La bailarina del mafioso
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Capítulo 2 2

-He investigado sobre ti. Sé de tu talento como bailarina, sé del esfuerzo incansable que haces para cuidar de tu familia. Y también sé que estás al borde del colapso financiero y que tienes a tu hermana en la cárcel por culpa de un mafioso.

Lilia se tensó. Que este hombre supiera tanto sobre ella la ponía en guardia, pero no sabía cómo escapar de lo que parecía ser un interrogatorio calculado.

-¿Qué es lo que quiere de mí? -preguntó, tratando de sonar fuerte, aunque su corazón latía con fuerza.

Nikolai la miró directamente a los ojos, con una intensidad que parecía perforar cualquier barrera que intentara construir.

-Quiero ofrecerte un trato. Necesito que seas mi esposa durante un año, alguien que esté bajo mi protección completa. A cambio, me aseguraré de que tú y tu familia nunca tengan que preocuparse por nada.

El silencio era casi ensordecedor. Lilia no sabía cómo reaccionar. La propuesta era tan inesperada como asfixiante.

-¿Esposa? -repitió, confundida.- ¿Qué le pasa?

-Significa que estarás a mi lado en eventos, reuniones, y en mi vida cotidiana -explicó Nikolai, con un tono que no daba espacio a negociaciones.- No se necesita amor ni compromiso sentimental, pero habrá lealtad absoluta. En mi mundo, eso lo es todo.

Lilia sintió una oleada de emociones confusas. Cada fibra de su ser le gritaba que aquello era peligroso, que no debía siquiera considerar aceptar. Sin embargo, el peso de las circunstancias la mantenía plantada en esa silla. Necesitaba ayuda, y sabía que Nikolai podía cumplir su promesa.

-¿Por qué cree que aceptaré? Está muy confiado... Esto puede costarte más de lo que vale -murmuró, más para sí misma que para él.

Nikolai ladeó la cabeza, evaluándola con una mezcla de intriga y algo más oscuro.

-Ya viví suficiente oscuridad, Lilia. Esto no será peor que nada de lo que hayas enfrentado antes.

Contra su instinto, contra todo deseo de libertad, Lilia aceptó. Pero lo que no entendía en ese momento era que ese simple "sí" cambiaría su vida de formas que aún no podía imaginar.

Lilia no tuvo tiempo de reaccionar. Apenas sintió el tirón firme de sus captores, se encontró siendo escoltada hacia el exterior del club y empujada dentro de una limusina negra. El lujo del interior contrastaba violentamente con la oscuridad en la que se encontraba su vida. Los asientos de cuero, el suave zumbido de la calefacción... nada podía calmar su mente mientras ya planeaba cómo escapar de esa trampa.

-¿Crees que esto va a funcionar? -soltó, retadora, al hombre que la observaba desde el otro extremo del auto. Los ojos azules de Nikolai eran como un océano en calma, pero sus palabras tenían el filo de un arma.

-Deja de perder energías planeando un escape, Lilia. Ya aceptaste. No hay vuelta atrás -respondió Nikolai con voz grave, casi sin emociones. Sabía que ella estaba analizando cada detalle, desde las puertas hasta el posible conductor. Pero también sabía que no tenía ninguna oportunidad.

El trayecto fue breve. Poco después, Lilia fue escoltada hacia la impresionante sala de reuniones de Nikolai. La combinación de mármol oscuro y ventanales enormes le daba a la habitación un aire intimidante, pero lo que más perturbaba a Lilia era la presencia impasible de Nikolai, quien la examinaba como si buscara atravesar su fachada y descubrir el secreto que guardaba.

-Quiero que me hables sobre Aleksei -dijo Nikolai, sin rodeos. No tenía tiempo para juegos, pero no iba a forzarle respuestas. Todavía no.

-No tengo nada que decirte -replicó ella, levantando el mentón con desafío.

Nikolai la miró en silencio por un largo instante antes de moverse con la gracia de un depredador hacia su escritorio. Presionó un botón y llamó a uno de sus hombres.

-Investígalo todo. Quiero saber exactamente qué busca Aleksei con ella -ordenó, sin siquiera mirar a Lilia. El hombre asintió y salió de inmediato.

Lilia sintió una mezcla de alivio y rabia. Por un lado, le aterraba que desenterraran los secretos que había hecho todo lo posible por mantener ocultos. Por el otro, le enfurecía cómo Nikolai asumía el control sin consultarla, como si su vida fuera un simple juego de poder.

-No tienes derecho... -comenzó a decir, pero Nikolai la interrumpió.

-Tengo todo el derecho -contestó, girándose para enfrentarla. Su voz se mantuvo calmada, pero había algo en su tono que no admitía réplica. -Tu vida ya no te pertenece, Lilia. Ahora es mía.

Lilia dio un paso hacia él, con los ojos encendidos de ira.

-No necesito tu protección -dijo con firmeza, tratando de mantener la compostura. Nikolai sonrió, pero no era una sonrisa amable. Era un gesto que parecía decirle que él ya había escuchado todas las variaciones de esa frase antes.

-Escucha algo, Lilia -dijo él, esta vez acercándose lo suficiente como para que sintiera el peso de su presencia-. Si no es conmigo, Aleksei te destrozará. Y créeme, no eres lo suficientemente fuerte para enfrentarlo por tu cuenta. Nadie lo es.

El silencio se apoderó de la habitación, con Lilia enfrentando su mirada implacable. Ella intentaba encontrar alguna fisura en su armadura de hielo, pero lo único que veía era determinación. Nikolai no retrocedía, no ofrecía consuelo, pero tampoco mentía.

Minutos después, uno de sus hombres regresó, hablando en voz baja al oído de Nikolai. La confirmación llegó: Aleksei la estaba buscando por una deuda millonaria de su familia. Un problema aparentemente sencillo, que ahora tenía un grado de complicación que Nikolai no podía ignorar.

Sin añadir una palabra más, Nikolai se giró hacia Lilia, intrigado e incapaz de apartar la mirada. Había algo en ella, algo que resonaba con una tristeza y una fuerza indescifrables, que empezaba a encender en él un retorcido sentido de posesión. Sus palabras finales, aunque ásperas, no dejaban lugar a dudas.

-Aleksei no volverá a acercarse a ti mientras estés bajo mi protección. Y por lo que veo, no tienes otra opción. Ahora me perteneces.

Lilia lo miró con furia contenida, pero por primera vez, no le devolvió el golpe. La realidad era ineludible, y por mucho que le doliera admitirlo, sabía que Nikolai tenía razón. La pregunta, sin embargo, seguía siendo: ¿qué costo tendría esa protección?

            
            

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