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La gran cata anual de "Castillo Spirits" era el evento más importante del año. Máximo siempre me pedía que estuviera a su lado, presentándome como su prometida y la mente brillante detrás de sus nuevos productos.
Esa noche, sin embargo, el ambiente era diferente.
Máximo subió al escenario, radiante con su traje a medida. Me sonrió, pero su sonrisa no llegó a sus ojos.
"Gracias a todos por venir", comenzó. "Hoy es un día especial. No solo celebramos otro año de éxito, sino que también damos la bienvenida a un nuevo y brillante talento a nuestra familia".
Hizo una pausa, y su mirada se posó en mí. Por un segundo, pensé que iba a anunciar nuestro compromiso formalmente.
Pero entonces, sacó mi informe sobre Sasha.
"Recibí una evaluación sobre nuestra nueva interna, Sasha Ramírez", dijo, su voz resonando en el silencioso salón. "Una evaluación que la califica de 'no apta'".
Levantó el papel para que todos lo vieran. Los murmullos se extendieron por la sala. Todos los ojos estaban sobre mí, llenos de burla. La restauradora de arte celosa tratando de sabotear a la joven y bella promesa.
Y entonces, Máximo hizo algo que congeló la sangre en mis venas.
Lentamente, con una sonrisa cruel en los labios, rompió el informe en dos, y luego en cuatro, dejando que los pedazos cayeran al suelo.
"Yo no estoy de acuerdo", declaró. "De hecho, creo que Sasha tiene un talento tan excepcional que, a partir de hoy, será nuestra nueva Jefa de Destilación".
El shock en la sala fue palpable, seguido de un aplauso atronador liderado por mis propios hermanastros, que estaban sentados en primera fila.
Sasha subió al escenario, con lágrimas de falsa modestia en los ojos, y abrazó a Máximo.
"Y en cuanto a Luciana", continuó Máximo, su voz ahora fría y distante, "dado que su juicio parece estar nublado por asuntos personales, será reasignada como asistente de Sasha. Estoy seguro de que aprenderá mucho de ella".
La humillación fue total. Las risas ya no eran disimuladas. Eran abiertas, crueles. Sentí el peso de cientos de miradas perforándome, juzgándome, descartándome.
Máximo ni siquiera me miró. Estaba demasiado ocupado sonriéndole a Sasha, su mano posesivamente en su cintura. Eran la pareja perfecta: el magnate poderoso y la joven y hermosa prodigio.
Yo era solo un obstáculo, una vergüenza que finalmente había sido puesta en su lugar.
Me di la vuelta y salí del salón, sin mirar atrás. Mientras caminaba por el pasillo, me quité las gafas y las guardé en el bolsillo. La cicatriz en mi mejilla se sentía tirante bajo la luz fría.
Se acabó el juego. La Luciana dócil y enamorada había muerto en ese escenario.
Ahora, solo quedaba la heredera del imperio Salazar. Y la venganza acababa de empezar.