Por siempre tuya.
img img Por siempre tuya. img Capítulo 4 Una historia de amor
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Capítulo 6 El arte y el amor te vuelven un ser libre. img
Capítulo 7 El hombre que venció al amor img
Capítulo 8 De corte y costura es el amor img
Capítulo 9 Una noche inolvidable img
Capítulo 10 Abracadabra img
Capítulo 11 Una amistad y dos cómplices img
Capítulo 12 Algunas mentiras pueden salvartesma img
Capítulo 13 La decisión img
Capítulo 14 Una cena especial img
Capítulo 15 Secretos ocultos img
Capítulo 16 Al son del corazón img
Capítulo 17 De secretos perversos están llenos el cielo y el infierno img
Capítulo 18 Un silencio cómplice img
Capítulo 19 Un primer roce img
Capítulo 20 Noche de lluvia y amantes img
Capítulo 21 La pasión y la lujuria continúan img
Capítulo 22 La pasión y la lujuria continúan 2 img
Capítulo 23 Un día sin ti img
Capítulo 24 Un beso robado img
Capítulo 25 Una verdad perturbadora img
Capítulo 26 Prueba de fuego img
Capítulo 27 Por siempre tuya img
Capítulo 28 Realmente un asesino img
Capítulo 29 Una frialdad img
Capítulo 30 Huyendo de sí mismos img
Capítulo 31 Sentir vs Sufrir img
Capítulo 32 El tifón img
Capítulo 33 La agonía img
Capítulo 34 El pasado regresa img
Capítulo 35 Giros del destino img
Capítulo 36 Inevitablemente tuya img
Capítulo 37 En la boca del img
Capítulo 38 Un adiós inesperado img
Capítulo 39 Promesa de amor img
Capítulo 40 Enterrando el pasado img
Capítulo 41 Un sueño hecho realidad img
Capítulo 42 El reencuentro img
Capítulo 43 La propuesta img
Capítulo 44 Una gran noticia... img
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Capítulo 4 Una historia de amor

"Todas las cosas deben cambiar llegando a ser algo nuevo, algo extraño"

Henry Wadsworth Longfellow

Después de contarle la historia de porqué huyó de su casa, para lograr su sueño de ser bailarina, Isadora comenzó a contarle como ella llegó también a aquel lugar.

–No es mucho lo que pueda contar. Salí de mi casa a los dieciocho años, luego de que mi madre muriera en un accidente automovilístico justo cuando estaba a un mes de cumplir mis dieciocho. Mi padre nos había abandonado cuando yo tenía como cinco años; mi madre se volvió a casar con Joaquin. Él no era un hombre del todo malo, sin embargo, comenzó a mirarme de otra forma en la medida que fui creciendo. Una noche intentó propasarse conmigo y aunque le conté a mi madre lo que había pasado, ella no me creyó. Luego cuando ella murió, me fui de mi casa porque vi las intenciones oscuras de él.

–¿Pero nunca te casaste?– preguntó Lucía.

–No, no me casé, pero me enamoré del hombre equivocado. Era el marido de mi hermana más joven, pero yo no lo supe sino una tarde que ella lo llevó para mi casa.

–¿No vivían juntas?

–No yo me fui de mi casa, luego que mamá murió. Ella era hija de Joaquin y mi madre por lo que no correría con mi misma suerte. Después llegué aquí a Santa Lucía, por dos años estuve trabajando como sirvienta en la casa de unos hacendados pero al ser soltera y joven, eran muchos los buitres que se te presentan. Luego conseguí trabajar en un pueblo cercano, en un restaurante, tendría en ese entonces unos veinte años. Un mes antes llegaron unos guardias nuevos al pueblo. Ellos estaban en la alcabala de la entrada. Él subió al bus para revisar y mi mirada se encontró con la suya, nunca vi un hombre como aquel antes, era muy rubio, con aspecto alemán, fuerte y parecía un héroe de película con aquel uniforme. Desde esa tarde, siempre él subía al bus de las seis. Allí comenzó nuestra historia.

–¿Qué más, cuéntame tía, que más pasó?

–¿Me dijiste tía?

–¡Ah, sí! Disculpa me emocioné.

–No te preocupes. Puedes decirme tía. Siempre quise tener una niña como tú– dijo en tonterías triste y melancólico.

–¿No tuviste nunca hijos?

–¡No!.

–¡Sigue contando tu historia! Es tan romántica–dijo entre suspiros la agraciada muchacha.

–Luego de unos meses, Herman desapareció. Yo lo amaba pero él... se fue y nunca supe de él. Hasta aquel día en que mi hermana vino a mi casa y me lo presentó. No podía creerlo. Él estaba con mi hermana y yo había sido suya. Después de allí, intentó disculparse y me pidió vernos. Estábamos en el campo cerca al río. Esa noche fui suya nuevamente. Mi hermana no sé cómo supo. Nós encontró. Él decidió por ella y nunca más volví a verlos a ninguno de lid fos.

–¡Uyyy! Que mal.

–Bueno señorita, se acabaron los cuentos. Así que a trabajar.– le dijo Isadora a Lucía.

Lucía la ayudó a arreglar las mesas mientras Isadora, abría las santamaria y volteaba el cartel "Abierto".

De pronto empezaron a llegar los clientes. Normalmente Felicia la ayudaba con las mesas mientras ella atendía la cocina y la caja, pero no había salido aún de su habitación y ella, entretenida con la mayoría de la conversación no se había percatado de ello.

–¿Puedes encargarte de la caja?– le preguntó a Lucía.

–Por supuesto. Yo te ayudo.

Si para algo era buena Lucía era para los números y la tecnología. "Tal vez habría sido una buena administradora" piensa, pero su sueño es bailar. Los clientes más asiduos al lugar, la miran y murmuran entre ellos. Los otros, recién llegados parecen sorprendidos de ver a una linda joven en aquel pueblo.

El movimiento durante las primeras dos horas fue bastante movido. Siendo ya las diez, había mermado. Isadora fue hasta la habitación de Felicia.

–Felicia ¿Estás bien? ¡necesito tu apoyo!

–Pasa, Isadora. No estoy bien.

Isadora abrió la puerta y la encontró en su cama, envuelta entre las sábanas.

–¿Qué tienes?– preguntó mientras se acercaba y la tocaba para ver la temperatura.

–Me siento muy mal, me duele mi cuerpo.

–¡Estás hirviendo en fiebre! Déjame colocarte una toalla con agua en los pies.

Fue hasta el baño, tomó la toalla, la mojó y luego le envolvió los pies.

–Déjame buscarte una pastilla para la fiebre y un té de limón para bajarte esa calentura.

–¡Y el cura, creo que me voy a morir!

–¡Por Dios Felicia, que exagerada eres! Aguarda que te preparo el té y te traigo una píldora.

Luego de llevarle el medicamento a Felicia, minutos después ella apareció en el salón para ayudarla.

–¿No que te estabas muriendo? – preguntó Isadora.

–¡No será tan fácil deshacerte de mí!

Ya eran casi mediodía y comenzaban a llegar nuevamente los clientes que almorzarían en el local. Mientras tanto Lucía seguía ayudando desde la caja, en la cobranza. Pero ya se sentía algo cansada de estar parada, no era que el trabajo fuese fuerte, pero ella no estaba acostumbrada a ese tipo de trabajo, mejor dicho a ningún tipo de trabajo.

Era la primera vez que debía estar haciendo algo para ganarse por lo menos el derecho de dormir otra noche en el restaurante hasta tanto pudiese encontrar un empleo.

Cuando logró desocuparse de la caja, ya eran las dos de la tarde. Quizás tendría tiempo para ir hasta la casa del lago pero no había hablado con Isadora para que le prestase algo decente con que ir hasta allá. Ya para la tarde Felicia, se había recuperado bastante. Isadora notó el cansancio de Lucía.

–¡Puedes subir a descansar Lucía!, ve y date un baño.

–Gracias Isa, de verdad necesito descansar.

–¡Ve! En el guardarropas puedes ver si hay algo que pueda quedarte. Tengo cosas allí de cuando estaba más delgada y no pueda que te quede. Aunque no sea del nuevo grito de la moda.

–¡Sí! Gracias, necesito cambiarme de ropa.

Subió a la habitación, entró y se recostó para descansar los pies unos minutos. Luego se levantó, se desvistió, se metió a la ducha. Podía sentir su piel erizada al contacto con el agua fría de la regadera. Se enjabonó para salir rápido de la ducha. Tomó la toalla y fue hasta la habitación. Abrió el guardarropas. Movió algunos ganchos para poder ver que tenía Isadora dentro del closet que pudiese quedarle.

Encontró un jeans que podía quedarle, también un suéter blanco con rayas negras y un vestido de poliester, color rosa que también se veía pequeño y de su talla.

Comenzó a probarlo, el jeans le quedaba algo flojo en la cintura y caderas. El suéter le quedaba bien, le gustaban las rayas. Luego se probó el vestido, parecia hecho a su medida. No sobraba ni faltaba tela. Era perfecto, le daba un toque angelical, pero muy sensual.

Esa noche Isadora debía nuevamente ir a la mansión. Eso era una buena noticia para Lucía; pues así tendría el camino despejado para ir hasta aquella misteriosa casa. El lugar le provocaba cierta curiosidad; se sentía atraída inexplicablemente, necesitaba descubrir los secretos que la envolvían.

            
            

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