Ethan, jefe de la poderosa familia Martin y CEO del Grupo Martin, no solo era un empresario, sino la figura más influyente de la ciudad y la clase de hombre a la que la gente no veía, a menos que la convocara.
Por eso, ¡que él se hubiera presentado en su finca era algo extraordinario!
Con la emoción grabada en el rostro, Gerard avanzó rápidamente hacia la luminosa y dijo en un tono cargado de adulación y respeto: "¡Señor Martin, buenos días! No teníamos idea de que nos visitaría. ¡Por favor, perdónenos por no recibirlo adecuadamente!".
Se quedó allí, esperando, pero nadie respondió. De hecho, no había el menor rastro de actividad en el vehículo. Sus ocupantes no bajaron ni una ventana y ninguna puerta se movió. Era como si nadie lo hubiera escuchado.
'¿Qué está pasando?', se preguntó Gerard, mientras su sonrisa se tensaba.
Willa dio un paso al frente. Se acomodó un mechón de pelo con gracia detrás de la oreja y expresó en un tono suave y dulce: "Señor Martin, es un gusto tenerlo aquí. ¿Puedo preguntar a qué se debe el honor de su visita?".
Silencio. No hubo ningún sonido ni movimiento.
Gerard y Willa, confundidos, intercambiaron miradas.
No había dudas de que ese era el auto de Ethan, pero sin importar cuántas veces lo saludaran con deferencia, nadie les respondía. Sus intentos eran recibidos por el silencio.
Una tensión palpable se instaló en el aire, hasta que la puerta del copiloto se abrió y un hombre, claramente un asistente, salió.
Gerard lo reconoció al instante: era Ruben Douglas, el hombre de confianza de Ethan.
'Por supuesto. Tiene sentido que Ethan no venga a vernos personalmente, pues dada la posición actual de mi familia, no valemos su tiempo. Aun así, ya es bastante generoso de su parte enviar a su mano derecha', pensó el chico, recalibrando su estrategia al instante.
Al ser el asistente de Ethan, Ruben no era un simple empleado. Ganarse su favor podría significar conseguir oportunidades valiosas para la familia Moss.
Con sus pensamientos claros y decisivos, Gerard sonrió amistosamente y dio un paso al frente.
"¡Señor Douglas, buen día! ¿Qué lo trae por aquí?".
El aludido no le dedicó ni una mirada. Sin decir una palabra, pasó junto a ellos y se detuvo frente a Noelle, que estaba parada a poca distancia de la escena.
Al ver eso, ¡Gerard y Willa se petrificaron! Un escalofrío helado los recorrió, mientras permanecían inmóviles, pues estaban demasiado sorprendidos para moverse.
Ruben se detuvo frente a Noelle y, haciendo una reverencia respetuosa, le dijo: "Buen día, señorita Moss. Estoy aquí en nombre del señor Levi Martin, para llevarla a la finca Martin".
Al escuchar ese nombre, la chica sintió que la calidez se extendía por su pecho. Así que Levi estaba detrás de eso.
Aunque había pasado sus primeros años en un orfanato, más tarde la adoptaron Jeffery y Babette, quienes la criaron amablemente. Levi había sido un amigo cercano de Jeffery y, de hecho, ella recordaba haber jugado con él cuando era niña.
Ruben sostenía un reloj en la mano, el mismo que Levi había usado desde que Noelle tenía memoria. Eso solo confirmaba que el anciano había mandado a ese hombre a buscarla. Y como la invitación venía del amigo íntimo de Jeffery, ella no tuvo más remedio que aceptar.
"Gracias", respondió, asintiendo con respeto y tranquilidad.
"¡De nada, señorita Moss!", pronunció el asistente, con una sonrisa amable, quitándole la maleta de las manos. Tras acomodarla cuidadosamente en la cajuela, le abrió la puerta trasera y añadió: "Señorita Moss, por favor".
Noelle se inclinó para entrar, pero se detuvo al descubrir que había un hombre adentro.
Él estaba sentado en el asiento trasero, con una pierna cruzada sobre la otra, irradiando confianza. Vestía una camisa blanca impecable, abotonada hasta arriba; su postura insinuaba tranquilidad. En sus manos tenía una pila ordenada de papeles, y movía sus largos dedos al pasar las páginas, una por una.
Al escuchar la puerta abriéndose, el desconocido levantó lentamente la vista de los documentos y se giró para mirar a Noelle.
Ella se encontró con un par de ojos oscuros e inescrutables que parecían contener más de lo que revelaban.
"Soy Ethan Martin", anunció él firmemente, con voz baja y ronca. "Estoy aquí en nombre de mi abuelo para llevarte a casa".
'¿Ethan Martin?', repitió la otra mentalmente.
El nombre le resultaba extrañamente familiar, pero distante, mientras una ola de recuerdos de infancia la invadían.
Jeffery le había mencionado una vez un arreglo matrimonial años atrás. El futuro esposo que había elegido para ella era el nieto de Levi: Ethan. Y ahora, el hombre que estaba sentado frente a ella... ¡¿era él?!
La joven se deslizó en el asiento trasero, tratando de ordenar sus pensamientos, mientras el auto negro se alejaba de la residencia de los Moss.
Gerard y Willa seguían parados ahí afuera, demasiado atónitos para moverse. Sus expresiones eran una mezcla de shock e incredulidad. Habían pasado años tratando de impresionar a los Martin, ¿y ahora estos se aparecían por Noelle? Además, con completo respeto, ¿Ruben la había invitado a subirse al auto de Ethan? Y todo ese tiempo, el asistente ni siquiera les había dedicado un vistazo, tratándolos como si fueran nada. ¡¿Cómo podían explicar lo que acababa de suceder?!
Willa tensó la mandíbula; su dulce sonrisa había desaparecido hacía tiempo. Siempre la había molestado que Noelle la eclipsara, pero lo que acaba de suceder... era algo completamente diferente. Se sentía como si le hubieran dado una cachetada en público.
Mientras tanto, dentro del auto, Noelle mantenía la cabeza baja, aunque miraba de reojo al impresionante hombre a su lado. Sin embargo, en ese momento, en lo único en que podía pensar era si él recordaba el acuerdo matrimonial. Le pedía a Dios que no, pues ahora la idea le parecía absurda y fuera de lugar.
Parecía que Ethan podía leerle la mente, pues la miró, alzó una ceja y, tras aclararse la garganta, le dijo en un tono calmado y firme: "Lo recuerdo".
Ella sintió que el corazón le daba un vuelco. De todos los desenlaces que había imaginado, ese era el que más temía. Para decirlo en pocas palabras, la relación entre ellos siempre fue complicada.
Aunque era adoptada, Jeffery y Babette le habían dado una buena vida.
Él tenía amigos poderosos, y entre ellos estaba Levi, el otrora patriarca de la influyente familia Martin.
Naturalmente, este los había visitado en más de una ocasión, llevando a Ethan. Así fue como los jóvenes se cruzaron por primera vez.
De niños, pasaron mucho tiempo juntos, quizás demasiado, pues los adultos tomaron eso como una señal y acordaron que se casarían algún día.
En aquel entonces, Noelle era demasiado joven para entender realmente lo que significaba un arreglo matrimonial. Pero conforme creció y comprendió las implicaciones, le pareció que el asunto era muy incómodo. Y estar cerca de Ethan solo empeoraba la sensación.
Él tampoco parecía feliz al respecto. De hecho, a menudo actuaba frío y extrañamente hostil, especialmente cuando ella pasaba tiempo con el vecino. Eso sin olvidar que siempre soltaba palabras agudas, como si supiera cómo hacerla enojar.
Con el paso del tiempo, sus desacuerdos solo empeoraron: pasaron de bromas infantiles a discusiones reales y acaloradas. Eventualmente, ya ni siquiera podían soportarse.
En la preparatoria, Noelle estaba en una fase rebelde. Un día se acercó a Jeffery y le dijo que quería cancelar el arreglo matrimonial, porque se había enamorado de un chico de su clase.
Ethan se enteró e irrumpió en su recámara esa noche, con una apariencia que sugería que acababa de salir de una tormenta. Con un tono gélido, le preguntó si se había vuelto completamente loca.
Ella nunca lo había visto tan enojado. Discutieron. Se dijeron palabras fuertes y dolorosas. Todo se desmoronó entre ellos esa noche.
Después de esa pelea, Ethan se fue a estudiar al extranjero, y desde entonces, Noelle no lo había vuelto a ver. De hecho, ni siquiera lo había reconocido cuando subió al auto, pues él había cambiado mucho. El chico que una vez conoció ya no existía.