Frederick Becker
img img Frederick Becker img Capítulo 4 Pequeño accidente.
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Capítulo 6 No me recuerda. img
Capítulo 7 Cine en casa. img
Capítulo 8 Casualidad inesperada. img
Capítulo 9 Un hasta luego. img
Capítulo 10 Conclusiones precipitadas. img
Capítulo 11 Placer y deseo. img
Capítulo 12 Una propuesta. img
Capítulo 13 Mi perdición. img
Capítulo 14 Reconocimiento. img
Capítulo 15 Un antes y un después. img
Capítulo 16 Mi mujer. img
Capítulo 17 Tentación y pecado. img
Capítulo 18 Un nuevo día. img
Capítulo 19 Una seria conversación. img
Capítulo 20 Angustia. img
Capítulo 21 Desconcertado. img
Capítulo 22 Más que una coincidencia. img
Capítulo 23 Por favor no me sueltes. img
Capítulo 24 Todo va a estar bien. img
Capítulo 25 Alguien en quien confiar. img
Capítulo 26 Nadar contra la corriente. img
Capítulo 27 Las palabras tienen poder. img
Capítulo 28 Desesperación. img
Capítulo 29 Tenemos las pruebas. img
Capítulo 30 Destino. img
Capítulo 31 Llegada a Nueva York. img
Capítulo 32 Investigación. img
Capítulo 33 Cara a cara. img
Capítulo 34 No lo entenderias. img
Capítulo 35 Una feliz noche. img
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Capítulo 4 Pequeño accidente.

-¡Papi! -gritan las mellizas al unísono al verme entrar a la casa-. ¿Por qué tardaste en llegar? -reprocha Dara sorprendiendome por primera vez por su actuar.

-Hola mis tesoros. -las abrazo besando la frente de cada una -. La tardanza se debe a un regalo que traigo para ustedes -les muestro la bolsa que deje a un lado antes de cargarlas.

-¡¿Helado?! -se asombran tapando sus bocas con las manos-. Gracias papito, te amamos mucho.

Sonrió ante lo que dicen por qué nada más me hace feliz que ellas lo sean. Son mi mundo entero y dedicaré lo que reste de vida a amarlas y adorarlas.

-No puedes estar accediendo a sus caprichos. -reprocha Yara con los brazos cruzados a la altura de su pecho-. De verdad no tienes remedio -niega con leves movimientos de cabeza mientras una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios.

Me levanto caminando en su dirección y la estrecho entre mis brazos.

-No seas exagerada mujer, tampoco lo hago seguido. -beso, su frente-. ¿Dónde está Ethan?

-Está con Enzo haciendo sus deberes. -camina en dirección a la cocina mientras sigo sus pasos y llamo a las niñas para que nos acompañen.

Al entrar en la cocina, las niñas irrumpieron con gritos eufóricos haciendo que mi madre diera un salto por la impresión.

-Abuelita, papi nos trajo helado. -dice Danna con una gran sonrisa en su rostro-. ¿Nos acompañas abuelita?

-Claro que sí, mi tesoro. -toma el helado para colocarlo en el mesón de la cocina.

Yara se encarga de sacar los boles para ir sirviendo las porciones de helados. Danna corre en busca de Enzo y de Ethan para que nos hagan compañía.

Cuando estamos todos reunidos en la mesa, la conversación se centra principalmente en los pequeños terremotos. Cada uno cuenta sus experiencias del día y me quedo maravillado al escuchar cómo se expresan, parecen adultos precoces.

Muchas veces creo que son muy maduros para su edad, pero eso en parte me tranquiliza porque pueden estar al tanto de las maldades que los rodean a diario.

Terminamos de comer el helado y todos nos vamos a la sala de estar para disfrutar de una película en familia antes de ir a descansar.

Como de costumbre, mis pequeñas se sientan una en cada pierna y mi pequeño campeón se cruza de brazos haciendo un puchero.

-¿En dónde me siento yo abuelo? -reclama.

Las miradas de Yara, Enzo y mi madre se posan sobre mí y están a la expectativa de saber que voy a hacer ante esta situación. Pienso y no tengo otra que separar un poco mis piernas para que se siente justo en medio de sus hermanas.

De repente todos estallan en risas y no tengo de otra que unirme a ellos también. Estos pequeños son una completa locura y cada uno marca su territorio como mejor le parece.

Las horas pasan y me doy cuenta de que los niños se quedaron dormidos. Enzo se levanta para ayudarme con Ethan, que a pesar de que cuenta con 7 años parece que tuviera 10, creo que la estatura la heredó de mí.

Yaga carga a Danna y yo me quedo con Dara. Mi madre se encarga de apagar la televisión mientras subimos a la segunda planta para acostar a los pequeños.

Las niñas visten con sus pijamas de princesas, ambas ya se encuentran en sus respectivas camas y arropadas con sus edredones de la misma temática.

Con las manos metidas en los bolsillos las veo dormir y por un momento me pierdo en mis pensamientos al imaginar como serán en el futuro.

-Nuestras princesas han crecido muy rápido. -suspira Yara posicionándose a mi lado-. Creo que nos van a dar muchos dolores de cabeza.

-Para eso estamos, las vamos a guiar por el camino correcto. -rodeo su hombro apoyando mi barbilla en su cabeza-. Todavía falta mucho tiempo para que lleguen a la secundaria, pero llegando el tiempo no estaré preparado para que llamen suegro.

Yara casi se ahoga con su propia saliva y salimos de la habitación antes de que se vayan a despertar. En el pasillo nos encontramos a Enzo saliendo de la habitación de Ethan.

-¿No me digas que ya estás con tus frustraciones de que te llamen suegro dentro de poco? -dice mientras esboza una gran sonrisa-. Papá, tienes que empezar a asimilar la situación.

-Ya te quiero ver cuando llegue el momento, recuerda que también son tus hermanas. -enarco una ceja-. ¿Te recuerdo cómo te pusiste cuando los niños les regalaron una flor a cada una?

-Mejor vamos a dormir, mañana hay mucho trabajo por hacer. -evade el tema con una estúpida excusa.

Les deseo que tengan una feliz noche y voy hasta mi habitación, me quito la ropa para darme una ducha y poder acostarme a dormir para reponer energías. Mañana será un día muy ajetreado.

***

Al día siguiente me despierto más temprano que de costumbre, voy al baño para darme una ducha con agua fría y poder estar activo. Hoy tengo que llevar a los niños al colegio y luego ir a la universidad para impartir las clases.

Muchas veces quise dejar la facultad, pero el decano no quiso aceptar mi renuncia, alegaba que en ningún lado iba a encontrar a un profesor con un excelente currículum como el mío. Después de meditarlo por mucho tiempo, finalmente terminé aceptando, pero bajo una serie de condiciones.

La primera de ella fue solo dar clases en las mañanas y tres días a la semana, no puedo darme el lujo de abandonar mi empresa, esa que tanto trabajo me costó formar.

Los demás días son para trabajar en la farmacéutica, asistir a reuniones y viajar una que otra vez a otros estados o países para concretar acuerdos.

Me sinto afortunado de contar con el apoyo de mi familia, las veces que no puedo viajar lo hace Enzo o en su defecto Yara. El poco tiempo que me queda lo comparto con mis hijas y mi nieto.

Muchas veces mi madre me ha dicho que a pesar de que ya tenga mi edad me veo joven y por ello también tengo derecho a divertirme y quizás encontrar a alguien con quien compartir lo que me quede de vida.

No le discuto sobre el tema para no caer en un dilema, pero a estas alturas del partido ¿Quién se va a fijar en un viejo de casi 51 años y con dos hijas que parecen más mis nietas? Termino por olvidar ese tema y me enfundo en mi traje para bajar a desayunar y llevar a mis pequeños al colegio.

Al bajar me encuentro con mi madre sirviendo el desayuno y a su lado se encuentra mi pequeña Dara.

«¿A qué hora se despertaron estas mujeres?»

-¡Buenos días! ¿Cómo amanecen los amores de mi vida? -camino en su dirección para darle un beso a cada una.

-¿Y dónde quedo yo papi? -reclama Danna frunciendo el ceño-. ¿A mí no me quieres?

-Claro que también te amo mi princesa. -estiro mis brazos para que corra hacia mí-. Nunca digas eso ok, sabes que ustedes son mi mundo entero.

-Está bien papi. -responde con melancolía.

Les pido que tomen asiento y ayudo a mi madre a terminar de servir el desayuno, en menos de lo esperado todos nos encontramos degustando el exquisito desayuno que mi madre ha preparado.

Cuando todos están listos, cada quien sube a sus respectivos autos. Me despido de mi madre con un beso y un abrazo como es costumbre. Estando dentro del auto verificó que los niños tengan bien ajustados los cinturones de seguridad y tengan sus respectivos bolsos.

-¿Abuelo será qué ya nos podemos ir? -pregunta Ethan un poco molesto-. No quiero llegar tarde.

-Todavía es temprano. -verifico la hora en mi reloj-. No desesperes, ya nos vamos.

Me coloco el cinturón de seguridad y emprendo el camino para la escuela de los niños. A escasos metros antes de llegar hay un poco de tráfico, seguro hay un accidente o un choque. Respiro hondo porque de seguro Ethan va a empezar a cuestionarme y no quiero tener una discusión con este pequeño amargado.

Por fortuna los autos comienzan a avanzar y rápidamente llegamos a la escuela. En la entrada se encuentra la maestra de guardia, quien es la encargada de recibirlos.

-Chao papi que tengas un hermoso día. -me abraza Danna y deja un beso en mi mejilla-. No olvides lo mucho que te amo.

Dara repite la misma acción, pero Ethan se las queda viendo mientras ingresan y puedo ver en su rostro un ápice de ¿celos?

-¿Por qué estás molesto? -indago queriendo saber el motivo.

-¿Abuelo, acaso no te das cuenta? -pone los ojos en blanco-. Esos estúpidos niños le están regalando flores a mis hermanas de nuevo.

Miro en la misma dirección que él lo hace para verificar lo que acaba de decir confirmando que es cierto. Sonrió ante lo que acaba de decir y creo que es peor que Enzo.

-Entra que vas a llegar tarde. -revuelvo su cabello sin darle respuesta a lo que acaba de preguntar, sé que no va a quedarse tranquilo hasta abordar el tema nuevamente y obtener una respuesta-. Ya sabes Ethan, pórtate bien.

Se despide haciendo un movimiento con su mano, sé que al llegar a casa lo primero que hará será contarle lo ocurrido a su madre.

Giro para subir al auto, pero cuando lo hago no me percato de la persona que se encontraba detrás de mí y tropiezo sin querer haciendo que pierda el equilibrio. En un ágil movimiento la tomo por la cintura para evitar su caída. Nuestros rostros quedan a pocos centímetros pudiendo sentir el roce de nuestros labios, pero lo que más llama mi atención es la forma en la que me mira.

Quedo prendado de ese maravilloso color de ojos y siento que mi corazón está a punto del colapso.

-Ahora solo falta que se den un beso y lo conviertas en sapo.

Salgo de mis pensamientos al escuchar esa voz y enderezándo me, ayudo a la dama a levantarse.

-Lo siento, no fue mi intención. -me disculpo sintiendo el rostro arder por la vergüenza.

-No tiene por qué disculparse, fue un pequeño accidente. -responde con una hermosa sonrisa-. Diana no seas grosera -reprende a la pequeña quien voltea para disculparse.

-Lo siento señor, disculpe su imprudencia. -dice apenada y yo le resto importancia haciendo un ademán con la mano y la veo entrar para llevar a su hija hasta la entrada del colegio.

Escucho sonar mi celular y verifico en la pantalla quién es el remitente, por un instante me olvidé del mundo y caigo en cuenta que ya tenía que estar camino a la universidad y tener una reunión con el decano antes de empezar la clase de hoy.

Contesto la llamada escuchando a la persona al otro lado de la línea mientras subo a mi auto. Finalmente, cuelgo la llamada y sin más arranco para dirigirme a mi destino pensando en esos hermosos ojos que me cautivaron.

            
            

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