La habitación del hotel estaba envuelta en la oscuridad.
En la cama había dos cuerpos entrelazados. Un hombre disfrutaba del placer que le ofrecía la mujer debajo de él. Se entregó a ella con desenfreno, sin tener en cuenta su inocencia.
Verena Fowler, abrumada por la intensidad del encuentro, finalmente cedió a la inconsciencia.
Despertó molesta, por el incesante sonido de su celular. Se apuró a silenciarlo y luego miró la hora; se dio cuenta de que ya eran las diez de la mañana. ¡Llegaría tarde a su banquete de compromiso!
Su prometido la había sido infiel con su mejor amiga en más de una ocasión, traicionando por completo su confianza. Como si eso no fuera suficiente, la noche anterior había tenido el descaro de llamarla, obligándola a escuchar en directo su infidelidad.
Naturalmente, el espectáculo la puso furiosa y así fue como terminó en un club buscando consuelo, que encontró en un encantador desconocido.
Cuando intentó levantarse, una ola de dolor la invadió. Los esfuerzos de la noche anterior la habían dejado tan adolorida que le daba la impresión de que sus huesos cederían ante la mínima presión.
Sin embargo, ignoró la molestia y se apuró: ¡si no llegaba a tiempo a su compromiso, tendría que enfrentarse a la ira de la familia Fowler y eso era lo último que necesitaba!
Verena se vistió rápidamente y estaba a punto de irse cuando sintió que la agarraban de la muñeca. Se dio la vuelta y miró atentamente al hombre que yacía en la cama, completamente despierto.
"¿Te vas tan pronto?", le preguntó con voz baja y ronca, que resonó en la penumbra.
A pesar de la oscuridad, Verena notó que su mirada era aguda como la de un halcón, ¡muy parecida a la de su prometido!
La joven fingió ignorancia y sonrió. Luego agarró su cartera, sacó un puñado de billetes y los dejó sobre la mesita de noche.
"Guapo, tu servicio estuvo increíble. Es una pena que tenga que irme rápido para llegar a mi compromiso, pero no te preocupes, ¡seguramente volveremos a encontrarnos!", soltó, antes de irse.
Darren Briggs, ofendido por ese comentario, sonrió con gélido desdén. Acto seguido, llamó a su secretario, Henry Holt, quien no tardó en llegar con su ropa.
Tras bañarse, se puso un traje, que lo hacía exudar un aire de distante dignidad. Su mirada permaneció desprovista de calidez. Antes de salir, agarró los billetes que la dama había dejado y los guardó en su cartera.
"Jefe, el compromiso de su sobrino está a punto de comenzar. ¿Nos vamos?", sondeó Henry.
"Bien", musitó el hombre.
"El señor Hamilton expresó su disgusto por su ausencia anoche", insistió el empleado.
Darren se quedó callado, perdido en sus reflexiones. Hacía muy poco que había regresado a Fledo, por lo que se vio obligado a salir de fiesta con viejos conocidos. En el club, terminó involucrado con una mujer borracha, con la que mantuvo intimidad casi toda la noche.
A pesar de su habitual autocontrol, se había sentido inexplicablemente atraído hacia ella, sensación de la que no pudo deshacerse a pesar de que no era tan guapa; sin embargo, la desconocida tenía un encanto inexplicable, un aroma que calmaba su alma inquieta.
Incluso en ese momento, su recuerdo persistía en su mente. Para Darren, quien padecía de insomnio, ese encuentro había sido un respiro.
Mientras tanto, Verena detuvo un taxi y le pidió al conductor que la llevara al hotel en el que se celebraría su compromiso. Llegó al lugar poco antes de las once; el salón de banquete bullía de actividad. Apenas entró en el cuarto de maquillaje, la interceptó su padre, Richard Fowler, listo para golpearla.
"Estoy a punto de comprometerme. ¿Crees que una cara hinchada hará que se me vea mejor el maquillaje?", le cuestionó Verena, mirándolo a los ojos con una férrea resolución, tras interceptar su mano.
"¿Por qué no respondiste mis llamadas? ¡Eres muy atrevida! ¡Si algo sale mal hoy, lo lamentarás!", estalló en una diatriba Richard, al ver frustrados sus intentos de golpearla.
La familia Briggs era la más poderosa en Fledo, principalmente porque Darren era una figura de inmensa influencia en Tacland. De hecho, si no fuera por la amistad entre las dos familias, Verena no habría tenido ninguna posibilidad de comprometerse con un Briggs.
Más temprano esa mañana, comenzaron a correr los rumores sobre la presencia de Darren en el banquete de compromiso de su sobrino. Ambas familias habían preparado meticulosamente el evento, pero la hora de la celebración estaba cada vez más cerca y ninguno de los prometidos aparecía.
"¿Ya llegó Eric?", le preguntó Verena a su padre, mirándolo con frialdad. Se refería a Eric Briggs, su prometido.
Richard dudó un momento. La verdad, el susodicho no aparecía por ningún lado, pero su familia ya estaba recorriendo toda la ciudad para encontrarlo. Sin embargo, daba la impresión de que Eric estaba escapando de su compromiso, pues había apagado su celular.
"Eric no está aquí, ¿esperan que me comprometa sola?", cuestionó la mujer, cuyos labios se curvaron en una mueca de desprecio.
"La familia Briggs ya está buscándolo. ¡Date prisa en cambiarte de ropa y maquillarte!", le indicó Richard, con el semblante sombrío.
La maquillista intentó acercarse a Verena, ansiosa por comenzar su trabajo; sin embargo, esta la despidió para mantener su secreto. "Me encargaré de mi maquillaje personalmente", le dijo.
Su madre siempre le había advertido sobre los peligros de la belleza excesiva. Fue así como Verena se volvió una experta en ocultar su belleza bajo capas de maquillaje. Si la maquillista le tocaba la cara, su secreto quedaría al descubierto.
De repente, se produjo un alboroto en la entrada. "¡Darren está aquí!", anunció alguien.
Al instante, Richard reaccionó. Guio a su hija afuera y le advirtió: "Ha llegado Darren Briggs. ¡Más te vale comportarte en su presencia!".
Verena conocía bien ese nombre. Darren era el hijo ilegítimo de los Briggs, quienes alguna vez lo habían echado.
No obstante, él había resurgido de las cenizas y terminó convirtiéndose en una presencia tan formidable, ¡que ni siquiera la dinastía Briggs, en Fledo, podía darse el lujo de ignorarlo!
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