Capítulo 3

Mientras conducía hacia la mansión de los Torres, los recuerdos de su primer encuentro con Isabella la asaltaron, Isabella había llegado a sus vidas hacía cinco años, una joven de apariencia tímida y vulnerable que decía ser la hija perdida de su padre adoptivo, Sofía, sintiendo lástima por ella, la había acogido con los brazos abiertos, la había tratado como a una verdadera hermana, sin sospechar que bajo esa fachada de inocencia se escondía una envidia venenosa y una ambición sin límites.

Ahora, cada gesto amable, cada palabra de apoyo de Isabella en el pasado, adquiría un nuevo y siniestro significado, todo había sido una actuación, un largo y calculado plan para robarle todo lo que tenía, su familia, su prometido, su empresa.

Cuando llegó, Isabella la recibió en la puerta con una sonrisa radiante y un abrazo que a Sofía le pareció falso y pegajoso, "¡Hermanita! ¡Qué bueno que llegaste! Estábamos a punto de empezar a hablar de los colores para la decoración de la fiesta, ¿qué te parece el rosa pálido y el dorado?".

Sofía se apartó del abrazo con una sonrisa igualmente falsa, "Suena encantador, Isabella, pero ahora no tengo cabeza para eso", dijo con frialdad, disfrutando de la breve confusión que cruzó el rostro de su hermanastra.

Entró en el salón, donde sus padres adoptivos la esperaban, "¿Pasa algo, hija?", preguntó su madre adoptiva, notando su tono.

"Solo un día largo en el trabajo", mintió Sofía, sentándose en el sofá opuesto a ellos.

"Bueno, un poco de planificación de la boda te animará", dijo su padre adoptivo con entusiasmo, "Ricardo nos ha estado contando lo emocionado que está".

Justo en ese momento, el teléfono de Sofía sonó, era Ricardo, el timing era perfecto, casi cómico.

Sofía miró a Isabella, cuyos ojos estaban fijos en el teléfono, y una idea perversa se formó en su mente.

Contestó la llamada, poniendo el altavoz, "Hola, mi amor", dijo con una voz deliberadamente seductora.

"Sofía, cariño, ¿dónde estás? Te he estado llamando", la voz ansiosa de Ricardo llenó la habitación.

"Oh, lo siento, cielo", respondió Sofía, paseando la mirada por el salón, "estoy con un cliente muy importante, un hombre... increíblemente atractivo, estamos discutiendo un acuerdo muy, muy interesante".

Pudo ver cómo el rostro de Isabella se descomponía, la sonrisa congelada en sus labios, sus padres adoptivos la miraban con desaprobación.

"¿Un cliente? ¿A estas horas?", la voz de Ricardo se tiñó de celos y sospecha, "¿Qué clase de cliente?".

"Uno muy especial", continuó Sofía, disfrutando cada segundo, "de hecho, es tan especial que me ha hecho una propuesta que podría cambiar mi vida para siempre, tenemos que hablar, Ricardo, creo que deberíamos reconsiderar lo de la boda".

Colgó el teléfono antes de que él pudiera responder, dejando un silencio tenso y cargado en la habitación, Isabella la miraba con una mezcla de pánico y furia, sus padres adoptivos estaban boquiabiertos.

Sofía se levantó, sintiendo una oleada de poder, "Lo siento, tengo que irme", dijo con calma, "mi... cliente me está esperando".

Salió de la mansión sin mirar atrás, sabiendo que acababa de plantar la primera semilla de la duda y el caos en el corazón de sus enemigos.