Capítulo 5 Su repentina rebeldía

Thea esbozó una sonrisa irónica y fijó la mirada en el rostro de Jaylynn, que mostraba una expresión de fingida sinceridad. "Ha pasado mucho tiempo", dijo la primera.

Pasó una década desde la última vez que se vieron, y fue cuando Jaylynn la había arrastrado al nuevo salón de belleza de su tía, insistiendo en que fuera su modelo de práctica para borrar la marca de nacimiento en forma de mariposa que tenía en el pecho.

"¿Están de compras?", preguntó esta última con desenfado, entrelazando su brazo con el de Jerred como si le perteneciera. Mantuvo su sonrisa mientras le dedicaba a Thea una lenta mirada de arriba abajo. "Ese vestido es demasiado extravagante y atrevido para alguien como tú".

Tras una pausa, añadió, ladeando la cabeza: "Algo más sencillo y modesto te quedaría mejor".

Luego, levantó la mirada hacia el hombre con presencia imponente que estaba a su lado, y le preguntó con dulzura: "Jerred, ¿estás de acuerdo?".

Su tono de voz dulce hacía parecer que ella, y no Thea, era la esposa del hombre.

Este último recorrió con la mirada los hombros desnudos y la clavícula de la chica. Luego frunció el ceño, como si la visión lo perturbara. "De hecho, ese vestido no le va bien".

Para él, Thea, que siempre había sido tan callada y reservada, no debía llamar la atención con algo tan audaz.

"¿Por qué no?", replicó Brielle con dureza. Acto seguido, le pasó un brazo por los hombros a su amiga y dijo: "Tiene un cuerpazo para lucirlo. ¿Por qué no iba a presumirlo con un vestido así?".

Luego, clavó la mirada en Jaylynn, con una expresión fría y burlona. "¿O es que prefieres que esconda esa figura espectacular porque estás celosa? Después de todo, no tienes curvas".

Jaylynn palideció al escuchar eso. Sus dedos se aferraron con más fuerza al brazo de Jerred, mientras hablaba con voz inestable: "Es cierto... he perdido mucho peso este año. No importa lo que haga, no consigo...".

Hizo una pausa, y su tono se debilitó hasta convertirse en un susurro. "Mi figura ciertamente no es tan buena como la de Thea...".

Los ojos se le llenaron de lágrimas y se volvió hacia esta última, con la voz quebrada. "Pero no estoy celosa, te lo juro. Solo pensé que el vestido no iba con tu estilo. Mi única intención era darte un consejo honesto".

Brielle bufó y se cruzó de brazos. "Qué actuación, Jaylynn. Lloras justo cuando te conviene".

Luego la fulminó con la mirada, cargada de un desprecio evidente. "Sabes perfectamente si fue un consejo o una indirecta venenosa".

Ante las duras palabras de Brielle, Jaylynn rompió a llorar desconsoladamente.

"Thea". El ceño de Jerred se frunció aún más y su tono se volvió gélido. "Dile a tu amiga que mida sus palabras".

Luego, con una suavidad que hizo que a Thea se le oprimiera el pecho, él le dio unas palmaditas en las manos temblorosas a Jaylynn para consolarla. "No llores", le dijo. "No dejes que esto te afecte. Tu salud ya es bastante frágil".

Desde donde estaba, Thea pudo ver el destello de ternura en sus ojos, una mirada que jamás le había dedicado a ella.

Una punzada aguda de dolor le atravesó el pecho.

En el año que llevaban casados, tanto si ella estaba enferma, agotada o sufriendo en silencio; su mirada siempre fue fría, distante, ajena a cualquier preocupación.

Alguna vez llegó a pensar que simplemente se debía a su naturaleza reservada, a que no se le daba bien expresar sus emociones.

Pero ahora, al ver cómo miraba a Jaylynn, lo entendió todo.

El contraste era brutal: esa mirada marcó la diferencia entre el amor y la indiferencia.

Thea comprendió que no había sido más que una estúpida después de haber desperdiciado un año entregando su amor a ese matrimonio.

Una oleada de ira la invadió, quemando el silencio al que solía aferrarse.

Fijó su mirada gélida en Jerred y su voz cortó el aire. "Señor Willis, usted que se enorgullece de ser un hombre de negocios tan experimentado y perspicaz, seguramente puede notar el desprecio que destila el tono de Jaylynn cuando se dirige a mí".

Los ojos de Jerred se entrecerraron, pero no respondió.

Thea continuó: "Si alguien me humilla y mi propio esposo se queda de brazos cruzados, ¿por qué mi amiga no puede salir en mi defensa? Dígame, ¿por qué debería detenerla?".

Tras esas palabras, los murmullos de los presentes cesaron.

Brielle se quedó inmóvil, con los ojos abiertos de par en par, incapaz de asimilar lo que acababa de escuchar.

Thea, que en otro tiempo había sido tan audaz y vivaz como su amiga, perdió esa chispa tras la muerte de sus padres y se convirtió en una persona callada y reservada.

Cada vez que alguien se burlaba de ella y Brielle salía en su defensa, solía jalarle de la manga, susurrándole que lo dejara pasar.

Siempre decía que era más fácil tragarse los insultos que armar un escándalo.

Pero ahora, Thea se mantenía erguida, con la espalda recta, y su tono, cargado de una frustración contenida, se imponía en el ambiente.

Y la persona a la que se enfrentaba no era un cualquiera: era Jerred, el hombre al que había amado durante años.

Era evidente que él tampoco esperaba tal rebeldía de su esposa.

La miró, y la irritación endureció aún más su tono. "Veo que mi madre tenía razón sobre ti. Hoy estás irreconocible".

Antes, Thea siempre había sido sumisa, soportando cada ofensa en silencio, pero... ahora parecía una persona diferente.