Me Pertenece a Escenario
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Capítulo 2

Tumbada en el suelo frío, con la bata de cola rota como un sudario, recordé la última vez que tuve una crisis así.

Fue hace dos años. Estábamos en una cacería. Me caí del caballo y el dolor en el pecho fue insoportable. Mateo, en lugar de ayudarme, se enfadó porque había asustado a las presas.

"Levántate, Elena. Dejas en ridículo a la familia", me había dicho mientras yo apenas podía respirar.

Me dejó allí y siguió cazando.

Esta vez era diferente. Esta vez, algo dentro de mí se había roto junto con la seda de la bata.

Saqué mi móvil del pequeño bolso que llevaba. Mis dedos temblaban, pero conseguí marcar un número que no había llamado en nueve años.

Javier.

Respondió al segundo tono.

"¿Elena?", su voz sonaba preocupada, como si hubiera estado esperando mi llamada todo este tiempo.

No pude hablar. Solo sollocé.

"¿Qué ha pasado? ¿Estás bien? ¿Es Mateo?"

Asentí, aunque él no podía verme.

"Sácame de aquí, Javier. Por favor".

"¿Dónde estás? Voy a por ti".

"No puedes. Me ha encerrado".

Hubo un silencio. Podía oírle pensar.

"Escúchame, Elena. Voy a enviar a alguien de mi confianza. Un chófer. Estará en la entrada de servicio en una hora. ¿Puedes salir de la habitación?"

Miré la pesada puerta de madera. Luego, la ventana. Daba a un pequeño balcón del primer piso. No era muy alto.

"Sí. Puedo salir".

"Bien. Coge solo lo imprescindible. Te espero en Jerez. Estarás a salvo aquí".

Colgué. Por primera vez en años, sentí una pequeña llama de esperanza.

Esperé a que la finca quedara en silencio. Luego, con la bata de cola rota metida en mi bolso, me acerqué a la ventana. La abrí con cuidado. El aire de la noche era frío y olía a tierra mojada.

Saltar fue más fácil de lo que pensaba. Mis zapatillas de baile me dieron el equilibrio que necesitaba. Aterricé en el césped sin hacer ruido.

Corrí hacia la entrada de servicio, manteniéndome en las sombras. Un coche oscuro esperaba al final del camino.

El chófer bajó y me abrió la puerta sin decir una palabra.

Cuando el coche se puso en marcha y dejó atrás la imponente verja de la finca, no miré atrás.

Mi antigua vida había terminado.

            
            

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