Capítulo 6 Una cosita frágil

Sin embargo, los dos vehículos misteriosos los seguían de cerca, negándose a retroceder. Su persistencia no dejaba lugar a dudas: los estaban siguiendo a propósito.

"Walter, ¿por qué esos autos se acercan tanto? ¿Nos están siguiendo?". Avery frunció el ceño mientras miraba por la ventanilla. La verdad era que ella ya se había dado cuenta de que los vehículos los seguían desde hacía unos momentos y estaba segura de sus malas intenciones.

Él le apretó la mano, forzando una sonrisa tranquila. "No les prestes atención. Hoy en día algunas personas conducen como locas. Quién sabe, a lo mejor esperan chocar por detrás para cobrar rápido".

Le dirigió una mirada significativa al conductor. "Despístalos. Ahora".

"De inmediato, señor". El conductor pisó el acelerador, haciendo que su auto avanzara a toda velocidad.

Walter apretó con más fuerza los dedos de Avery, con el rostro tenso por la preocupación. No quería que su hermano sintiera miedo.

De la nada, Avery se inclinó hacia él y le susurró al oído: "Walter, realmente necesito ir al baño".

"¿Ahora?". Él la miró sorprendido. "¿Estás seguro de que no puedes esperar?".

Avery asintió, cruzando las piernas exageradamente para enfatizar su urgencia.

Walter exploró la carretera y divisó un centro comercial justo al final de la calle. "Detente en el próximo centro comercial", le indicó al chófer.

"Sí, señor", respondió este sin dudar.

El Rolls-Royce entró en el estacionamiento subterráneo, sus llantas deslizándose sobre el hormigón pulido.

Apenas el auto se detuvo, Avery saltó y corrió hacia los baños del centro comercial, serpenteando entre la multitud.

Ahora que estaba fuera del auto, Walter podía centrarse en la situación con los vehículos sospechosos sin preocuparse por su seguridad, o eso esperaba.

Apenas se fijó en su entorno, se dirigió directamente al baño de la planta baja, sintiendo la urgencia de la naturaleza, esta vez, de verdad.

Justo cuando entraba, se oyó un grito agudo. "¡Ah! ¡Un pervertido!".

Avery se quedó paralizada. Miró, con los ojos muy abiertos, a la mujer asustada frente a ella. "¿Un pervertido? ¿Dónde?".

Se dio la vuelta, buscando a otra persona en el baño, pero solo estaban ellas. La mujer lanzó otro grito desesperado. "¡Depravado!".

"¡Eh, cálmate! ¿Por qué tanto grito?". Avery, confundida, empezó a acercarse, pero la mano de la mujer se alzó y la golpeó en la cara.

En ese instante, la vergüenza la invadió. Miró a su alrededor, mortificada, al darse cuenta de la verdad: había entrado por error en el baño de damas.

Avery soltó un suspiro, con los labios temblorosos de pura vergüenza. Había olvidado por completo que seguía disfrazada de hombre, irrumpiendo directamente en el baño de mujeres y provocando el pánico.

Se frotó la mejilla ardiente y salió del baño, sintiendo el calor de la humillación en el rostro.

Se detuvo en el pasillo, dividida. ¿Debía arriesgarse y entrar en el baño de hombres esta vez?

Mirando hacia la puerta, vio a un tipo alto, oscuro y llamativo salir. Justo detrás de él salió un segundo, de hombros anchos e igual de atractivo. Avery tragó saliva, intentando actuar con naturalidad. Estaba vestida como un chico; técnicamente, debía entrar allí. Incluso si por accidente veía algo que no debía, todo era por un bien mayor: mantener intacto su disfraz antes de descubrir la verdad.

Armándose de valor, dio un paso adelante. De repente, dos hombres aparecieron a cada lado de ella, la sujetaron por los brazos y la empujaron directamente al baño de hombres.

"¡Mantenimiento! ¡Fuera de aquí, ahora!", gritó uno de ellos, haciendo que todos los demás salieran corriendo por la puerta.

Avery tropezó mientras la empujaban hacia adelante, apenas manteniendo el equilibrio.

Cuando se dio la vuelta para encararlos, se dio cuenta de que entraban aún más hombres, cada uno más intimidante que el último. Uno de ellos dio un paso al frente, evaluándola. "¿Así que tú eres Avery Hudson?".

Ella parpadeó, asimilando la situación. No tenía sentido negarlo ahora.

"Así es. Soy Avery Hudson", respondió. Una sonrisa lenta y desafiante apareció en sus labios.

Bajó la mirada, apretó los puños y pisó fuerte el suelo. Después de haber sido tan paciente, ¿finalmente podría dejarse llevar y mostrar de qué estaba hecha?

"Hombre, mira tú. Resulta que el menor de los Hudson no es más que una cosita frágil", dijo Palmero Cruz, el líder del grupo. Sonrió con malicia y añadió: "Parece que al señor Hardy solo le gusta exagerar".

"Anda, Palmero, agarremos al chico y vámonos de aquí. Mi novia me está esperando en el cine", respondió uno de los hombres, sonriendo. Los demás estallaron en carcajadas, sin molestarse en ocultar su diversión.

Su actitud lo decía todo: no veían a Avery como una amenaza.

Para ellos, Avery no era más que un blanco fácil, alguien a quien podían llevarse sin problemas.

"Está bien, yo me encargo", respondió Palmero, con una sonrisa cruel mientras se acercaba a Avery. "Hazlo fácil y ven en silencio, a menos que quieras que se ponga feo".

"Por favor, no te acerques más", dijo Avery con voz temblorosa, mientras retrocedía. "Mientras no me hagan daño, haré lo que quieran".

"Qué cobarde", se burló Palmero, pensando que esta tarea sería pan comido, claramente impresionado.

Pero antes de que nadie pudiera reaccionar, alguien se lanzó hacia adelante, más rápido de lo que nadie esperaba. Palmero parpadeó, de repente frente a frente con Avery, quien ahora tenía un brillo agudo en los ojos.

Una sonrisa astuta se dibujó en su rostro mientras bromeó: "¡Caíste! ¡Solo bromeaba!".

Los ojos de Palmero se abrieron de par en par por la sorpresa. Un escalofrío frío le recorrió la espina dorsal al darse cuenta de que ahora estaba en serios problemas.