Al doblar una esquina, me congelé. Allí, a no más de seis metros, estaba Damián. Sostenía a Casandra, que sollozaba dramáticamente en su pecho. Él le acariciaba el cabello, susurrándole con el mismo tono suave y tranquilizador que siempre usaba conmigo.
-Está bien -decía-. No te preocupes.
Rápidamente me escondí detrás de un gran pilar de piedra, mi corazón latiendo a un ritmo enfermo y pesado.
-¿Pero y si ella se entera? -gimió Casandra, su voz se escuchaba claramente en el pasillo vacío-. ¿Y si arruino tu posición como Alfa?
Damián soltó una risa baja y despectiva. -Confía en mí por completo. Selene es una arquitecta brillante, pero no entiende las complejidades de la política de la manada. Nunca lo sabrá.
La sangre se me heló. Pensaba que yo era simple. Ingenua.
-¿Cuándo me harás tu Luna? -presionó Casandra, su voz volviéndose aguda-. ¿Cuándo te desharás de ella?
-No puedo rechazarla -dijo Damián, con tono firme-. Ella es la voluntad de la Diosa Luna. Rechazar a una compañera destinada, especialmente a una tan... pura... sería visto como una debilidad por los otros Alfas. Podría destrozar mi autoridad. Tengo una responsabilidad con ella.
Una responsabilidad. No amor. No devoción. Una tarea celestial.
-Pero siempre cuidaré de ti y de Rory -prometió, su voz suavizándose de nuevo-. Me diste un heredero fuerte, Casandra. Eso es algo que nunca olvidaré.
Le besó la frente y luego se alejó, sus pasos resonando por el pasillo.
Casandra se quedó un momento, una lenta y triunfante sonrisa extendiéndose por su rostro. Entonces, sus ojos se dirigieron directamente al pilar donde me escondía. Sabía que estaba allí. Lo había sabido todo el tiempo. Sostuvo mi mirada por un instante, su expresión una mezcla de victoria y pura malicia, antes de darse la vuelta y deslizarse lejos.
Eso fue todo. El último y frágil hilo de esperanza al que me había aferrado se rompió. A sus ojos, yo era una obligación. Ella y su hijo eran su elección.
Una fría y dura determinación se instaló en mi alma. No podía traer a mi hijo a esto. No podía permitir que mi cachorro fuera la segunda opción no deseada, un recordatorio constante de un vínculo roto.
Hice dos llamadas. La primera fue a una clínica privada en el mundo humano, programando una cita que nunca pensé que tendría que hacer. La segunda fue a mi abogada, instruyéndola para que redactara los documentos oficiales de rechazo de compañero y disolución del vínculo.
Estaba sentada en el bosquecillo de laureles lunares fuera del centro, tratando de respirar, cuando la voz de Damián invadió mi mente.
*¡Mi amor, acabo de oír la noticia! La nueva ala oeste que diseñaste para la casa de la manada está oficialmente terminada. Es magnífica. Eres un genio.*
No respondí.
*Lamento haber estado tan ocupado anoche*, continuó, su voz mental rebosando encanto. *Tuvimos un serio problema con renegados en la frontera norte. Ya está todo solucionado.*
Mentiras. Todo.
*Para compensar mi ausencia, esta noche daré una gran gala en tu honor en la nueva ala. Una celebración para mi brillante compañera. Te lo mereces.*
Sentía como si mis entrañas estuvieran talladas en hielo. Estaba entumecida.
*Suena maravilloso*, respondí, mi voz un eco hueco de lo que fue.