/0/16601/coverbig.jpg?v=782948eb50ff37f17374f2aae5ab1069)
Es diferente, más grandioso, que el que miré en el sitio web. El balcón es más grande, toda una sala de estar antes de llegar a la enorme cama. No puedo evitar tragar al ver la cama. El de las fotos era un cabecero de madera. Éste tiene postes que llegan hasta el techo, envueltos en cuero negro. De alguna manera parece que esta cama fue elegida a propósito. Casi espero ver algunas esposas colgando de ellos. Honestamente, me preguntaba si entraría y vería látigos, cuerdas, incluso algunos cuchillos en el edredón, pero no hay nada.
Sólo un edredón negro de aspecto extremadamente esponjoso, preguntándome si estaré desnuda sobre él esta noche.
Me doy la vuelta al escuchar la puerta cerrarse detrás de mí. Law se queda ahí, con una mano en el bolsillo de su pantalón, la otra cerca de su cara, su pulgar moviéndose hacia adelante y hacia atrás a lo largo de su labio inferior mientras sus ojos me miran fijamente. Se siente como si estuviera decidiendo qué hacer conmigo. A mi también me gustaría saberlo.
Luego camina hacia mí y observo cada uno de sus pasos, cada movimiento. Sus pies devoran silenciosamente la distancia entre nosotros, su mano sale de su bolsillo y se dirige a su cabello para poder pasar sus dedos por él como pensé que lo había hecho. Luego no puedo verlo en absoluto porque camina a mi alrededor, hasta que está a mi espalda, tan cerca que no puede haber más de unos pocos centímetros entre nosotros. No lo miro por encima del hombro, me quedo completamente quieta, apenas respirando. Entonces siento su dedo recorriendo mi hombro desnudo y se me escapa un pequeño grito ahogado.
-No tengas miedo-, dice en voz baja.
-¿Cómo no voy a serlo? Cuando no tengo idea de lo que quieres de mí-.
-Sabes lo que quiero.-
-Lo hago, pero no lo hago-.
-Entonces déjame dejarlo muy claro.-
Se acerca y su dura polla se flexiona contra mi trasero. Ese dedo que estaba en mi hombro se convirtió en una mano presionando el frente de mi garganta, empujándome hacia él aún más. Su boca llega a mi oreja y su barba me rasca el cuello.
-Primero, quiero verte usando nada más que estos tacones-, susurra.
Su otra mano va hacia la cremallera de mi espalda, comenzando a bajarla, y Dios, el sonido de una cremallera nunca había sonado tan erótico como en el silencio de esta habitación. Luego baja la manga por mi hombro, el vestido pasa por mis caderas y baja por mis piernas hasta que se acumula en el suelo alrededor de mis pies. Voy a salir pero sus dedos subiendo por mi columna me detienen. Llega a mi sujetador y lo desabrocha. Como no tiene tirantes, cae al suelo, encima de mi vestido.
Sus manos son fantasmales, realmente no hay otra palabra para la forma en que sus dedos son apenas un susurro mientras viajan por mis costados, hasta llegar a mis bragas. Mi respiración se entrecorta mientras recorre la parte superior de ellos unas cuantas veces antes de bajarlos, más y más, hasta que se agacha detrás de mí para que pueda salir de ellos.
Se pone de pie, acercándose lo suficiente de nuevo como para que esta vez sienta su polla contra mi cadera mientras camina a mi alrededor para mirarme.
-Quiero sentir la evidencia de cuánto me quieres-, dice mientras pone su mano debajo de mi barbilla. Lo inclina hacia arriba, así que no tengo más remedio que mirarlo a los ojos cuando se inclina más cerca y pregunta: -¿Me quieres, Sarah?-.
Trago, la intensidad en sus ojos hace que sea difícil pensar con claridad. Pero esa es una pregunta fácil. Mi deseo por él me recorre más con cada mirada, cada toque, cada susurro en mi oído.
-Sí.-
Sus ojos nunca apartan la mirada de los míos mientras su mano va hacia mi vientre, desciende, acercándose cada vez más al lugar que le duele. Sonríe cuando salgo con mi pierna derecha, ampliándola para él. Y entonces él está allí, su dedo frotando mi clítoris en un círculo lento pero fuerte. Mi boca se abre, permitiendo que un suspiro estremecido me abandone. Unos cuantos círculos más, suficientes para que mi respiración comience a acelerarse, y luego su dedo se desliza a través de mi humedad.
-Ahí está-. Tararea con satisfacción.
Gracias a Dios no es una pregunta, porque no creo que pueda siquiera responderle en este momento. No con su dedo moviéndose hacia mi abertura, rodeándola, provocándola antes de finalmente deslizar dos dedos dentro. Un gemido silencioso me deja, mis ojos comienzan a sentirse demasiado pesados para mantenerlos abiertos. Pero su pregunta los hace ampliar.
-¿Pensaste en mí desde ayer? ¿Te imaginaste todas las cosas que te haría aquí después de enviarte el número de la habitación? ¿Todas las cosas que quieres hacerme?-
-I--
Sus dedos se detienen abruptamente, se deslizan fuera de mí, sacudiéndome lo suficiente como para dejar que un gemido ronco pase por mis labios.
-Tres reglas para cuando estás conmigo-.
-¿Q-qué?- Pregunto, muy confundida sobre cómo pasó de tocarme a esto. Cómo pasó de hacer preguntas con voz ronca a hablar con severidad sobre las reglas.
-Tres reglas. Asegúrate de recordarlas. Primero, nunca te escondas de mí. Eres hermosa. No lo dudes-.
-No lo haré.-
Él sonríe antes de continuar: -Segundo, no reprimas tu placer. Quiero escuchar cada gemido, cada jadeo, cada llamada de mi nombre y cada súplica de piedad que no daré-.
Trago. -¿Y tercero?-
-Nunca me mientas. Ni una sola mentira. Nunca. Ahora, ¿qué te has imaginado haciéndote?-
Me está dando un latigazo, con sus preguntas y declaraciones, con los cambios de su voz, con hacerme pasar de pensar en cada pensamiento lujurioso que he tenido sobre él a recordar reglas. Pero sus palabras resuenan en mis oídos, junto con su pregunta, recordándome que no debo mentir sobre lo que me imaginaba haciendo. ¿Qué digo primero?
-Todo-, afirmo.
Una risa oscura sale de él. -Se más específica, Sarah-.
Lamo mis labios y no me pierdo la forma en que sus ojos siguen el movimiento de mi lengua. -Inclinándome sobre la cama, comiéndome, tocándome, besándome, diciéndome malas palabras-.
Un gemido lo abandona cuando ambas manos llegan a mis caderas. Me mueve hasta que estoy a ras de él, su polla presionando contra mi clítoris, haciéndome desear que la tela de sus pantalones no estuviera entre nosotros.
-¿Y qué te has imaginado haciéndome?-
Dudo. ¿Realmente puedo contarle todas las cosas sucias que me pusieron caliente sólo de pensar en hacerle? Un grito ahogado surge de mí cuando Law tira con fuerza de mi cabello, haciendo que mis ojos se abran mientras lo miro.
-Ya te dije que no me mintiera-, afirma.
-No lo hice-.
-Tu silencio fue una mentira, y no lo permitiré. ¿Y por qué considerarías mentir sobre eso? ¿Porque crees que algo que imaginaste hacerme no ha pasado por mi mente mil veces? Te puedo asegurar que sí. Ahora, dímelo-.
Joder. ¿Quiere saber? Le contaré todo. Entonces, tal vez, me dé todo lo que quiero.
-Me imaginé entre tus piernas, de rodillas, chupando tu polla hasta que la vacíes en mi boca. Me imaginé deslizándome hacia arriba y hacia abajo sobre ti, tomando el placer que quiero de tu cuerpo. Me imaginé sosteniendo tu cabeza contra mi coño, asegurándome de que lames cada gota de mi semen. Me imaginé que los sonidos que quiero que hagas se me escapan, la forma en que quiero que gimes mientras mi coño tiene espasmos a tu alrededor. Te imaginé rogándome que no me detuviera cuando mis labios se envuelven alrededor. tú. Me lo imaginé todo Ley Todo.-
Me detengo, completamente incrédula ante cada palabra que acabo de decir. Si no fuera porque estaba absolutamente seguro de que mi boca se movía, de que esas palabras fueron dichas con mi voz, dudaría que en realidad fuera yo quien las dijera. Y Law parece igual de sorprendido, parpadeando mientras me mira, la lujuria clara en sus ojos, y me atrevo a decir que también una mirada impresionada. Luego da un paso atrás, alcanza su camisa, se la quita y la deja caer al suelo.
Sigo sus manos mientras van hacia sus pantalones, los desabotono, bajo la cremallera, agarro tanto sus pantalones como sus calzoncillos y comienzo a bajarlos. Se inclina para salir de ellos, y cuando se endereza de nuevo, veo por primera vez su polla. Su polla larga y gruesa. Ya puedo ver el líquido preseminal brillando en la punta.
Camina por la sala de estar, su polla se balancea con cada paso, y se sienta en la silla, plantando los pies bien abiertos. Sus ojos chocan con los míos entonces, desafiándome a decir que no a algo que ni siquiera me ha exigido todavía. Y luego lo hace.
-Ven aquí y arrodíllate entre mis piernas. Chúpame la polla tal como te imaginaste-.