172 días con la gordita
img img 172 días con la gordita img Capítulo 5 El apartamento
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Capítulo 6 La mudanza img
Capítulo 7 ¡Qué empiece la guerra! img
Capítulo 8 Conoce a tu contrincante img
Capítulo 9 ¡Adiós Lourdes! img
Capítulo 10 La madre de visita en la ciudad img
Capítulo 11 En el calor de la discusión img
Capítulo 12 Fiesta, piscina y Raúl img
Capítulo 13 La invitada especial img
Capítulo 14 La invitación img
Capítulo 15 Lourdes vuelve img
Capítulo 16 Juego de parejas img
Capítulo 17 Un hombro amigo img
Capítulo 18 Entregándose a la tentación img
Capítulo 19 Sin poder parar img
Capítulo 20 De vuelta a la realidad img
Capítulo 21 La cena y el espionaje img
Capítulo 22 Un contrincante img
Capítulo 23 Seamos solo amigos img
Capítulo 24 Entre ellos dos img
Capítulo 25 El cliente sorpresa img
Capítulo 26 La verdad sobre Raúl img
Capítulo 27 El primer día trabajando con Raúl img
Capítulo 28 El plan img
Capítulo 29 Ganándose su confianza img
Capítulo 30 Bienvenida mi calabacita img
Capítulo 31 La verdad liberada img
Capítulo 32 Raúl img
Capítulo 33 La difícil decisión img
Capítulo 34 Contrato de por vida img
Capítulo 35 Epílogo img
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Capítulo 5 El apartamento

Roxanna había dormido como un ángel; ni siquiera sintió cuando su amiga llegó. La noche anterior habían hablado brevemente por teléfono. Quería hacerles saber que estaba bien y que ya había llegado a casa. Por lo que pudo escuchar, Raúl se había quedado muy preocupado por ella y también algo confundido por lo ocurrido; sin embargo, Laura creyó conveniente que fuese Roxanna quien le explicara personalmente la situación en la que se encontraba.

-¿Laura? -Con los ojos entreabiertos, Roxanna divisó la figura de su amiga-. No te escuché llegar anoche. ¿Por qué no me despertaste?

-La verdad, estabas durmiendo tan bien que no quise molestarte. Además, llegué bien tarde... o temprano -Laura se sentó en la cama, sonriendo-. Fue una noche bella...

-¿Y Raúl?

-Terminó volviendo a su casa luego del incidente -se acomodó a su lado-. Realmente le gustaste. ¿A ti qué te pareció?

-Es simpático, me agrada... Me sorprendió lo inteligente que es -suspiró, incómoda-. La verdad me da vergüenza pensar en lo que sucedió anoche.

-Lo que tu jefe hizo estuvo súper raro y fuera de lugar -le dijo Laura, arrugando el entrecejo.

-Lo bueno es que después de hoy, es posible que no tenga que hablar con él más allá del trabajo.

El timbre de la casa sonó repetidamente. Alguien parecía tener prisa. Laura sabía que no era el arrendador -él siempre venía los domingos por la noche-, así que pensó que podía ser un vecino. Eran apenas las siete de la mañana.

Laura miró por la mirilla antes de abrir. Giró sobre sus talones y puso los ojos como platos. Roxanna frunció el ceño al notar su reacción y se encogió de hombros, pidiéndole una explicación con la mirada.

-¿Quién es, Laura? -le susurró.

-Míralo tú misma -respondió su amiga con una sonrisa sarcástica.

Roxanna se acercó y, en cuanto divisó la cabellera rubia de Marcos, maldijo en voz baja su presencia.

-¿Qué hace aquí tan temprano? -preguntó Laura, molesta-. Apenas son las siete.

-No lo sé... -El timbre volvió a sonar, impaciente-. Pero será mejor que le abra, o es capaz de derribar la puerta.

Abrió, y se topó con los ojos verdes de Marcos. Esta vez prescindía de uno de sus habituales trajes de marca. En su lugar, llevaba un suéter gris, jeans ajustados y el cabello algo despeinado. Tenía un aire más relajado y despreocupado.

Roxanna pensó que así parecía más joven y menos tenso. Por su parte, ella había abierto la puerta sin notar que seguía en ropa de dormir: un short muy corto y una blusa completamente transparente.

-Ya veo que no estás... -empezó Marcos, pero enmudeció de inmediato.

Sus ojos se deslizaron a su vestimenta y su mente se quedó en blanco. Tragó con dificultad y pareció olvidar el idioma español.

-¿Qué haces aquí tan temprano? -Roxanna seguía sin notar su atuendo y, aún llena de rabia, arremetió con una pregunta que parecía más un ataque-. Responde.

-Yo... yo... mis padres... -Marcos balbuceaba, intentando desviar la mirada. Pero sus pezones eran una invitación peligrosa a su imaginación-. Hoy tenemos que ir a casa de mis padres y... yo vine para ensayar lo que diremos. Tenemos que sonar convincentes.

-¿Quieres que nos pongamos de acuerdo sobre lo que vamos a decir? -Roxanna rodó los ojos, fastidiada, y entonces miró su ropa. Comprendió por qué Marcos tartamudeaba como un tonto-. ¡Espera aquí! ¡Ya regreso!

Laura la siguió riendo hasta el cuarto.

-¡Ay, Dios! -se quejó Roxanna al entrar-. ¡Encima me vio las tetas! Ya me imagino todo lo que dirá a sus amigos: "Le vi las tetas a la gorda. Qué horror, qué horror..."

-¿Roxanna, hablas en serio? -Laura frunció el ceño, enojada-. A tu jefe se le cayó la baba. Fue divertidísimo verlo tartamudear. Seguro eso no le pasa a menudo.

-Laura, no -le pidió Roxanna, molesta-. Sé que adoras subir mi autoestima, pero por favor... Marcos es del tipo de hombre que aborrece a las mujeres como yo. Seguro se sintió incómodo. Le pareció vomitivo.

Laura suspiró, exasperada, y alzó los brazos al cielo.

-No puedo con tu falta de autoestima. ¡De veras me sacas de quicio! Ese velo que tienes, ese que te hace pensar que eres horrible, no te deja ver el mujerón que eres.

-Ese "velo" del que tanto hablas se llama realidad. No todas podemos darnos el lujo de tener la cabeza en las musarañas.

-¿Y eso a qué viene? -se cruzó de brazos-. ¿Sabes qué? Te dejo. Parece que la falta de cama te tiene malhumorada.

Laura tomó su bolso y salió muy molesta. Sabía que Roxanna solía ponerse así a veces.

Sus complejos eran enormes, y aunque ella hacía lo imposible para que su amiga viera su belleza, el espejo de Roxanna siempre le devolvía una imagen distorsionada.

Roxanna salió del cuarto con la peor de las caras. Marcos se limitó a preguntarle si todo estaba bien.

-Estupendo -respondió, seca.

-Creo que tenemos que ponernos de acuerdo en cuánto tiempo llevamos juntos -empezó Marcos-. Es probable que sea lo primero que nos pregunten... sobre todo mi madre. Serás la primera chica que llevo a casa.

-¡Qué afortunada soy! -le lanzó con sarcasmo.

-La respuesta sería: seis meses. Y estamos pensando en vivir juntos.

-¿¡Ah, sí!? Esto es increíble. ¿No pensaste en qué vamos a decir después? ¿Qué les diremos cuando rompamos?

Marcos sonrió un poco.

-No te preocupes. Sé qué decirles.

Pasaron un rato ensayando qué harían y dirían. Marcos le habló de todos los miembros de su familia. Roxanna intentó memorizar nombres, aunque solo conocería a su madre y hermana. Al padre, claro, ya lo conocía.

A las once en punto, Roxanna se vistió para el encuentro con sus supuestos suegros y la pequeña cuñada. No pensó que se pondría tan nerviosa. Sentía que no podría decir una palabra. Pensaba en lo que los padres de Marcos creerían de ella. Quizás no les agradaría. Quizás pensarían que no hacían buena pareja... Aunque, al fin y al cabo, era una relación de "mentira".

La casa de los padres de Marcos era enorme, como cabía esperar: una mansión extensa. Solo el jardín parecía un campo de fútbol.

Sabrina, la madre de Marcos, los recibió con entusiasmo. Era una mujer alta, delgada, elegante y muy amable. Lo único que hacía era halagar a Roxanna. Como era la primera vez que conocía a una de las novias de su hijo, estaba emocionadísima. Por su parte, el padre tenía una expresión enigmática. Parecía no tragarse el cuento, aunque no decía una palabra.

-Bueno, ¿qué esperamos? El almuerzo está listo -anunció Sabrina, radiante.

Roxanna temía sentirse fuera de lugar, pero no podía estar más a gusto. La hermanita de Marcos era encantadora, y en poco tiempo se hicieron amigas.

Durante la comida, los chicos parecían distraídos, quizás por todo lo que habían ensayado. Amalia, la hermanita, no paraba de hablar con Roxanna mientras jugaba con su perrito, Toto, como el del Mago de Oz, su libro favorito.

-¿Y cuánto llevan juntos? -preguntó de pronto Amador, dirigiéndose a Roxanna.

-Seis meses -respondió ella, nerviosa.

-¿Y cómo sucedió? Sé que mi hijo no tiene mucho tiempo...

-Amor... -Sabrina lo interrumpió, intentando evitar el interrogatorio-. Ya habrá tiempo de preguntarles todo...

-Cariño, solo quiero entender... No creí que mi hijo se asentara con...

-Papá, no te dije la buena noticia. Tenemos pensado mudarnos juntos.

-Entiendo... -espetó Amador, frunciendo el ceño.

Sabrina dio un grito de felicidad. Amalia se alegró también y preguntó si podría visitarlos en su nueva casa.

-¿Y ya tienen el lugar? -preguntó Sabrina.

-Aún estamos buscando -respondió Marcos.

Continuaron hablando sobre la supuesta relación, pero Amador observaba con sospecha. Intentó contenerse, pero su rabia lo dominó.

-¡Ya basta! -gritó de repente.

-¿Papá? -preguntó Marcos.

-¿Amador? -susurró su esposa.

El silencio se apoderó de la mesa.

-¡Basta de este circo! -bramó Amador-. ¿Me intentas engañar?

-Roxanna es mi novia -repitió Marcos, firme.

-¿Me tomas por un imbécil? ¿Sabrá Dios qué hiciste para obligar a esta chica?

-Papá, somos novios. Vamos a vivir juntos.

-¿Ah, sí? Entonces... hagamos algo...

-¡Amador, por favor! Roxanna se debe sentir incómoda -intervino Sabrina.

-Tienes hasta mi cumpleaños para demostrar que esta chica es tu novia y no una fachada para que no piense que hemos criado un monstruo mentiroso, prejuicioso y manipulador.

-¡Ya basta! -lloró Sabrina-. Esto se suponía que era un almuerzo en familia.

-Lo siento, madre. Y en cuanto a ti, padre, te demostraré que esta chica no solo es mi novia... sino mi razón de ser -las manos de Marcos temblaban. No de rabia, sino de miedo.

Roxanna abrió los ojos como platos. No dijo nada. Solo pensó: ¿Cuándo es el cumpleaños de Amador...?

Marcos salió despavorido de la gran mansión, ignorando las súplicas de su madre. Aunque parecía enojado, en realidad estaba asustado, nervioso y lleno de dudas. Nunca antes había tenido una pelea con su padre, mucho menos sabiendo que esta vez tenía toda la razón para estar furioso.

Durante el trayecto de regreso, Roxanna no dijo ni una palabra. Pero su mente no paraba de darle vueltas a lo ocurrido. Pensaba en preguntarle a Marcos qué pasaría ahora. Ella ya había cumplido su parte, y aunque el plan no había funcionado, creía que finalmente sería libre. Al fin y al cabo, su padre ya sabía la verdad.

-¿Marcos...? Entonces, ¿ya está? ¿Terminamos, no?

-No, no... ahora tenemos que...

-Espera... -lo interrumpió, sin poder creer lo que escuchaba-. No hablas en serio, ¿verdad? Yo ya cumplí con lo tratado. No puedes pensar que voy a seguir fingiendo... ¿por cuánto tiempo?

Su voz era una mezcla de incredulidad y frustración.

-Hasta el cumpleaños de mi padre.

-¿Y eso es dentro de...?

-Octubre. Exactamente en 172 días.

-No, no... -Roxanna negó con la cabeza-. No pienso seguir tu juego.

-Dime algo que quieras, lo que sea. Será tuyo.

-No quiero nada. No quiero nada de ti.

-¿De verdad crees que yo quiero estancarme contigo? ¿Que quiero que todo el mundo piense...?

-¿Que estás conmigo? -lo miró, herida e indignada-. Puedes buscar a otra persona. Cualquier otra.

-Tiene que ser tú... Solo pídeme lo que quieras. Te daré todo, lo que sea.

Ya no sonaba como un jefe autoritario, sino como un niño asustado. Una súplica. No era una orden. Marcos estaba implorando su ayuda.

Roxanna lo miró. No con rabia, sino con una calma extraña. Como si algo dentro de ella hubiera muerto.

-Cinco millones... -dijo de pronto, sin pensarlo demasiado.

-¿Perdón?

-Quiero cinco millones de dólares para hacerme una cirugía.

-¿Una cirugía? ¿No sabía que tenías alguna condición...?

-No la tengo. Quiero el dinero para una cirugía estética. De todas formas, si me niego me despides y me quedo sin nada. Así es mejor.

Marcos la miró sorprendido, como si no la reconociera.

-Cinco millones es mucho para una cirugía.

-No solo lo quiero para eso.

-Está bien... pero el dinero lo tendrás cuando mi padre me entregue la compañía.

-Tenemos un trato, entonces.

-Sabes que tienes que vivir conmigo, ¿verdad?

-Sí. Lo sé... -suspiró profundamente-. ¿Cómo sé que vas a cumplir?

-Mañana hablo con mi abogado. Que redacte el documento. Será confidencial, pero completamente legal.

-De acuerdo.

Roxanna asintió sin más. Parecía un zombi. Su rostro había cambiado; sus respuestas salían por inercia, sin emoción. Sabía que no podría zafarse de lo que venía, así que al menos pensó en sacarle algún provecho. Por fin podría hacerse la cirugía estética que siempre había soñado. Ser la mujer que deseaba ver en el espejo.

Marcos, por su parte, aceptó sin pensarlo demasiado. No porque creyera que ella lo valía, sino porque su avaricia era mayor. Su deseo por heredar la compañía superaba todo: los escrúpulos, el orgullo, incluso el respeto por una de las personas que más amaba.

Ya no había marcha atrás.

Ahora tendría que seguir con su plan... hasta el final.

                         

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