Capítulo 4

La noticia de que Elena, la heredera del Grupo Aurum, estaba organizando una subasta para elegir esposo conmocionó a la alta sociedad.

Innumerables familias soñaban con unirse a ese imponente imperio a través del matrimonio.

Era un acuerdo mutuamente beneficioso.

Solo un esposo con un trasfondo lo suficientemente sólido me ayudaría a asegurar mi posición más rápidamente. Mi matrimonio era parte del negocio.

Ya no tenía intenciones de perseguir el amor verdadero.

Con eso en mente, llamé al secretario de mi padre.

Dado que Lucas disfrutaba fingiendo ser pobre, era hora de que la empresa de su familia se derrumbara.

Siempre habíamos valorado la eficiencia sobre todas las cosas.

En menos de dos horas, el negocio familiar de Lucas colapsó.

Los proveedores de materia prima les cortaron las provisiones de la noche a la mañana.

Los bancos exigieron el pago de préstamos y le negaron nuevos créditos.

Varios contratos firmados en el extranjero fueron arrebatados por competidores más fuertes a cualquier costo.

En el mercado de valores, sus acciones fueron vendidas en corto con intenciones maliciosas, cayendo en picada.

El imperio familiar del que Lucas se enorgullecía resultó frágil ante los verdaderos gigantes del capital.

Me relajé en la terraza de mi finca, disfrutando de un café y escuchando las actualizaciones en tiempo real de Jefferson. "El padre de Lucas tuvo una crisis en la reunión del consejo y fue llevado al hospital. Él está suplicando por ayuda, pero nadie se atreve a enfrentarlo. No tiene idea de a quién ha ofendido".

Miré las docenas de llamadas perdidas en mi teléfono y, con desgano, la devolví.

"¡Elena! ¿Dónde demonios has estado? Mi empresa se está desmoronando, ¿y tú, como mi novia, ni siquiera estás a mi lado? ¿Me estás ignorando? Eres como una maldición que solo me ha traído desgracias. ¡Desde que pelamos todo ha salido mal! ¡Te ordeno que vuelvas ahora mismo!".

Él me culpaba de todo, desahogando su furia.

Su estado lamentable y colérico me proporcionó el placer de la venganza.

De todos modos había destruido su empresa precisamente esperando por ese momento.

No pude evitar reírme.

"¿Qué es tan gracioso? Elena, ¿te has vuelto loca?".

Perdí el interés en escuchar, colgué y bloqueé su número.

En aquel momento, Lucas quizás realmente necesitaría juntar esos doscientos dólares.

Justo entonces, apareció el mayordomo. "Señorita, el heredero del Grupo Josh solicita una reunión con usted".

Me sorprendí.

¿Josh? ¿Qué quería?

Los rumores lo pintaban como reservado pero despiadado, era un joven que ya había dominado el vasto imperio de su grupo.

En la cafetería, me encontré con él.

Su traje a medida y presencia imponente eran imposibles de ignorar. "Señorita Aurum, escuché sobre su escandalosa subasta. Quiero casarme con usted".

Lo evalué y le dije: "Si quieres ser mi esposo, tendrás que aceptar mi ambición. Mi fortuna está entre las cinco más grandes del mundo. No puedo, y no seré atada por el matrimonio. No necesito un esposo que me diga qué hacer o intente controlar mi vida".

Miré al hombre frente a mí, esperando que declarara sus sentimientos o demostrara su poder, como Lucas habría hecho.

Pero no lo hizo. Solo me miró por un buen rato, con una mirada compleja.

Luego se dio la vuelta y se fue.

Observé su figura alejarse.

Al irse cuando no podía cumplir mis condiciones demostraba cierto carácter.

Rápidamente dejé el encuentro en el olvido.

De vuelta en la finca, Jefferson me esperaba en el vestíbulo. "Señorita, todo está listo para la subasta. Está programada para mañana a las ocho de la noche, en el salón central del Palacio del Arte. Alguien que usted conoce asistirá".