Mientras Elara bebía, Megan se arrodilló junto a ella. "Cuéntanos, Elara. ¿Qué está pasando? ¿Por qué te perseguían esos hombres?"
Elara tomó un respiro, su voz temblorosa al principio, pero ganando fuerza a medida que compartía su historia. "Vengo de un pueblo en las Tierras del Oeste, Oakhaven. Durante generaciones, siempre se ha rumoreado sobre 'marcas' – personas con habilidades especiales que aparecen al nacer o, a veces, se manifiestan más tarde. Pero últimamente, el miedo se ha apoderado de la gente. Un grupo, los 'Celadores de la Luz', ha ganado influencia. Dicen que las marcas son una abominación, una señal de oscuridad, y que deben ser 'purificadas'."
Megan sintió un escalofrío. "Purificadas... ¿cómo?"
"Las cazan. Las llevan a juicios públicos y, si las encuentran culpables, las queman en la hoguera", la voz de Elara se quebró. "Mi tía, una curandera con el don de hacer florecer las plantas, fue la primera en Oakhaven. Dijeron que su don era magia negra. Yo tuve que huir cuando me di cuenta de que mi propia marca, esta flor", Elara señaló su muñeca, "empezaba a crecer y a brillar débilmente cuando sentía emociones fuertes. Mis padres me ayudaron a escapar, pero no sé si estarán a salvo".
Lycan, como Adam, apretó los puños. La crueldad humana, una vez más, lo asqueaba. La idea de que su Megan pudiera ser perseguida por sus propios dones encendió una furia fría en su interior. Miró el símbolo en el antebrazo de Megan, que ahora, bajo la luz del amanecer, era un intrincado dibujo de enredaderas entrelazadas, con un ligero brillo perlado.
"No te preocupes, Elara", dijo Megan con voz firme. "Aquí estarás a salvo. Nadie te hará daño en este bosque." Miró a Adam, y en sus ojos verdes, el lobo vio una promesa inquebrantable.
"Pero, ¿quiénes sois vosotros?", preguntó Elara, mirando el tatuaje de enredaderas de Megan. "¿Tú también tienes una marca?"
Megan asintió. "Sí. Es nueva para mí también. Se manifestó anoche con la luna de sangre." Explicó brevemente el despertar de su poder y cómo había sentido la presencia de Elara y el peligro. Omitió, por supuesto, la parte de la transformación de Adam, una revelación que guardaría por ahora.
Adam intervino, su tono neutral. "El Bosque Susurrante es mi hogar. Conozco sus senderos y sus secretos. Aquí, los Celadores no se atreverán a entrar. Son demasiado cobardes para enfrentarse a lo desconocido de estas profundidades."
Decidieron llevar a Elara a la cabaña de Megan. El camino de regreso se hizo con más precaución, los sentidos de Adam alerta a cualquier señal de intrusos. Mientras caminaban, Megan y Elara comenzaron a hablar más abiertamente sobre sus marcas. Elara describió cómo la suya le permitía sentir la vitalidad de la naturaleza, la salud de las plantas y a veces incluso sanar pequeñas heridas. Megan, por su parte, describió la sensación de "control" que había sentido, cómo las enredaderas invisibles habían obedecido su voluntad para inmovilizar al cazador.
Al llegar a la cabaña, el sol ya iluminaba el interior con una luz tenue. El ambiente era acogedor, a pesar de la gravedad de la situación. Adam encendió un fuego en la chimenea mientras Megan le ofrecía ropa limpia a Elara y preparaba una infusión de hierbas calmantes.
Mientras Elara descansaba, Megan se sentó junto a la ventana, observando el bosque. Adam se unió a ella, su mirada fija en el perfil de Megan.
"Tienes un gran poder, Megan", dijo Adam en voz baja, admiración palpable en su tono.
Megan se encogió de hombros. "Es abrumador. Y aterrador. Pero también... me hace sentir conectada a algo más grande. ¿Crees que hay más personas con estas marcas?"
Adam asintió lentamente. "Es muy probable. Las leyendas hablan de los 'Portadores de la Naturaleza', individuos que son la voz y la mano del bosque. No es común, pero ocurre. Y si los Celadores están cazándolos, la situación es más grave de lo que parece. No solo te persiguen a ti, Elara, sino a todos aquellos que son diferentes."
Megan se volvió hacia él, sus ojos verdes encontrándose con los ámbar de Adam. "Entonces no podemos quedarnos de brazos cruzados. No podemos simplemente escondernos mientras los Celadores hacen daño a gente inocente. Tenemos que hacer algo."
Adam sonrió levemente, una sonrisa que rara vez mostraba. La pasión y la justicia de Megan eran tan cautivadoras como su belleza. "Sabía que dirías eso. Pero no será fácil. Los Celadores son organizados y crueles. Necesitaremos más que solo la magia de las enredaderas y mis colmillos."
En ese momento, Elara, que había estado escuchando desde su improvisada cama, se incorporó. "Podríamos buscar a otros. Hay rumores de comunidades ocultas, de otros marcados que viven en secreto para protegerse. Mi tía siempre decía que la naturaleza nos guía a los nuestros."
Megan y Adam se miraron, una nueva determinación brillando en sus ojos. La cabaña, antes un refugio, ahora se convertía en el punto de partida de una búsqueda, una misión para encontrar a otros como ellas y, quizás, para forjar una resistencia contra la oscuridad que se extendía desde los pueblos hacia el corazón del Bosque Susurrante. La luna de sangre había abierto un camino, y ahora, los tres estaban a punto de emprenderlo