Venganza De La Diseñadora
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Capítulo 4

Sofía se despertó en una cama que no era la suya, las sábanas blancas y ásperas olían a antiséptico, una luz brillante se filtraba a través de sus párpados.

Intentó moverse, pero un dolor sordo en su brazo la detuvo, bajó la vista y vio una vía intravenosa conectada a su piel, el tubo transparente llevaba un líquido que no reconoció.

Un recuerdo borroso la asaltó: Ricardo arrastrándola fuera del cuarto de servicio, la sensación de un pinchazo en el brazo, y luego, la oscuridad.

El pánico la invadió.

Se arrancó la vía del brazo con un tirón, ignorando el dolor punzante, se levantó de la cama, pero sus piernas flaquearon, se sentía débil, mareada.

Estaba en una habitación de hospital privada, la ventana daba a un estacionamiento.

¿Qué había pasado? ¿Cuánto tiempo había estado inconsciente?

Vio su bolso en una silla cercana, se abalanzó sobre él y sacó su teléfono, la pantalla mostraba docenas de llamadas perdidas y mensajes de su equipo, de los organizadores del desfile, de la prensa.

Y luego vio la fecha.

Había pasado un día entero.

Se había perdido su desfile.

Buscó noticias en internet, su nombre estaba por todas partes.

"Diseñadora Sofía Montes abandona su propio desfile en la Semana de la Moda."

"Misteriosa ausencia de Sofía Montes desata rumores de crisis."

"Fracaso absoluto: la colección 'Raíces' se presenta sin su creadora."

Las palabras la golpearon como piedras, su reputación, construida con años de esfuerzo, destruida en una sola noche.

La puerta de la habitación se abrió suavemente.

Era Valeria.

Entró con una sonrisa radiante, vestida con un traje de diseñador nuevo y caro que Sofía no reconoció, llevaba una pequeña bolsa de una boutique de lujo en la mano.

"Vaya, vaya, la bella durmiente finalmente despertó", dijo Valeria, su voz goteaba sarcasmo.

Sofía la miró, la rabia crecía en su interior, superando la debilidad física.

"¿Qué me hicieron?", preguntó, su voz ronca.

"Oh, nada grave", respondió Valeria, examinando sus uñas perfectamente cuidadas. "Solo te dimos un pequeño sedante para que te calmaras, estabas tan histérica."

Hizo una pausa, saboreando el momento.

"Y bueno, ya que estabas aquí, aprovechamos para hacer la transfusión, fue muy generoso de tu parte, salvaste mi vida."

La mentira era tan descarada que Sofía sintió ganas de vomitar.

"Tú no estabas enferma."

"Los detalles no importan", dijo Valeria, encogiéndose de hombros. "Lo que importa es que Ricardo demostró a quién elige, a quién protege."

Dejó la bolsa de compras sobre la cama, al lado de Sofía.

"Por cierto, gracias por la financiación, el éxito de la empresa nos ha permitido darnos algunos lujos."

Abrió la bolsa y sacó un par de zapatos de tacón de aguja, de una marca increíblemente cara.

"Ricardo me los regaló esta mañana, para celebrar que estoy 'recuperada'", dijo, con una risita. "Dijo que me los merecía por todo el estrés que me has hecho pasar."

La provocación era deliberada, cruel.

Valeria estaba disfrutando cada segundo de su humillación.

Sofía miró los zapatos, el cuero brillante, el logo dorado, un símbolo de todo lo que le habían robado: su dinero, su empresa, su dignidad.

Y algo dentro de ella se quebró.

La rabia, contenida durante tanto tiempo, explotó en un acto de violencia pura.

Con un grito ahogado, agarró uno de los zapatos y lo estrelló contra la pared con todas sus fuerzas, una y otra vez, el tacón de aguja se partió, el cuero se rasgó.

Luego agarró el otro y lo retorció hasta que la suela se desprendió.

Valeria la miraba, primero con sorpresa, y luego con una mezcla de miedo y satisfacción.

"¡Estás loca!", gritó, retrocediendo.

Sofía arrojó los restos del zapato a sus pies, su pecho subía y bajaba con agitación, sus ojos ardían.

"¡Fuera!", gritó. "¡Fuera de aquí!"

Valeria, en lugar de irse, se echó al suelo, agarrándose la pierna y soltando un grito agudo de dolor.

"¡Ay, mi tobillo! ¡Me has atacado! ¡Socorro!"

Comenzó a llorar, sollozos fuertes y desesperados, justo cuando la puerta se abría de nuevo.

Ricardo entró corriendo, su mirada pasó de la escena de destrucción a Valeria en el suelo.

"¡Valeria! ¿Qué te hizo?", gritó, corriendo a su lado.

"Me atacó, Ricardo", sollozó Valeria, aferrándose a él. "Se volvió loca, mira lo que hizo con los zapatos que me regalaste, y luego me empujó."

Ricardo levantó la vista, sus ojos se clavaron en Sofía con un odio puro.

"¿Estás satisfecha ahora?", le espetó. "Primero casi la dejas morir, y ahora la atacas físicamente, eres un monstruo, Sofía."

Se levantó y caminó hacia ella, su cuerpo tenso de rabia.

Sofía no retrocedió, lo enfrentó, agotada, herida, pero ya sin miedo.

"Ella miente", dijo, su voz era un susurro roto. "Tú sabes que miente."

Ricardo se detuvo frente a ella, su rostro era una mueca de desprecio.

"Lo único que sé es que estás fuera de control, y que vas a pagar por esto."

                         

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