Mi Nueva Oportunidad
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Capítulo 1

El olor a madera quemada y a carne chamuscada llenaba mis pulmones, el humo era tan denso que me ahogaba y cada bocanada de aire era un tormento de fuego, sentía las llamas lamiendo mi piel, un dolor insoportable que me hacía desear la muerte. Pero el dolor más profundo no venía del fuego, sino del hombre que estaba de pie en la puerta, mirándome con una frialdad que helaba más que cualquier invierno.

Ricardo Torres, mi esposo durante cuarenta años, me observaba morir.

"Elena, siempre fuiste un estorbo" , dijo su voz, tranquila y sin una pizca de emoción, mientras el fuego crecía a mi alrededor. "Si no fuera por ti, Sofía nunca se habría ido, yo habría sido feliz" .

Me había roto la pierna esa mañana, una caída tonta en la cocina mientras le preparaba el desayuno, él ni siquiera se inmutó, solo me miró con desprecio desde la mesa. Cuando el incendio comenzó, un accidente con un viejo calentador que él se negó a reparar, simplemente me dejó tirada en el suelo. Ahora, se iba. Se iba de viaje por el mundo con Sofía del Campo, su "amor verdadero" , la mujer por la que me había culpado y odiado durante cuatro décadas.

"Ricardo, por favor..." , supliqué, mi voz era un susurro ronco, la esperanza era una brasa diminuta a punto de extinguirse. "No me dejes aquí" .

Él sonrió, una sonrisa torcida y cruel. "Deberías haberme dejado en paz hace cuarenta años, esto es lo que te mereces por arruinar mi vida" .

Se dio la vuelta y se marchó, cerrando la puerta detrás de él, sellando mi destino. El techo comenzó a crujir sobre mí, las vigas de madera gemían, a punto de ceder. Mi vida entera pasó ante mis ojos, una sucesión de días grises sirviendo a un hombre que nunca me quiso, aguantando a su familia parásita, renunciando a mis propios sueños por un amor que solo existió en mi cabeza. Fui una campesina sin cultura para él, una sirvienta, una carga.

Recordé el día que nos conocimos, su sonrisa que me pareció tan encantadora, sus promesas vacías. Le di todo, mi juventud, mi trabajo, mi lealtad. Soporté a su madre y a sus hermanas, que me trataban como a una criada, y todo el dinero que ganaba con mi esfuerzo se iba en mantener sus lujos y caprichos. Él nunca me lo agradeció, solo se quejaba de que yo no era como Sofía, la chica educada de la ciudad que lo había dejado.

El dolor se volvió abrumador, el fuego consumía todo, y mientras las llamas finalmente me alcanzaban, un último pensamiento, un deseo desesperado, se formó en mi mente.

"Si tuviera otra oportunidad... si pudiera volver... nunca, nunca volvería a cruzarme en tu camino, Ricardo Torres" .

La oscuridad me envolvió y el dolor cesó. De repente, todo fue silencio. Luego, una luz cegadora.

            
            

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