Sed de Venganza
img img Sed de Venganza img Capítulo 6 Perdiendo el control
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Capítulo 11 Lealtades img
Capítulo 12 A la deriva img
Capítulo 13 Pecados heredados img
Capítulo 14 Cadenas invisibles img
Capítulo 15 Bajo la superficie img
Capítulo 16 La otra cara de la muerte img
Capítulo 17 Punto de quiebre img
Capítulo 18 El primer paso img
Capítulo 19 Lecciones img
Capítulo 20 Tan cerca img
Capítulo 21 Un toque de realidad img
Capítulo 22 Terreno peligroso img
Capítulo 23 Juramentos img
Capítulo 24 Secretos img
Capítulo 25 Sugerencia img
Capítulo 26 Villa Esmeralda img
Capítulo 27 Obsesiones img
Capítulo 28 Caída Libre img
Capítulo 29 Contigo o sin ti img
Capítulo 30 Dejar tu vida atrás img
Capítulo 31 Juego de Traidores img
Capítulo 32 La hora de la verdad img
Capítulo 33 Tiempo prestado img
Capítulo 34 Confesiones img
Capítulo 35 Revelador img
Capítulo 36 Lágrimas de acero img
Capítulo 37 Tiempo robado img
Capítulo 38 Instinto img
Capítulo 39 La muerte del ángel img
Capítulo 40 Cadenas img
Capítulo 41 Isabella img
Capítulo 42 La Marca del Fénix img
Capítulo 43 Rey en Jaque img
Capítulo 44 Pan y Sal img
Capítulo 45 Latidos img
Capítulo 46 Rosas Negras img
Capítulo 47 Metamorfosis img
Capítulo 48 Pequeñas Victorias img
Capítulo 49 Entre dos mundos img
Capítulo 50 Consecuencias img
Capítulo 51 Preludio img
Capítulo 52 Una velada con el diablo img
Capítulo 53 Bajo sospecha img
Capítulo 54 Entre dos fuegos img
Capítulo 55 Ceder al abismo img
Capítulo 56 Caballo de Troya img
Capítulo 57 Danza de poder img
Capítulo 58 Venganza vs Amor img
Capítulo 59 Sacrificio Necesario img
Capítulo 60 La Paz Antes de la Tormenta img
Capítulo 61 A cualquier costo img
Capítulo 62 El Primer Día img
Capítulo 63 Manipulador img
Capítulo 64 Marcada img
Capítulo 65 Colisión img
Capítulo 66 Grietas img
Capítulo 67 Pacto con el diablo img
Capítulo 68 Sabor a peligro img
Capítulo 69 Obsesión img
Capítulo 70 Entre depredadores img
Capítulo 71 Apuestas peligrosas img
Capítulo 72 Límites difusos img
Capítulo 73 Instinto de supervivencia img
Capítulo 74 Queen img
Capítulo 75 Frenesí img
Capítulo 76 Sin control img
Capítulo 77 Entre lobos img
Capítulo 78 Despertar img
Capítulo 79 La última lección img
Capítulo 80 Entre serpientes img
Capítulo 81 Juegos de Familia (Parte 1) img
Capítulo 82 Juegos de familia (Parte 2) img
Capítulo 83 Decisiones img
Capítulo 84 Marcas img
Capítulo 85 Sin salida img
Capítulo 86 Aguas peligrosas (Parte 1) img
Capítulo 87 Aguas peligrosas (Parte 2) img
Capítulo 88 Jugando con fuego img
Capítulo 89 Tentación img
Capítulo 90 Cazador (Parte 1) img
Capítulo 91 Cazador (Parte 2) img
Capítulo 92 Juegos de dominio img
Capítulo 93 Jugada Maestra img
Capítulo 94 Emboscada img
Capítulo 95 El sabor del miedo img
Capítulo 96 Tiempo prestado img
Capítulo 97 Círculo de Traición img
Capítulo 98 Rivalidad img
Capítulo 99 Juego de apariencias img
Capítulo 100 Vínculos de sangre img
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Capítulo 6 Perdiendo el control

Elizabeth regresó a casa, con un vacío aplastante en su pecho. Al menos había tenido la fortuna de que la desconocida que acompañaba a Nathan en el bar llamara su atención gritando colgada del cuello del chef, y eso le dio tiempo para huir y tomar un taxi sin que tuviera que disculparse ante él por ser tan patética.

Se sentó en el sillón de la sala, aguardando a Richard, pero las horas pasaron en una angustiosa espera y la acumulación de los mensajes y llamadas sin respuesta que le hizo.

Miró el cuadro pintado a mano que tenía enfrente de ella con Richard, junto a sus padres cuando seguían con vida y celebraban uno de sus aniversarios.

Sonrió con amargura al recordarse aún con sus brackets. Le confesó a su madre que le gustaba Richard y que asistió a la fiesta con un ramo de margaritas para ella.

-Margaret, ni se te ocurra respaldar ese capricho -advirtió su padre, divertido. Mientras le ayudaba a Liz a colocar el collar de diamantes que hacía juego con el de su madre, añadió-. Quiero que cuando mi hija celebre también sus bodas de cristal, use diamantes igual que tú, en lugar de...

-No lo subestimes, Alexander -lo interrumpió su madre al acercarse a ella y acomodarle el peinado-. Elizabeth, eres muy joven para enamorarte, pero Richard tiene objetivos muy claros en la vida. Si quieres estar a su altura...

La risa de su padre, el beso en la frente que recibió en ese mismo salón y lo que dijo después, ahora le parecieron de lo más doloroso.

-Cariño -sostuvo sus mejillas regordetas-. No niego que ese chico tiene potencial, pero solo un príncipe puede estar a la altura de una princesa, porque lo prepararon para ello y habrá vivido en las mismas circunstancias, por lo que apreciará lo afortunado que es al tenerte a su lado. Si no lo hace, es porque no te merece.

Quizá tenía razón, pero cómo dolía que su vida entera se rompiera en un instante, dejándola sin esposo, sin su mejor amiga, que significaron su ancla en la que confió a ciegas desde que sus padres fallecieron en ese accidente aéreo.

Miró el anillo de matrimonio en su mano y, en un arranque de ira, se lo quitó y lo lanzó, con tan mala suerte que golpeó a Ana en la cabeza.

Liz se puso de pie de inmediato y estaba por pedirle disculpas, pero la vio agacharse por el anillo y luego se acercó a ella con una mirada de preocupación

-Señora Elizabeth, ¿se siente bien?

-Inconvenientes que nunca faltan. Nada que no se pueda arreglar, Ana.

La vio asentir y estaba por girarse, pero se detuvo a mitad del pasillo y la miró.

-Cuando mi mamá tenía ese tipo de inconvenientes, decía que le ayudaba salir con sus amigos y, a veces, cometer una locura.

-No tengo muchos de esos -respondió con tristeza.

-Pero sí gente que se preocupa por usted como la señora Campbell y ese otro señor...

-No empieces con tus fantasías -le advirtió mientras se ponía de pie y tomando el pañuelo que le entregaba cuando una lágrima más cayó por su rostro. Ya sabía por dónde iba, desde que el hermano de Amelia le ayudó con su hija no paraba de mencionarlo, pero Liz lo atribuía a que recién era una veinteañera-. ¿Emma duerme? No te quedaste viendo videos de baile con ella, ¿verdad?

-No, pero estuvo esperando que volviera para leer el libro nuevo que le trajo, así que se durmió en la habitación de los señores. Y no son fantasías, él acaba de llamar a la casa para saber si llegó bien.

Liz estuvo a punto de recordarle que a Richard no le gustaba que Emma se quedara durmiendo ahí, pero no lo hizo por lo que dijo después. Ana le guiñó un ojo y, antes de que pudiera reaccionar, la vio alejarse, dejándola atónita.

* * *

Elizabeth condujo en silencio, con Emma canturreando una canción en el asiento trasero. La melodía infantil contrastaba con la angustia que la sobrepasó todo el fin de semana.

Al acercarse a la escuela, consideró por un momento dejarla en la entrada y huir antes de que alguien pudiera notar su rostro hinchado; alternando entre fingir normalidad y llorar en silencio en el baño, pero se detuvo. No podía permitir que Emma se percatara de que estaba desmoronándose.

Apagó el motor y miró a su hija a través del espejo retrovisor.

-¿Te llevo, cariño? - preguntó con una sonrisa forzada.

Emma asintió con entusiasmo, y Elizabeth bajó del coche, ocultándose tras sus lentes de sol mientras sujetaba su mano y saludó de paso a otras madres que la miraban con cierta sorpresa.

Se encontró con la maestra de Emma y esta, le habló sobre la actividad de Acción de gracias y que le escribiría, a lo que aceptó sin escuchar.

Una vez de vuelta, revisó su móvil sin encontrar ninguna notificación. Era como si ella y Emma hubieran dejado de existir para él y eso la conmocionó a tal punto que decidió que ya no podía seguir huyendo de la verdad.

Necesitaba respuestas, y solo había una persona más que debía dárselas. La decisión fue instantánea.

Con el corazón a mil, Liz cambió de dirección, alejándose de la ruta a la empresa y después de veinte minutos llegó al estacionamiento subterráneo del apartamento de Amelia.

Uno de sus autos estaba en su lugar, así que tomó el ascensor y una vez frente a su puerta tocó el timbre una y otra vez, pero después de varios minutos, no hubo respuesta.

En medio del pasillo, llamó a casa de su padre, preguntando si pasó la noche ahí.

-No, señora Turner. La señorita Kingston no ha regresado desde hace un par de semanas -respondió Jeremy, el mayordomo.

Sin más opciones, Liz le marcó a Amelia y cuando se dio cuenta de que le cortó la llamada, no pudo más y le dejó un mensaje de voz cargado de ira y dolor.

-¿Cómo fuiste capaz de hacerme esto? ¡Eres una perra traicionera! Después de lo que hemos pasado juntas, de todos estos años... Actuaste como una cobarde yendo a mis espaldas. Maldita arpía. Te voy a hundir, te lo juro, zorra asquerosa.

Al colgar, Liz se deslizó por la pared y dejó caer el teléfono en su regazo. Un sollozo escapó de su garganta, entre aliviada y avergonzada por haber perdido el control. Consciente de que su vida se desmoronaba sin que pudiera hacer nada para evitarlo.

* * *

Elizabeth llegó a casa y subió a su habitación, se arropó y contuvo el llanto otra vez, porque la idea de ir a la oficina y enfrentarse a las miradas de quienes seguro lo sabían, a los susurros tras su espalda, le revolvió el estómago.

Y es que Amelia estaría allí, ella misma confirmó su participación con el diseño de interiores de las oficinas del edificio comercial al conseguir el contrato que Richard fue incapaz de negociar.

Cerró los ojos solo un momento, hasta que la voz de Emma la sobresaltó.

-¿No fuiste a trabajar, mami?

-Hoy no, cariño -Elizabeth trató de espabilarse y se sorprendió por la hora-. ¿Qué te parece si jugamos juntas?

El timbre del teléfono cortó la respuesta de Emma, pero igual ella la siguió, aunque contuvo la respiración cuando el nombre de Richard parpadeó en la pantalla.

-¿Qué diablos te pasa, Liz? ¿Cómo te atreviste a llamar a Amelia para insultarla? -preguntó, furioso. -¿En qué demonios estabas pensando, Liz? ¡Estás fuera de control! ¿De verdad crees que haría algo tan bajo como lo que dices?

Ella respiró hondo, intentando reunir valor.

-Los vi, Richard, estaban en el Imperial... -Sus dedos se aferraron al teléfono.

-Estás loca, Elizabeth. Amelia es tu amiga, y al parecer no te das cuenta de las vidas que puedes destruir con ese tipo de acusaciones infundadas.

Liz cerró los ojos.

-Ven a casa, Richard. Tenemos que hablar -consiguió decir.

-¿Qué? ¿Entonces es por lo que ocurrió entre nosotros? No, Liz. No tengo tiempo para esto ahora. Debo trabajar, así que hablaré contigo cuando vaya a cambiarme antes de ir al tenis, más tarde -respondió y terminó la llamada.

Liz se quedó mirando la pantalla, entumecida. No podía creer lo que estaba pasando. Las imágenes del beso, los sonidos, todo se mezcló en su mente.

Pero la voz de Richard, tan segura, tan indignada, negándolo todo, sembró una semilla de duda en su certeza. Sentía su corazón latiendo fuerte, como si quisiera escapar de su cuerpo, porque sabía que él intentaría convencerla de que estaba equivocada.

Respiró hondo, tratando de calmarse. Levantó a Emma y la abrazó, sintiendo el calor de su pequeño cuerpo contra el suyo.

-Mamá, ¿qué te pasa? -preguntó, mirándola con preocupación.

-Nada, cariño. Solo necesita un abrazo de los tuyos -respondió Liz, forzando una sonrisa. Cerró los ojos y aspiró el aroma a fresa del cabello de su hija, aferrándose a ese momento de certeza.

            
            

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