Arrepentirías a Ofenderme: El Regreso De La Ceo
img img Arrepentirías a Ofenderme: El Regreso De La Ceo img Capítulo 1
2
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
img
  /  1
img

Capítulo 1

Ximena cerró la carpeta de cuero con un movimiento elegante y decidido, el suave chasquido del cierre resonó en la silenciosa sala de juntas, una sala que ella misma había diseñado.

Frente a ella, el señor Dubois, un distribuidor francés con una reputación de ser increíblemente difícil, sonreía por primera vez en tres horas.

"Señora Ximena," dijo con un acento marcado, "su conocimiento del agave y su pasión por el tequila son... impresionantes. Ha hecho que un hombre que solo bebe vino considere cambiar de bando."

Ximena le devolvió una sonrisa profesional, "El Tequila Imperio no es solo una bebida, señor Dubois, es el alma de nuestra tierra. Me alegra que pueda sentirlo."

Estaban a punto de cerrar el trato más grande en la historia de la compañía, uno que ella había negociado personalmente durante seis meses. Este contrato abriría las puertas de Europa para Tequila Imperio, la empresa que había construido desde cero junto a su esposo, Ricardo.

Justo cuando el señor Dubois extendía la mano para firmar, la puerta de la sala de juntas se abrió de golpe con una violencia que hizo que todos se sobresaltaran.

Ricardo, su esposo, entró como un torbellino, con el rostro rojo de ira y el traje impecable arrugado.

"¡Ximena!" gritó, ignorando por completo al importante cliente y a los demás ejecutivos presentes.

Detrás de él, como una sombra pegajosa, apareció Sofía, su joven y ambiciosa asistente. Se aferraba a su brazo con una familiaridad inapropiada, mirando a Ximena con una mezcla de miedo y desafío.

Ximena sintió un frío recorrerle el cuerpo, las miradas furtivas de sus empleados, los susurros que había decidido ignorar durante semanas, todo cobró sentido en ese instante. La forma en que la mano de Sofía descansaba en el bíceps de Ricardo no era la de una simple asistente.

"Ricardo, ¿qué significa esto?" preguntó Ximena, su voz increíblemente calmada, aunque por dentro sentía un terremoto. "Estamos en medio de la firma más importante de la compañía."

Ricardo ni siquiera miró al señor Dubois, sus ojos estaban fijos en Ximena, llenos de un desprecio que ella no había visto antes.

"¡No me hables de la compañía!" espetó. "¡Me hablas de la compañía cuando te la pasas coqueteando con nuestros clientes! ¡Sofía me lo contó todo!"

Ximena parpadeó, confundida. ¿Coqueteando? Había sido profesional, meticulosa. Miró a Sofía, quien se encogió detrás de Ricardo, como una víctima asustada. Era una actuación digna de un premio.

"Ricardo, no sé de qué estás hablando," dijo Ximena, manteniendo la compostura. "El señor Dubois y yo hemos estado discutiendo los términos del contrato. Estás montando una escena vergonzosa."

"¡La vergonzosa eres tú!" gritó Ricardo, dando un paso adelante. "¡Siempre celosa, siempre envidiosa! ¡No soportas que tenga a alguien de confianza como Sofía a mi lado! ¡Eres una mujer envidiosa y amargada!"

La palabra "envidiosa" resonó en la sala. El señor Dubois se levantó, su rostro era una máscara de incomodidad y disgusto.

"Creo que... he visto suficiente," dijo el francés, recogiendo su maletín.

Mateo, el director de marketing y leal a Ximena, intentó intervenir. "Señor Ricardo, por favor, no es el momento ni el lugar..."

Antes de que pudiera terminar, Sofía se asomó por detrás de Ricardo y le lanzó una mirada venenosa.

"Usted cállese, gato de la señora," siseó con desprecio. "Aquí el que manda es el señor Ricardo."

La insolencia de la asistente dejó a todos sin aliento. Ricardo no la corrigió, su silencio era una aprobación tácita.

Ximena sintió que la calma que la sostenía comenzaba a resquebrajarse. Miró a su esposo, el hombre con el que había compartido diez años de su vida, y luego a la mujer que se escondía detrás de él como una víbora.

"¿Así que ahora tu asistente, que lleva seis meses en la empresa, tiene más credibilidad que yo, tu esposa y cofundadora de este imperio?" preguntó Ximena, su voz peligrosamente baja. "Dime, Ricardo, ¿desde cuándo el criterio de una becaria pesa más que un contrato de cincuenta millones de dólares?"

Su lógica fría pareció descolocar a Ricardo por un segundo, pero la furia, alimentada por la mano de Sofía que ahora apretaba su brazo con más fuerza, regresó con ímpetu.

"¡Estás despedida, Ximena! ¡Lárgate de mi empresa!"

            
            

COPYRIGHT(©) 2022