Del amor temporal al inolvidable
img img Del amor temporal al inolvidable img Capítulo 6
6
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
Capítulo 11 img
Capítulo 12 img
Capítulo 13 img
Capítulo 14 img
Capítulo 15 img
Capítulo 16 img
Capítulo 17 img
Capítulo 18 img
Capítulo 19 img
Capítulo 20 img
Capítulo 21 img
Capítulo 22 img
img
  /  1
img

Capítulo 6

-Es solo un juego, Sofía -dijo Alejandro, su voz baja, pero sus ojos estaban fijos en Bárbara. Soltó mi muñeca y se puso de pie.

Le ofreció la mano a Bárbara. Ella la tomó, su rostro brillando de triunfo.

La multitud estalló en vítores y abucheos mientras desaparecían en el pequeño y tenuemente iluminado tocador. La puerta se cerró tras ellos con un clic.

Sentí un shock frío, como si me hubieran arrojado un balde de agua helada. Mi amor por él, mi esperanza, mi ingenua creencia de que algún día podría elegirme a mí... era una fantasía tonta y unilateral.

-Pobre Sofía -susurró en voz alta una de las amigas de Bárbara-. Todavía no lo entiende, ¿verdad?

Me levanté, con las piernas temblando, y salí de la habitación. No miré hacia atrás.

Unos minutos después, la puerta del tocador se abrió. Alejandro y Bárbara emergieron, con los rostros sonrojados. El labial de Bárbara estaba corrido, y en la pálida piel de su cuello, justo debajo de la oreja, había una marca oscura y de aspecto furioso. Un chupetón.

La vista me provocó un dolor agudo y físico en el pecho.

Caminé directamente hacia la puerta principal.

-No me siento bien -logré decirle a un amigo de Alejandro que parecía confundido-. Me voy a casa.

Alejandro me vio irme, pero no se movió. Solo me observó marchar, su expresión ilegible, mientras Bárbara le rodeaba el cuello con los brazos.

Llamé a un Uber, las luces de la ciudad se desdibujaban tras la ventana. El cielo estaba oscuro y pesado, a juego con la tormenta dentro de mí.

Mi teléfono vibró. Un mensaje de video de un número que no reconocí. De Bárbara.

Presioné reproducir.

Eran ellos, en el tocador. La cámara temblaba, pero la imagen era clara. Se estaban besando, un beso desesperado y hambriento. El video capturó su conversación.

-¿Por qué te casaste con ella? -la voz de Bárbara era un susurro entrecortado contra sus labios.

Alejandro se echó hacia atrás, su rostro grabado con un dolor que parecía casi genuino.

-Tú me dejaste, Bárbara. ¿Qué se suponía que hiciera?

-¿Te divorciarás de ella? -presionó ella, sus manos enredadas en su cabello-. ¿Volverás conmigo?

Él cerró los ojos, un largo y entrecortado suspiro escapando de sus labios.

-Sabes que no puedo decirte que no. Siempre has sido mi dueña.

El video terminó.

Miré la pantalla negra, mi reflejo un fantasma pálido y de ojos hundidos. Mi corazón, mi matrimonio, mi mundo entero acababan de ser pulverizados. Un sabor agrio subió por mi garganta.

Bárbara envió otro mensaje. `Es mío. Siempre fue mío.`

No respondí. Solo observé las luces de la ciudad pasar, sin sentir nada.

Cuando regresé a nuestro frío y vacío penthouse, fui directamente al baño. Me quité el anillo de bodas del dedo, la simple banda de oro que una vez se sintió tan pesada de promesas. Sin pensarlo dos veces, lo dejé caer en el inodoro y tiré de la cadena. Lo vi girar y desaparecer por el desagüe.

Saqué mis maletas del armario y empecé a empacar. Mis lágrimas se habían ido, reemplazadas por una fría y dura determinación. Había terminado. Era libre.

Justo cuando cerraba la última maleta, la puerta principal se abrió.

Alejandro y Bárbara estaban en el umbral. El rostro de Alejandro era oscuro, tormentoso. Bárbara se escondía detrás de él, llorando dramáticamente.

-¿Qué pasa? -pregunté, mi voz firme.

Los ojos de Alejandro eran como esquirlas de hielo. Me señaló con el dedo, su voz temblando de rabia.

-Eres una ladrona, Sofía.

Dio un paso hacia mí.

-El collar de diamantes de Bárbara ha desaparecido. El que le dio su abuela. Vale millones. Devuélvelo, o llamo a la policía.

Lo miré fijamente, la sangre helándoseme.

-No tomé nada.

No me creyó. Podía verlo en sus ojos. La completa y absoluta falta de confianza.

Mi corazón dolió con un dolor tan profundo que era casi físico.

-Alejandro, nunca he querido una sola cosa de tu familia. Lo sabes.

Un destello de duda cruzó su rostro cuando una lágrima escapó de mi ojo. Vaciló por un segundo.

Pero entonces Bárbara, la maestra manipuladora, comenzó a sollozar de nuevo.

-Sofía, por favor, solo devuélvelo. Significa mucho para mí. Mi abuela me lo dio en su lecho de muerte.

Aparté mi brazo de su toque.

-¡Te dije que no lo tomé!

Bárbara tropezó hacia atrás, colapsando en el suelo en un montón de falsa desesperación. Miró a Alejandro, con los ojos muy abiertos y suplicantes.

-Alejandro, conoces sus antecedentes. Su madre... -Dejó la frase en el aire, la implicación clara y venenosa. La gente de mi mundo era codiciosa. Desesperada. Ladrona.

Mi rostro se enfrió.

-¿Qué dijiste de mi madre?

Bárbara vio su ventaja.

-Solo digo que tal vez deberías hacer que la seguridad revise su casa también. Gente como esa...

Eso fue todo. Esa era la línea.

La abofeteé. Más fuerte esta vez. El sonido fue como un disparo en la silenciosa habitación.

                         

COPYRIGHT(©) 2022