empezamos a comer. Estuve analizando este pequeño momento, nunca he sido tan feliz como ahora, a pesar de las dificultades que estoy pasando, sin embargo, sé que Frederico está conmigo. Sonreí, tomando otro trozo de pescado, mojándolo en la salsa de wasabi, luego comiéndolo, dejando escapar un pequeño gemido, Frederico sirvió más vino en nuestros vasos. Satisfecho, esperé a que terminara de comer. Sin que se diera cuenta, lo vi lamerse los labios después de poner un trozo de pescado en salsa. Masticó lentamente, saboreando la comida. Cogió la servilleta, se secó los labios y luego me miró. - Ahora abordaremos tus dudas respecto al contrato. Dime cuáles son - dijo acomodándose. - Quiero poder trabajar fuera de casa después de casarme, no quiero vivir en casa, como si fuera un inútil. Quiero visitar a mis padres - dije mirándolo. - ¿Por qué crees que te prohibiría trabajar o visitar a tus padres? Serás mi esposa, Lara, no mi propiedad. - Frederico me miró esperando una respuesta. - Porque antes era así, me impedían vivir, trabajar, tener amigos, ir sola a lugares. Y no quiero volver a vivirlo todo. ¿Vamos a vivir en Los Ángeles después de la boda? - Me levanté, sentándome en el sofá, bebiendo un poco más de vino. - Lara, no quiero que pienses que actuaré igual que Fernando. No soy como él, ya te he dado suficientes pruebas. Lo que quieras hacer después de la boda, estaré a tu lado apoyándote. Sí, viviremos en Los Ángeles, tengo mi estudio de fotografía allí, necesito volver a trabajar, pero primero visitaremos a tus padres - dijo Frederico sentándose a mi lado. - Simplemente no estaba seguro porque aquí dice que tendré derecho a un subsidio después de casarnos, no lo quiero. Prefiero trabajar, tengo título, solo que no ejercí mi profesión porque me lo impidieron. ¿No está bien explicado aquí también cómo actuaremos después de vivir juntos, dormiremos en habitaciones separadas? - Frederico se acercó a mí y tomó mi mano. - Podemos dormir en una habitación separada, Lara, así tendremos más privacidad. No quiero que pienses que sólo porque nos vamos a casar voy a dejar de respetarte. - Sentí su aliento más cerca de mí, su aliento olía a vino y sushi, ya estaba muy feliz por las copas de vino, no estoy acostumbrado a beber. No sabía qué responder ahora. Entonces no dije nada. - Estoy de acuerdo contigo - dijo con sinceridad. -Está bien entonces. Si tienes alguna duda, puedes llamarme - asintió en voz baja, llevó mi mano a sus labios y besó suavemente cada dedo. Mi cuerpo reaccionó a su toque y cerré los ojos esperando el beso. Sentí sus labios en mi frente y sonreí ante su gesto de cariño. Federico Barreto Acababa de salir de la ducha cuando sonó el teléfono de mi habitación, era de recepción, informándome que Lara había llegado al hotel, autoricé su entrada y me cambié de ropa, me puse unos jeans con un polo azul, me puse mis zapatillas, me arreglé el pelo y esperé a que llegara. Hoy íbamos a firmar el contrato de matrimonio, admito que estoy un poco nervioso, ya que antes solo soñaba con casarme algún día con ella, sé que es solo un contrato, pero nada es imposible, enamoraré a Lara. conmigo la trataré como merece ser tratada. Tan pronto como sonó el timbre, coloqué la caja con los anillos sobre la mesa y fui a abrir la puerta. Sonreí al ver a la esbelta mujer frente a mí, ella sonrió tímidamente, se veía hermosa, llevaba un vestido azul holgado, el largo le llegaba hasta la rodilla, su cabello recogido en un moño la hacía parecer más joven, Lara tenía veinte años. Tenía cinco años, pero parecía mucho más joven. Yo, a los veintiocho años, parecía mucho mayor, creo que el tema de irme al extranjero, vivir solo, cambiar completamente mi vida, me hizo madurar mucho antes de tiempo. Le di paso a entrar. - ¿Cómo estás? - saludé besando su rostro. - Sí, solo tengo una molesta migraña, ya tomé medicación