Colgó antes de que ella pudiera responder.
Me pateó el costado de nuevo, por si acaso.
-Así que está con ella. Era de esperarse.
Me acurruqué en el suelo, mi cuerpo gritando de dolor. Pero la agonía física no era nada comparada con la imagen en mi cabeza: Damián y Carla, juntos, mientras yo estaba aquí, siendo golpeada por su culpa.
Un miedo profundo y primario se apoderó de mí. No por mí, sino por él. Demetrio estaba desquiciado. Podría arruinar todo por lo que Damián había trabajado tan duro.
Justo cuando Demetrio estaba a punto de ordenar a sus hombres que me lastimaran de nuevo, sonó su teléfono. Miró el identificador de llamadas y su expresión cambió. Era un número privado.
Se alejó unos metros, dándome la espalda. Su voz era baja, pero pude oír fragmentos de la conversación.
-...Sí... El precio que acordamos... Está hecha un desastre, justo como querías... No te preocupes, él nunca descubrirá que fuiste tú.
Un trato. Había hecho un trato.
Colgó y caminó de regreso hacia mí, una mirada de fría satisfacción en su rostro. Se burló, luego se dio la vuelta y salió de la bodega, dejándome con sus dos matones.
Pensé que iban a matarme. Pero unos minutos después, la puerta se abrió de nuevo.
Era Carla.
Entró sola, sus caros tacones resonando en el suelo de concreto. Me miró, arrugada y sangrando, y su rostro era una máscara de fría indiferencia. Le entregó a uno de los matones un grueso sobre con dinero. Lo tomaron y se fueron sin decir una palabra.
-Levántate -dijo, su voz desprovista de cualquier emoción.
Me ayudó a ponerme de pie, su tacto sorprendentemente fuerte.
-Te llevaré a un hospital.
No podía hablar. Me palpitaba la mandíbula y estaba segura de que algunos de mis dientes estaban flojos.
El hospital era una clínica privada, limpia y silenciosa. El médico fue discreto. Me cosió el labio, revisó mis costillas y me colocó un puente dental temporal para cubrir los huecos donde me habían tumbado los dientes.
Carla observaba desde la puerta, con los brazos cruzados. Cuando el médico terminó, entró.
-Gracias -dijo, su voz baja-. Por recibir la paliza que era para él.
Ella había organizado todo. La amenaza de Demetrio, el secuestro, la golpiza. Todo había sido ella. Había creado una crisis que solo ella podía resolver, haciendo que Damián estuviera aún más en deuda con ella.
-¿Qué le prometiste a Demetrio? -logré preguntar, mis palabras arrastradas.
-Eso no es de tu incumbencia -dijo bruscamente-. Lo que sí te incumbe es que yo puedo proteger a Damián, y tú no. Lo viste tú misma. Te dejó en un edificio en llamas. No contestó tu llamada. Él ya siguió adelante. Es hora de que tú hagas lo mismo.
Pasé la siguiente semana recuperándome, escondida en el departamento. Caminaba por las calles de la ciudad por la noche, revisitando los lugares que guardaban nuestra historia. El restaurante barato donde celebramos su primera patente. El parque donde solíamos sentarnos durante horas, planeando un futuro que nunca sucedería.
La ciudad que una vez se sintió como una promesa ahora se sentía como una jaula. No pertenecía aquí. Había construido todo mi mundo alrededor de Damián, y sin él, solo era un fantasma. Él había echado raíces profundas aquí, pero yo solo era una mala hierba, fácil de arrancar y desechar.
Una tarde, sonó mi teléfono. Era él.
-¿Dónde estás? -preguntó, su voz tensa con una emoción que no pude identificar.
Le dije el nombre del parque en el que estaba. Estuvo allí en diez minutos.
-¿Qué haces aquí sola? -preguntó, su mirada recorriendo mi rostro magullado.
-Recordando -dije-. ¿Alguna vez lo extrañas, Damián? ¿La lucha? ¿Los días en que éramos solo nosotros contra el mundo?
Guardó silencio por un largo momento. Miró el horizonte de la ciudad, las torres relucientes que representaban su éxito.
-No -dijo finalmente, su voz plana y dura-. No lo extraño. Odio esa época. Odio ser débil. Odio ser un caso de caridad.
Sus palabras fueron un golpe final y brutal. Nuestro pasado, la base sobre la que pensé que se construyó nuestro amor, era una fuente de vergüenza para él.
Quise preguntarle: "¿Fui yo parte de esa vergüenza? ¿Fue mi amor solo un recordatorio de un pasado que querías borrar?".
Pero no lo hice. Ya sabía la respuesta.
Forcé una sonrisa, los puntos en mi labio tirando dolorosamente.
-Tienes razón. Ambos deberíamos mirar hacia adelante, no hacia atrás.