Ladrona De Mente
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Capítulo 4

El evento era una pequeña celebración en el patio de la academia para los estudiantes con mejores promedios. Miguel había insistido en que fuera, "para despejar la mente". Pero al ver a Catalina en el centro de atención, recibiendo un certificado de manos de la señora Morales, no pude contenerme más.

Esperé a que terminaran los aplausos y, con el corazón martilleándome en el pecho, di un paso al frente. Mi voz cortó el aire festivo.

"Disculpen, pero tengo una pregunta para nuestra estudiante estrella."

Todas las miradas se giraron hacia mí. El silencio se hizo denso. La señora Morales me miró con advertencia, pero yo solo tenía ojos para Catalina.

"Catalina, felicidades de nuevo por tu calificación perfecta. Pero sigo sin entender tu ensayo. ¿Podrías explicarnos a todos, aquí y ahora, cómo es posible que un argumento basado en premisas erróneas sobre la síncopa jarocha pueda llevar a una conclusión musicológicamente correcta? Porque según todos los libros de texto, es una imposibilidad lógica."

La tensión era palpable. Catalina palideció visiblemente. Murmullos recorrieron a la multitud.

Antes de que ella pudiera balbucear una respuesta, Miguel se interpuso entre nosotras. Su rostro estaba rojo de vergüenza y enojo.

"¡Sofía, ya basta! ¿Qué demonios te pasa? ¡No puedes soportar que alguien más tenga éxito! ¡Deja en paz a Catalina! ¡Estás haciendo el ridículo por puros celos!"

Sus palabras me golpearon con la fuerza de una bofetada. La traición se sintió fría y amarga. Él, que conocía mi dedicación, mi amor por la danza, ahora me acusaba públicamente, defendiéndola a ella.

Catalina aprovechó la intervención de Miguel para recuperar la compostura. Con lágrimas fingidas en los ojos, adoptó el papel de víctima.

"No sé de qué hablas, Sofía. Yo solo estudié mucho. Miguel tiene razón, si estás molesta por tus propias calificaciones, no tienes que atacarme a mí."

Luego, para rematar, comenzó a recitar de memoria un párrafo completo del libro de texto sobre musicología folclórica. Lo hizo con fluidez, con confianza, como si eso probara su conocimiento. La multitud, impresionada por su aparente dominio del tema, comenzó a murmurar en mi contra. "Pobre Catalina", "Sofía se pasó de la raya", "Qué vergüenza".

Me sentí completamente humillada, expuesta y sola. La injusticia era tan abrumadora que no pude soportarlo más. Las lágrimas de rabia y frustración que había estado conteniendo brotaron sin control. Di media vuelta y salí corriendo de allí, sin importarme las miradas de lástima y desprecio que me seguían.

Corrí sin rumbo por los pasillos vacíos de la academia hasta que encontré un pequeño jardín interior. Me dejé caer en una banca, y todo el dolor, la desesperación de mi vida pasada y la impotencia de esta, salieron en un sollozo desgarrador. Lloré por mis sueños rotos, por mi madre enferma en un futuro que luchaba por evitar, por la traición de la persona que creía amar.

Miguel me encontró allí minutos después. Se sentó a mi lado, pero su presencia ya no era un consuelo, era una irritación.

"Sofía, tienes que calmarte. Sé que es difícil..."

"No", lo interrumpí, secándome las lágrimas con furia. Mi voz era fría, vacía de toda emoción anterior. "Tú no sabes nada."

Me puse de pie y lo miré. Ya no veía al chico del que me había enamorado. Veía a un extraño, un hombre que valoraba más el éxito superficial y la aprobación pública que la verdad o la lealtad.

"Se acabó, Miguel."

"¿Qué? ¿De qué hablas?"

"Tú y yo. Se acabó. No puedo estar con alguien que es tan ciego, alguien que prefiere defender una mentira brillante antes que apoyar a la persona que supuestamente le importa."

Me di la vuelta para irme.

"¡Sofía, no seas infantil! ¡Estás tirando todo por un berrinche!"

Su voz me siguió, pero yo no me detuve. Cada paso que daba para alejarme de él se sentía como un paso hacia mi propia liberación. Había perdido a mi mentor, a mis compañeros y ahora a mi novio. Estaba sola, pero por primera vez en esta nueva vida, me sentía completamente en control de mi camino.

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