Corazón por Corazón: Venganza
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Capítulo 2

Las noches eran las peores.

Cuando el silencio de la enorme hacienda me envolvía, los recuerdos venían a atormentarme.

No podía evitar pensar en otro Ricardo, uno que parecía de una vida pasada.

Lo recordaba defendiéndome en el patio de la escuela cuando los otros niños se burlaban de mí por ser la hija de la curandera.

"Déjenla en paz" , decía él, plantándose frente a mí, con sus pequeños puños apretados. "Ella no es ninguna bruja" .

Ese Ricardo me traía flores silvestres que recogía en el campo, me contaba historias bajo el árbol más grande de la plaza y me juraba que su amor era más fuerte que cualquier chisme de pueblo.

¿Dónde estaba ese muchacho?

¿Cómo se había transformado en este monstruo que me mantenía prisionera?

La puerta se abrió suavemente, y esta vez no era Ricardo.

Era Sofía.

Entró flotando en la habitación, vestida con un camisón de seda blanca que la hacía parecer un ángel frágil y etéreo.

Su rostro, siempre pálido y delicado, mostraba una expresión de dulce preocupación.

"Elenita, querida, ¿cómo te sientes?"

Su voz era melosa, un veneno cubierto de azúcar.

Se sentó en el borde de la cama y me tomó la mano.

Su piel era suave, pero su tacto me dio náuseas.

"Ricardo me dijo que te sentiste mal. No debes preocuparte tanto, prima. Solo relájate y piensa en nuestro bebé. Lo estamos haciendo por el bien de la familia" .

"Nuestro bebé" .

La forma en que lo decía, como si yo fuera un simple recipiente, una vasija de barro sin sentimientos, me revolvía el estómago.

Aparté la mano con suavidad.

"Estoy bien, Sofía. Solo fue un calambre" .

Ella suspiró, un sonido dramático y lleno de autocompasión.

"Es que me preocupo tanto. Ricardo se pone tan nervioso cuando no estás bien. Él solo quiere que todo salga perfecto, para que por fin podamos ser una familia feliz y esta maldición se vaya" .

Era una maestra de la manipulación.

Cada palabra estaba diseñada para recordarme mi lugar, para hacerme sentir culpable y para reforzar la mentira que los sostenía a ambos.

Al día siguiente, Ricardo decidió que necesitaba "tomar aire fresco" .

No fue una sugerencia amable, fue una orden.

Me obligó a acompañarlos al mercado del pueblo.

Era un sábado, el día de mayor afluencia.

Caminar por las calles empedradas, con Ricardo a un lado y Sofía del otro, fue una tortura.

La gente nos miraba, susurraba a nuestras espaldas.

Podía sentir sus ojos clavados en mi vientre abultado.

Sabía lo que decían.

"Ahí va la hija de la bruja" .

"Dicen que embrujó a la pobre Sofía para quedarse con el rico" .

"Pero mírala, ahora tiene que pagar. Le va a dar su hijo a los Mendoza" .

Ricardo parecía disfrutarlo.

Caminaba con la cabeza en alto, sujetando mi brazo con una fuerza innecesaria, como si estuviera exhibiendo un trofeo.

En un momento dado, se detuvo frente a un puesto de frutas y habló en voz lo suficientemente alta para que todos a su alrededor lo oyeran.

"Asegúrate de comer bien, Elena. No quiero que a mi hijo le falte nada. Ya has hecho suficiente daño" .

La humillación me quemaba la cara.

Sentí que el aire me faltaba, que las paredes de gente se cerraban a mi alrededor.

No pude más.

En un arrebato de pura desesperación, me solté de su agarre.

Agarré un jitomate del puesto más cercano y, sin pensar, se lo arrojé.

No apunté a él, sino al suelo, a sus pies.

El jitomate se estrelló con un ruido sordo, manchando sus botas de cuero italiano con pulpa y semillas rojas.

Fue un acto inútil, infantil, pero fue lo único que se me ocurrió para gritar sin usar la voz.

El silencio cayó sobre esa parte del mercado.

Todos los ojos estaban fijos en nosotros.

Ricardo me miró, y por un segundo vi una sorpresa genuina en su rostro, seguida de una furia oscura que le ensombreció las facciones.

Me agarró del brazo, esta vez con una fuerza que me hizo gemir de dolor.

"¿Qué crees que estás haciendo, maldita loca?" siseó, su voz un trueno contenido. "¿Estás tratando de lastimar al bebé? ¿Es eso? ¿Tu venganza no termina nunca?"

"¡No!" grité, las lágrimas brotando por fin. "¡Yo no...!"

Pero mis palabras se perdieron en el lamento agudo de Sofía.

"¡Ricardo!" chilló ella, llevándose una mano al pecho de forma teatral. "Casi me golpea. ¡Ay, mi corazón!"

Ricardo se giró hacia ella al instante, su furia hacia mí transformándose en una preocupación desmedida por su prima.

"Tranquila, mi amor, tranquila. Estoy aquí" .

La abrazó, lanzándome una mirada llena de odio por encima de su hombro.

La gente del mercado ahora me miraba con abierta hostilidad.

La loca. La bruja. La que atacaba a la pobre y enferma Sofía.

Habían logrado exactamente lo que querían.

Me habían convertido en la villana de su historia, y yo estaba completamente sola.

            
            

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