"Anima Conexión" no era solo un programa, era la culminación de su vida, una fusión de la tecnología de realidad virtual más avanzada y las enseñanzas místicas de su abuela, una curandera de un pequeño pueblo de Oaxaca. La abuela le hablaba de la "conexión de almas", la creencia de que cada persona tenía un hilo invisible que la unía a su alma gemela destinada. Ximena, una genio de la programación, había traducido esa creencia ancestral a un lenguaje de ceros y unos. Su algoritmo podía analizar miles de millones de datos de comportamiento humano, patrones de voz, microexpresiones y hasta la energía biométrica para predecir tendencias de mercado con una precisión que asustaba.
Pero en su corazón, Ximena siempre creyó que su verdadero propósito era otro, encontrar ese hilo invisible.
En su primera vida, cegada por el amor, manipuló el código. Forzó al algoritmo a elegir a Ricardo Montemayor. Él era carismático, brillante y despiadado, el hombre que ella amaba con una devoción casi infantil. Con la ayuda de "Anima Conexión", lo convirtió en el magnate tecnológico más poderoso de México. Juntos, construyeron un imperio.
El recuerdo de la traición era una cicatriz fría en su memoria. El día en que Montemayor Tech se consolidó como líder absoluto del Consorcio Tecnológico, Ricardo la convocó a su oficina, la misma que ella había diseñado.
Él no la miró a los ojos. Su voz era fría, despectiva.
"Ximena, estás despedida. Tu participación en la empresa queda anulada."
Ella no podía creerlo. "¿Qué? Ricardo, ¿de qué hablas? Construimos esto juntos."
Él finalmente la miró, y en sus ojos no había ni una pizca del amor que una vez le profesó, solo un desprecio absoluto.
"¡Eres una farsante! ¡Mi éxito se lo debo a mi propio esfuerzo, no a tu estúpido algoritmo de brujería! Siempre lo supe."
Sus siguientes palabras la rompieron en mil pedazos.
"¡Por tu culpa, Sofía tuvo que casarse con otro y sufrir! ¡Ella era el amor de mi vida y tú te interpusiste con tus trucos! ¡Ahora paga por tus pecados!"
Sofía Del Valle, la famosa actriz de sonrisa dulce y ojos inocentes. La mujer que siempre aparecía en los momentos justos, llorando en el hombro de Ricardo, hablando de su matrimonio infeliz.
Ximena fue despojada de todo, humillada públicamente y abandonada en la ruina. Murió sola, con el corazón roto, viendo en las noticias cómo Ricardo y una recién divorciada Sofía anunciaban su compromiso.
Pero el destino, o quizás la energía de la que tanto hablaba su abuela, le dio una segunda oportunidad. Despertó de nuevo, justo un año antes de la selección. Con todos los recuerdos intactos.
Esta vez, no habría manipulación. Esta vez, el algoritmo sería libre.
El salón principal del corporativo de Ximena, "AlmaTech", estaba lleno. Los empresarios más importantes del país estaban sentados en filas ordenadas, todos ansiosos por ser elegidos. El Presidente del Consorcio Tecnológico, un hombre mayor de semblante severo, presidía el evento.
La abuela de Ximena, sentada en primera fila, le dio una mirada tranquila. Sus ojos profundos parecían decirle que confiara en el camino, en la conexión verdadera.
La ceremonia había comenzado. La pantalla gigante mostraba una representación visual del algoritmo, una nebulosa de luz pulsante. Era el "Oráculo", como lo llamaba la prensa.
"El Oráculo de AlmaTech no solo busca un socio, busca una sinergia", explicó Ximena con voz calmada y profesional. "Analizará sus propuestas, pero también su integridad, su visión y su compatibilidad energética con nuestra filosofía. Cada candidato colocará su mano en el sensor biométrico. El Oráculo hará el resto."
Uno a uno, los candidatos pasaron. Un empresario de logística, un innovador en biotecnología, un magnate de las comunicaciones. La nebulosa en la pantalla cambiaba de color con cada uno. Rojo para incompatibilidad. Amarillo para potencial moderado. Nadie había conseguido el verde brillante de la sinergia perfecta.
La puerta del salón se abrió de golpe, interrumpiendo el proceso.
Ricardo Montemayor entró, flanqueado por sus asistentes. Vestía un traje impecable que gritaba poder y arrogancia. No se disculpó por su tardanza. Simplemente caminó hacia el frente, su presencia llenando la sala de una tensión palpable.
"Lamento la espera", dijo, aunque su tono no indicaba ningún lamento. "Asuntos importantes".
El Presidente del Consorcio frunció el ceño, pero no dijo nada. Ricardo era el favorito de todos, el niño prodigio del mundo tecnológico.
Ximena sintió un nudo en el estómago, un eco del dolor pasado. Pero lo reprimió. Su rostro permaneció impasible.
Ricardo la miró con una sonrisa condescendiente.
"Ximena, querida. No tengo tiempo para estas formalidades. Todos aquí sabemos que yo soy la única opción lógica. Saltémonos el teatro y anuncia mi nombre."
La sala quedó en silencio. La arrogancia de su petición era un insulto directo a Ximena y a todos los presentes.
Ximena lo miró fijamente, su voz tan fría como el acero.
"Señor Montemayor, las reglas son las mismas para todos. Si desea participar, espere su turno y coloque su mano en el sensor."
Ricardo soltó una carcajada.
"¿Reglas? Las reglas las hago yo. Pero está bien, jugaré tu jueguito."
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