El Desprecio Hacia un Padre
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Capítulo 1

Mateo Vargas sentía un nudo en el estómago.

Hoy era el día.

El día en que su vida, tal como la conocía, iba a terminar.

No por una enfermedad, ni por un accidente.

Sino por la traición.

La traición de su esposa, Sofía Herrera.

Y el abandono de su hija, Valentina.

Durante años, Mateo había sido el pilar silencioso.

Un chef talentoso, con sueños de alta cocina oaxaqueña.

Pero Sofía tenía ambiciones políticas.

Grandes ambiciones.

Él sacrificó su carrera, su restaurante soñado.

Todo por ella. Por su futuro.

Se encargó del hogar, de Valentina.

Montó un pequeño puesto de tlayudas en el mercado de Coyoacán para sobrevivir.

Su amor por ellas era su motor.

Ahora, ese motor se había gripado.

Sofía ascendía, sí.

Pero a su lado no estaba Mateo.

Estaba Ricardo Montes, su asesor.

Un hombre que ocupaba el lugar de Mateo en la vida de Sofía, y cada vez más, en la de Valentina.

El recuerdo de la última humillación era una brasa ardiente.

El mitin de Sofía.

Ella, radiante, agradeciendo a Ricardo. "El arquitecto de mi éxito". "La persona más importante".

Mateo, entre el público anónimo, invisible.

Y luego, Valentina. Su pequeña Valentina.

En su fiesta de quince años, organizada por Sofía y Ricardo.

"Papá, ¿no ves que mamá y Ricardo hacen mejor pareja? Tú solo la frenas".

Esas palabras.

Habían matado algo dentro de él.

Pero de esa muerte, nacía una decisión.

No más sacrificios inútiles.

Era hora de reclamar su valor.

Su sueño.

El concurso "El Alma de México".

Era su única oportunidad.

Cocinaría con el corazón roto, pero con toda su alma.

Ese era su nuevo comienzo.

Un cielo azul, una libertad desconocida.

Lejos de quienes lo despreciaron.

Se levantó de la silla desgastada de su puesto.

Miró las ollas, los comales.

Pronto, esto sería solo un recuerdo.

Caminó hacia la salida del mercado.

El sol de la mañana le dio en la cara.

Hoy renacía.

Justo al salir, los vio.

Sofía, Valentina y Ricardo.

Una estampa familiar.

Sofía hablaba animadamente con Ricardo.

Valentina colgaba del brazo de Ricardo, riendo.

Como si fueran la familia perfecta.

Y Mateo, el extraño.

Sintió una punzada amarga.

Valentina lo vio.

Su sonrisa se borró.

"Papá, ¿qué haces aquí tan temprano?", preguntó, con un tono que no ocultaba su fastidio.

Sofía se giró, sorprendida.

"Mateo. Pensé que estarías preparando las cosas para el almuerzo".

Su voz, fría, distante.

Como si hablara con un empleado.

Ricardo solo le dedicó una media sonrisa, condescendiente.

Mateo los miró.

La rabia y el dolor luchaban en su interior.

"Estaba pensando", dijo Mateo, su voz tranquila, demasiado tranquila.

"¿Pensando en qué, papá?", preguntó Valentina, impaciente. "Tenemos prisa. Ricardo nos va a llevar a desayunar a un lugar nuevo".

"Pensando en que he perdido demasiado tiempo", continuó Mateo, ignorando a Valentina.

Miró a Sofía.

"He sacrificado mis sueños, mi carrera, mi vida entera por ti, Sofía. Por esta familia".

Sofía frunció el ceño.

"Mateo, no empieces con tus dramas. Sabes que mi carrera exige sacrificios. Y tu trabajo en casa es vital".

"¿Vital?", repitió Mateo, una risa amarga escapándose de sus labios. "¿O una excusa para mantenerme invisible?".

Valentina intervino, defendiendo a su madre.

"Papá, mamá trabaja muy duro. Tú solo cocinas en un mercado. No es lo mismo".

Las palabras de su hija.

Confirmaban su decisión.

Ya no había nada que salvar.

            
            

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