Capítulo 4 Dile que vuelva al trabajo

Lena volvió en sí al escuchar eso; los últimos rastros de sueño se desvanecían con su voz firme y cortante.

"Theo, dejé los términos bastante explícitos en el documento de divorcio. ¿O acaso tu intelecto ha decaído tanto como tu... hombría?".

"¡Lena!", escupió él, como si su nombre fuera una maldición, pues esas palabras le habían calado hasta el alma.

"¿Qué?", respondió ella, con una carcajada burlona. "¿Acaso planeas compartirle al mundo sobre tu impotencia?".

Theo apretó la mandíbula con tanta fuerza que le dolió; sus sienes palpitaban visiblemente.

Durante los tres años que llevaban casados, ella siempre había sido amable, complaciente, casi tímida. ¿En qué momento se había convertido en alguien tan mordazmente elocuente?

Por otra parte, Lena no estaba interesada en prolongar la conversación. La voz de su cónyuge era suficiente para reavivar el profundo dolor en su pecho.

"Por favor, asegúrate de leer y entender bien el acuerdo de divorcio. Después de eso, fírmalo, para que podamos fijar una fecha para proceder", dijo. Luego, añadió con un sarcasmo punzante: "Después de eso, siéntete libre de casarte con quien quieras. Mientras me des mis ochenta millones, lo demás no me importa en absoluto".

Ella le estaba ofreciendo una salida: se estaba haciendo a un lado para que pudiera ser feliz con Violet. Confiaba en que Theo vería el beneficio. Además, el dinero que ella pedía prácticamente no era nada para él, pues había gastado más en el extravagante regalo para su amada.

Lena se negaba a permanecer en un matrimonio que no le había ofrecido más que amargura, pero no planeaba irse con las manos vacías. Por eso, había planteado un acuerdo que anticipaba él aceptaría.

"¿Ochenta millones? Estás delirando. ¿De verdad crees que puedes sacarme lo que quieras y luego irte así como así? Dime, si no soy yo, ¿quién más lidiará con el caos de tu familia?", respondió Theo con desdén.

Aunque llevaban tres años casados, él nunca se había enamorado de ella, aunque sabía exactamente qué decir para causarle dolor.

"Ahórrate el esfuerzo", replicó Lena con dureza. "El mundo está lleno de hombres ricos. Puedo casarme con quien elija, e incluso podría ser con alguien que me desee. Tendremos una vida feliz y probablemente formemos una familia pronto".

Tras decir eso, ella colgó abruptamente, sin esperar por su reacción, pues continuar con la conversación sería enfrentarse a su ira y eso era algo que no tenía intención de hacer.

Theo contempló su celular con rabia contenida; en ese momento, le hervía la sangre por el enojo.

'¿De verdad está considerando el divorcio por algo tan insignificante? Está claro que se volvió demasiado atrevida por mi tolerancia', pensó.

Justo en ese momento, entró su asistente para entregarle un informe, pero al notar que su jefe tenía el ceño fruncido, se detuvo. "Pues... señor Haynes... le traje un documento para revisión...".

"La solicitud de permiso de Lena. No la aprobé. Dile que vuelva al trabajo", indicó el patrón, mirándolo con frialdad.

"Señor Haynes... Lena no ha tomado ni un día de descanso en tres años. Tiene acumulados más de seis meses de permiso. De acuerdo con la política de la empresa, no necesita aprobación...", respondió el empleado con vacilación.

Como respuesta, Theo azotó el archivo contra su escritorio. El sonido resonó en el aire, poniendo claramente fin a la discusión.

'¿Esta era su estrategia desde el principio? ¿Cuánto tiempo lleva planeando su venganza? ¿De verdad cree que teniendo un hijo suyo la amaré? Debe estar delirando', pensó Theo, soltando una risa sarcástica.

Media hora después, Lena recibió un mensaje en su celular del asistente de su esposo, que decía: "Lena, tu permiso ha sido revocado. Tendrás que reprogramar tu tiempo libre. Además, tienes que volver hoy. El señor Haynes tuvo un colapso total esta mañana, así que, si no te presentas, es posible que mañana no encuentres tu puesto".

Al leer ese mensaje, Lena sonrió con amargura. Aun así, ningún sarcasmo podría disipar el frío que se instaló en su pecho. Se dio cuenta de que su esposo prefería destruirla a dejarla marchar.