Desencadenada: la venganza de una Hacker
img img Desencadenada: la venganza de una Hacker img Capítulo 3 Amor demasiado profundo para durar
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Capítulo 7 Una estrella entre las cenizas img
Capítulo 8 Errores forjados, cicatrices duraderas img
Capítulo 9 Juramentos hechos añicos img
Capítulo 10 Expulsado en silencio img
Capítulo 11 Bajo el calor, más allá de la nieve img
Capítulo 12 Demasiado tarde para el arrepentimiento img
Capítulo 13 Contratiempo inesperado img
Capítulo 14 Contigo o contra todos img
Capítulo 15 El futuro se despliega img
Capítulo 16 El veredicto de Internet img
Capítulo 17 La verdad revelada img
Capítulo 18 Locura desatada img
Capítulo 19 Rivales en código, compañeros en amor img
Capítulo 20 Entre el amor y la muerte img
Capítulo 21 Una vida por otra img
Capítulo 22 Despedida silenciosa img
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Capítulo 3 Amor demasiado profundo para durar

El pasillo construido especialmente para ella estaba atestado de desorden, y a Eliana le costó mucho esfuerzo llegar finalmente a la puerta de la oficina del director ejecutivo.

La furiosa voz de Ethan tronó a través de la pesada puerta de madera: "Lucien, despide a esa pasante y pídele disculpas a Eliana, de lo contrario, no me llames tu amigo".

El repugnante golpe de puño contra carne era de un sonido que erizaba la piel y hacía rechinar los dientes.

Lucien escupió un buche de sangre al suelo: "Un amigo, y la hermana de un amigo... ¿no crees que te estás metiendo demasiado?".

La pelea se quedó en silencio, y la voz de Ethan tembló de incredulidad: "¡Eliana te salvó la vida! ¡Nunca podrá volver a caminar por eso! Durante los días más duros de tu emprendimiento, ¡fuimos Eliana y yo corriendo de aquí para allá para conseguirte dinero e inversionistas! ¡Cuando Lane Enterprises fue hackeada, Eliana se quedaba despierta noche tras noche para defender el sistema. Su cuerpo ya era frágil al principio, ¡y casi murió tosiendo sangre por neumonía! ¡Lucien, ¿te queda algo de conciencia?!".

Un choque violento sacudió la puerta frente a ella.

Lucien, conteniendo su furia, dijo: "Devolví el dinero, y la cuidé durante diez años. En cuanto a la neumonía, ¿no fue porque ella estaba jugando y se quedó atascada con su silla de ruedas en la nieve? ¿No estás harto de sacar una y otra vez la misma deuda pasada?".

La mano de Eliana se congeló sobre el pomo de la puerta.

Todo sonido pareció desvanecerse con las palabras de Lucien.

El aire estaba mortalmente quieto, y escuchó su ya fracturado corazón romperse de nuevo.

Las excusas que había inventado para evitarle preocupaciones... él se las había creído, y ahora las usaba como prueba en su contra, cada palabra una cuchilla clavada en ella.

Eliana empujó la puerta abierta: "Basta".

Los ojos de Ethan estaban inyectados en sangre, su rostro moteado de moretones.

A Lucien no le iba mejor, sujetándose el estómago y apenas capaz de mantenerse en pie.

Eliana no le dirigió ni una mirada. Avanzó en su silla, llevándose a su hermano.

Lucien le gritó a sus espaldas: "Eliana, preferiría que nunca me hubieras salvado...".

Las yemas de sus dedos temblaron apenas perceptiblemente.

Lucien le había dicho esas mismas palabras una vez.

En ese entonces, sus lágrimas caían en grandes gotas sobre sus piernas, empapándolas.

Le había preguntado: "¿Te duele?".

Ella negó con la cabeza.

No sentía nada en absoluto.

Pero él solo había llorado con más fuerza: "Eliana, ojalá nunca me hubieras salvado. Mi vida no valía el costo de todo tu futuro".

Ella había reído y lo había llamado tonto: ¿cómo podría una vida siquiera compararse con un par de piernas?

Ahora, él lo estaba demostrando con sus acciones.

Su vida nunca valió que ella sacrificara la suya.

Cuando llegaron al vestíbulo, Vivian les bloqueó el paso con tono burlón: "Vaya, vaya... otra vez están aquí los dos sanguijuelas de los Walker. Tan jóvenes y ya tan calculadores, esas piernas inválidas para atar de por vida a nuestro señor Lane. Si me preguntas, apuesto a que tú misma provocaste ese incendio".

Eliana no dijo nada, simplemente pasó su silla de ruedas por encima del pie de Vivian.

Él soltó un grito desgarrador.

Lucien se apresuró al sonido, sus ojos llameando hacia ella: "¡Eliana, ¿qué demonios crees que estás haciendo?!".

Eliana ni siquiera levantó la mirada: "Un perro inteligente sabe cuándo apartarse".

Lucien le apretó el hombro con una fuerza aterradora: "Discúlpate".

Un crujido agudo provenía de su omóplato.

Eliana apretó los dientes y le lanzó una mirada de reojo: "Ya veo... de verdad eres un perro. No entiendes razones, solo sabes ladrar".

Justo cuando Lucien estaba a punto de hablar, Vivian de repente cubrió su rostro y rompió a llorar: "Lo siento, es todo mi culpa... Lucien, no dejes que arruine las cosas entre tú y Eliana. Me iré".

Eliana la vio alejarse cojeando... entonces, una fuerza violenta y repentina golpeó su silla de ruedas.

Desprevenida, fue arrojada de la silla, rodando por el suelo hasta que chocó contra la pared, con un dolor que le desgarró como si su cuerpo se desarmara.

La voz de Lucien vino fría y autoritaria: "Dije, discúlpate".

            
            

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