Capítulo 3 Perfume y Poses

La noche cayó sobre Nueva York como un telón pesado,

cubriendo las luces con sombras demasiado vivas para ignorar.

Elena se preparaba para la gala.

Un evento de la Fundación Blackthorne, mencionado por Sophia con la formalidad de quien anuncia una sentencia.

Otra parte del trato.

Otro disfraz para lucir ante el mundo: la acompañante oficial del CEO más temido de Manhattan.

El vestido ya la esperaba sobre la cama.

Negro. Largo. Ajustado. Elegante.

Y demasiado provocador para su gusto.

-Que marque tu figura, pero sin revelar demasiado -le había dicho Sophia-. Liam no quiere una amante. Quiere una reina.

Elena se vistió en silencio, negándose a aceptar lo que el espejo le devolvía.

No quería sentirme hermosa.

No aquí.

No así.

Cuando salió de la habitación, se encontró en la sala.

Liam Blackthorne.

Traje negro. Corbata oscura. Poder en estado puro.

La vigilada... y por un segundo,

solo uno,

algo en su mirada se quebró.

-No vuelvas a usar ese perfume en eventos públicos -murmuró al acercarse-. Hace que los hombres se acercan demasiado.

-¿Celoso? -replicó Elena, alzando la barbilla.

Él le colocó el abrigo con una calma peligrosa.

-No. Territorial solo.

La gala era todo lo que imaginaba... y más.

Música de cuerdas, copas brillando, risas vacías,

rostros maquillados con diplomacia.

Elena sabía cómo tocar.

Había estado en suficientes eventos con Aidan.

Pero esto era distinto.

Aquí todos los ojos la seguían.

La analizaban.

La mediana como si fuera una joya exótica... o un arma secreta.

-Todos saben ¿quién eres realmente? -susurró.

-Algunos lo sospechan. Otros prefieren no saber -respondió Liam, sin mirarla.

- ¿Y yo? ¿También tengo que hacerme la ciega?

-Tú estás aquí para aprender.

Elena contuvo una respuesta mordaz.

Entonces apareció él.

Un hombre de barba perfectamente cuidada y sonrisa afilada.

De esos que caminan como si el mundo les debía algo.

-Blackthorne -saludó-. Así que esta es tu nueva adquisición.

Elena sintió el frío subiendo por la espalda.

-Elena Rossetti -dijo firme, tendiendo le la mano-. No soy una adquisición. Solo lo acompaño esta noche.

El hombre río, breve.

-Tienes carácter. Me gusta.

-Ella no está aquí para gustarte -intervino Liam, cortante. Su voz era acero puro.

El otro levantó las manos.

-Tranquilo, Blackthorne. Solo saludaba.

Cuando se alejó, Elena se volvió hacia Liam, con furia en los ojos.

-¿Y así me verán todos? ¿Como una propiedad más?

Liam la miró, sin una pizca de culpa.

-No todos. Solo los que no vivan lo suficiente para corregirse.

-¿Eso fue una amenaza?

-Eso fue protección.

Elena lo observó, sin palabras.

Había algo en él que, por más que dolía admitirlo, le daba una extraña sensación de seguridad.

Como sí, con Liam, nadie se atreviera a tocarla.

Ya en el ático, Elena se quitó los tacones con un suspiro.

Dejó caer el disfraz.

Liam entró detrás, en silencio. Se quitó la chaqueta y la acomodó con precisión quirúrgica sobre el sofá.

-¿Fue suficiente por hoy?

-No soy una actriz, Liam.

-Y aún así lo hiciste bien.

-No quiero hacerlo bien. No quiero hacer esto.

-Perder.

Silencio.

Y entonces, él dio un paso más.

-Sabes ¿cuál es la diferencia entre tú y las otras mujeres que han estado cerca de mí?

-Ilumíname.

-Ellas se arrastraban para entrar a mi mundo.

Tú... estás luchando por salir.

Y eso me intriga.

Elena retrocedió un paso.

-No soy un experimento.

-No. Eres un reto. Uno que no esperaba.

La tensión creció como una cuerda tirante entre ellos.

Había rabia.

Si.

Pero también algo más.

Atracción.

-No juegues conmigo, Liam.

-Nunca jugaría con algo que todavía no entiendo.

Y sin tocarla, sin siquiera rozarla, se alejó.

Dejándola con el corazón alborotado

y la mente hecha pedazos.

Esa noche, mientras todos dormían,

Elena observó el techo en la oscuridad.

Aidan la había traicionado.

Liam la había comprado.

Y sin embargo...

en los ojos de Liam había visto algo que Aidan jamás le había ofrecido:

Respeto.

Y eso era lo más confuso de todo.

            
            

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