Matrimonio por poder
img img Matrimonio por poder img Capítulo 2 .
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Capítulo 2 .

Comenzamos a caminar por el pasillo nupcial, todos me miraban, y mientras caminaba, traté de mirar fijamente hacia adelante. El pasillo se me hacía la caminata más larga de mi vida. Ya estaba llegando, podía ver la espalda de un hombre al frente, mientras los invitados sentados al frente se estaban riendo.

Al llegar al altar, el sacerdote esperaba, el hombre volteó, era un señor mayor, parecía ser de la edad de mi padre, lo que me confundió muchísimo. Estaba muy confundida, ¿cómo es este hombre tan viejo?, ¿no tenía solo 36 años?, ¿qué está pasando aquí?, aún agarrada del brazo de mi padre, di un paso hacia atrás, no me iba a casar con un anciano.

Antes de que yo hiciera un escándalo, mi padre, que parecía en shock, comenzó a hablar. "¿Qué pasa aquí?, ¿dónde está William Saymeur?" "Mi señor no puede asistir a la boda, así que esta será una boda por poder". "¿Qué cosa?, ¿eso todavía existe?" Yo estaba perdida totalmente, ¿qué era esto?, ni siquiera puede venir a su propia boda, es así ese hombre, y quién es este señor.

- Permítame presentarme, yo soy Taylor, el mayordomo del señor Seymour. Él no puede asistir por negocios, así que me envía con la documentación para representarlo.

No le daba crédito a lo que escuchaban mis oídos. El hombre sacó un documento y una pluma, y luego me dijo: "Señorita, firme aquí. Es el certificado de matrimonio. Está listo, solo falta su firma. El oficial judicial se lo llevará para ser notario, y listo. El señor ya lo ha firmado".

Estaba deseando escapar de verdad de esta locura. Me sentía humillada a un nivel que jamás pensé serlo. Mi padre me apretó un brazo, casi me lo partió, así que me solté de su agarre. Di un paso adelante, tomé el bolígrafo. El hombre me apuntó dónde debía firmar. Apreté el bolígrafo, me acerqué y puse mi firma. Luego, otro hombre vino, puso un sello en el papel, y después se fue, se llevó el papel.

- Comencemos la ceremonia, ya vamos tarde, señora. Coloque aquí, yo estaré detrás de usted en la ceremonia.

Me arrodillé en el respaldo, frente al sacerdote. El mayordomo se coló detrás de mí. Entonces comenzó la ceremonia. La gente murmuraba. En este momento envidio a los sordos. La ceremonia parecía que nunca iba a terminar. Esto es increíble. Me estoy casando sin novio en una gran catedral, llena de gente que ni conozco, que murmuran y se burlan de mí.

La ceremonia al fin terminó. El mayordomo que estaba detrás de mí me ayudó a levantarme. Me paré y caminé hacia afuera, ante los ojos de todos los invitados, que no paraban de reír. Salí al paso, no quería además caerme y pasar más vergüenza. Cuando salí por la puerta, pude respirar. El mayordomo me abrió la puerta de la limusina y me ayudó a entrar. Después, se subió conmigo, y la limusina arrancó camino a la fiesta en el jardín de mi casa.

- ¿Se encuentra bien?

- No es nada, supongo que todo debía ser así. Le puedo pedir un favor.

- Dígame usted.

- Por favor, salgamos pronto de la recepción de la boda. No creo mantener la serenidad cuando todo el mundo murmura a mis espaldas.

- No hay problema.

- Gracias.

La limusina se detuvo después de un largo rato. Hasta el camino de regreso me lo encontré largo. El mayordomo salió, me abrió la puerta y me ayudó a bajar. Caminamos hacia la parte trasera del patio. Me senté en la mesa de los novios y comenzaron a llegar los invitados de la boda. Todos me ignoraban. Mis padres llegaron y eran el alma de la fiesta. No habían pasado ni 30 minutos y ya me quería ir.

Entonces, una mujer muy bella de unos treinta años, con un vestido rojo, se sentó a mi lado en la mesa de los novios.

- ¿Entonces eres?

- ¿Eh? No estaba entendiendo nada, pero la mujer me miraba con resentimiento. No la conozco y me mira como si yo le hubiera quitado algo.

- William nunca te va a querer.

- Es verdad que eres joven y bonita, pero a él le gustan las mujeres como yo.

- Así que no te hagas ilusiones.

- Mira cómo te ha tratado, incluso revivió una tradición de hace miles de años para no asistir a la boda.

¡Ah!, la amante dolida de mi recién adquirido marido. ¡Dios mío! No ha pasado ni una hora de ese circo de ceremonia de boda y ya viene una mujer dolida a molestarme. Bueno, ella se lo buscó.

- Lamento que no se haya querido casar contigo, ni siquiera del modo que se casó contigo. Yo te entiendo, tienes más de 30 años, estás soltera a pesar de ser tan hermosa, y además enamorada de un mal hombre que se acaba de casar con otra. Lo siento mucho por ti.

Le puse la mano sobre la de ella como un acto de compasión. La quitó y se paró, parecía que quería hacer un espectáculo, pero todos los presentes la estaban mirando, parece que la conocían. El mayordomo vino, no me recuerdo verlo en un largo tiempo, entonces dijo:

- Señora, ya todas sus cosas están en la limusina, es hora de irnos.

- Taylor, ahora no me conoces. Tu jefe se ha casado humillando a la novia tanto que ni sé pronto a la supuesta boda. Me pregunto, ¿es esta boda legal?

- Señorita Smith, claro que la boda es legal - respondió el mayordomo -, y no la saludé, discúlpeme, es que tengo que llevar a la Señora Seymour a casa. Si me disculpa.

La mujer parecía querer dar lucha, pero yo solo quería poder salir volando de este lugar, así que me paré y comencé a caminar. Ella me detuvo poniéndome una mano en el hombro, se acercó a mí y me dijo:

- Tú eres más digna de pena que yo. Ese hombre te pondrá como un mueble en su casa, y nada más.

Quitó su mano, me despedí de los invitados, no le dije ni adiós a mis padres, y salí de ese lugar. Abrí la puerta de la limusina que me estaba esperando, me lancé dentro, mi vestido se rasgó. El mayordomo cerró la puerta, entró por la otra puerta, y después nos pusimos en movimiento. Sentía que, de la ira que tenía, la sangre me había subido a la cabeza.

            
            

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