Una morena pasa por mi lado envuelta en una toalla mientras se seca el cabello húmedo. Ladeo mi cabeza para evaluar bien la situación. Morena, piernas largas, sexy y húmeda. Justo mi tipo. Me sonrisa se ladea como si tuviese vida propia, pero cuando miro el reloj veo que no tendré tiempo ni de pedir su número. La morena sin percatarse de mi entra en su habitación, ubicada a dos puertas de la de mi hermana para mi comodidad.
Me consideraba de mente abierta y sabía muy bien que mi hermana, así como yo, disfrutábamos del sexo y lo practicábamos de forma segura, pero no por eso podía evitar querer protegerla en todo momento. Así que vivir con ella en la misma casa y tener que ver al tipo que acabase de follarla superaba todos mis niveles de autocontrol. De lo solo pensarlo se me tensan los músculos. Lo mejor era estar en residencias separadas
Llegué a su habitación y utilicé la llave que me dio para entrar. No había ninguna media puesta en la puerta, así que no me encontraría con nadie en su cama, aunque eso sería realmente una sorpresa, mi hermana jamás llevaba a ningún chico a su habitación. Megan estaba dormida acurrucada con su almohada. Su cabellera dorada le cubría el rostro. Aún conservaba esa carita de bebé que tanto me gustaba cuando estábamos pequeños.
Me senté de un brinco a su lado y ella solo gimió en protesta.
-Megs, vamos levántate -grité-, eres demasiado floja. Llegaremos tarde al primer día de clases. No, rectifico, tú llegarás tarde al primer día de clases, porque como no estés lista en -miré mi reloj para confirmar el tiempo que podría darle- ,quince minutos, me voy.
Se sentó en la cama sin abrir los ojos y se desperezó. Su cabello enmarañado me dio risa. Ella era un desastre en las mañanas. La amenacé con irme sin ella y fue el impulso que necesitó para terminar de levantarse.
¡Qué floja!
Mis amenazas siempre funcionaban. Ella era la típica mujer que tarda una eternidad en arreglarse, menos conmigo. Después de tantos años compartiendo la misma casa, sabía que era bastante capaz de dejarla tirada si no estaba lista al finalizar mi conteo. De hecho, más de una vez había pasado.
Aproveché de revisar mi teléfono mientras Megs se alistaba.
¡ASHLEY! -exclamé en mi mente con victoria-, se llamaba Ashley.
Guardé su número y la fecha de hoy, rara vez repetía con una chica pues no quería darle a ninguna falsas esperanzas a pesar de que siempre dejaba claro lo que buscaba en ella: buen sexo; y lo que no esperaba: una relación. Pero Ashley hace esta cosa con su cadera que, ¡Dios!, tenía que volver a probar.
Pensando en ese movimiento demoledor, me acordé de la morena que vi hace poco y le pregunté por ella a Megan. Mi hermana siempre estaba dispuesta a ayudarme con algunos números cuando quería jugar la carta de "tímido" con alguna chica.
Por fin salimos de su habitación y le abrí la puerta del automóvil para que subiese. No me molestaba buscar a mi hermana ni llevarla a donde quisiera. Megan es mi mejor amiga, así nos criamos y fue lo que nos mantuvo cuerdos durante todo el divorcio de nuestros padres. El día que me llamaron para decirme que tuvo un accidente mi corazón se paralizó y sentí como una parte de mi vida se me escapó del cuerpo.
La imagen de su auto destruido jamás la borraré de mi recuerdo, así como tampoco su cara ensangrentada por aquel golpe que se dio en su frente y de donde manaba el líquido carmesí, que se mezcló con su rubio cabello y lo enmarañó. Cuando la vi fue mi sangre la que abandonó todo mi cuerpo, pude haberme desmayado en ese momento.
Con ese recuerdo atormentándome, la verdad es que no estaba nada deseoso de que ella estuviese detrás del volante otra vez, no porque fuese mala conductora, sino porque no confiaba en quienes iban detrás de los volantes de los otros vehículos.
¡Juro que sentí como me nacieron canas ese día!
-Mamá te manda a decir que le respondas los mensajes -me recordó Megan.
-Lo haré después, cuando se me pase la molestia.
-Ryan, está bien, en serio, no me importa lo que ella pueda pensar de mí.
-Te llamó puta, Megan.
-Me dijo que si quería a alguien serio en mi vida no podía seguir estando con tantos chicos solo por sexo. No es lo mismo a como tú lo dices y francamente, no es mentira que eso es lo que hago.
-Eres su hija, no puede decirte eso -tercié.
-Lo estás sacando de proporciones, Ry -me recordó una vez más, pero no volvió a tocar el tema.
Llegué a la universidad con el tiempo justo. Odiaba ser impuntual, una de las pocas cosas buenas que heredé de mi padre. Para cuando Megs bajó del automóvil ya llevaba dos botones menos sueltos en su camisa y mostraba un poco su sujetador, sonreí ignorándola, era tan parecida a mí que no sabía que gestos copió de mí, y cuales yo copié de ella.
Le pasé el brazo por encima de sus hombros, necesitaba enviar un mensaje a todos los nuevos. Ella es mi hermana, no está sola, tiene quien la defienda y puedo matarte.
Había muchas caras femeninas conocidas, algunas muy molestas conmigo y otras no tan molestas como para seguir intentándolo, pero todas sin excepción me miraban de arriba abajo con lasciva. Yo me fijaba era en las presas nuevas, sin embargo a todas les sonreí, no me gustaba tener mis opciones limitadas, por esa razón trataba de que ninguna de mis conquistas me odiara, aunque a veces era un poco inevitable.
Atravesamos los pasillos directos a la oficina de la rectoría, para retirar nuestros horarios de clases. Había una fila de más de veinte chicos y chicas esperando ser atendidos que me hizo exasperar. Nos colocamos hasta el final pero miraba pasar el segundero con angustia. ¿Dios que tanto se puede tardar imprimir una simple hoja? Me pregunté mientras pellizcaba el puente de mi nariz.
Sin esperar más me dirigí hacia la oficina. Una chica menuda y con cabello caoba estaba detrás del escritorio luciendo bastante agobiada. Debía reconocerle que tecleaba con rapidez y que no parecía estar perdiendo el tiempo. Algunos de sus movimientos eran un poco descoordinados por sus nervios, me quedó claro que ella no era muy buena bajo presión.
Perfecto, jodidamente perfecto.
Me regresé a la fila por Megs, necesitaría también de su ayuda para salir de aquí más rápido.
-Comienza a pestañear - le susurré mientras yo colocaba mi mejor sonrisa.
La vi batir sus pestañas con seducción y guiñar con picardía. Mi sonrisa se ensanchó con orgullo, esa es mi hermana.
Me incliné sobre el mostrador flexionando mis músculos para que lucieran un poco más grandes. Ahora era mi turno de hacer mi magia.
-Hey -comencé con una pequeña sonrisa torcida mientras la miraba directo a sus ojos.
-Ho-hola -tartamudeó mientras sus mejillas se encendían.
-Sé que estas muy ocupada linda -dije con zalamería-, pero me urge llegar a clases y esta fila es muy larga. ¿Crees que podrías ayudarme? -y rematé con un puchero.
-Yo, ehm... -la chica me miraba atontada, era de las que mi cercanía les quitaba el habla, ya estaba acostumbrado a eso.
-K, ¿puedo llamarte K verdad? Verás, me levanté súper temprano para poder ir al gimnasio antes de llegar a clases, no son ni las nueve de la mañana y estoy agotado y de verdad te agradecería si pudieras hacer esto por mí. Te daría lo que quieras -finalicé alzando una ceja de forma sugestiva.
Las manos de K comenzaron a temblar, una sonrisa nerviosa se quedó grabada en su rostro por mi última frase. Se tenía que estar imaginando las formas en que me cobraría este favor porque humedeció sus labios con lentitud.
¡Te tengo!
-Claro, si RA, digo Ryan, ¿verdad? -su cara no podía estar más roja y se veía adorable debo concederle.
-Ryan Asper y Megan Asper -dije inclinándome más hacia ella para que mi aliento mentolado le diese en la cara. Tragó grueso.
La vi como tecleada respirando agitada y me permití darle una mirada. Era atractiva, con rasgos delicados y me apostaba lo que no tenía, que debajo de esa blusa dos tallas más grande escondía una linda silueta.
-Busca también a Alejandro Hott -me susurró Megs.
-Alejandro Hott también por favor -cuando alzó sus ojos agregué-, te ves linda cuando te sonrojas K. ¿te lo han dicho antes?
Sus mejillas explotaron mientras tecleaba el nuevo nombre. Me entregó las tres hojas con los horarios y le dediqué unas sinceras gracias con un guiño. Separé el que me pidió Megan y me acerqué a ella tomándola por la cintura para entregárselo.
Megan estaba en una especie de contiendas de miradas con un nerd de la fila. La tomé por la mano cuando le entregó la hoja al chico y la arrastré fuera de la oficina mientras miraba el reloj. Podía hacerlo, si Megan corriese un poco más, llegaría a tiempo. Apreté el paso y la hice dar varias zancadas. Apenas logré sentarme en el escritorio cuando mi reloj anunció el inicio de las clases.
Aliviado, suspiré agradecido de haberlo logrado. Lo menos que quería era pasar el primer día de clases enfadado con mi hermana y su tardanza con ese nerd.
¿Será que la estuvo molestando por habernos saltado la fila? Imposible, si ella había desplegado su magia, imposible que él se resistiera. Opté por preguntarle a mi hermana, curioso por lo ocurrido.
¡El nerd resultó inmune a los encantos de mi hermana! Me reí en mi mente por su semblante desconcertado mientras me contaba. Su ego estaba profundamente herido.
Un perfume cítrico golpeó mi nariz cuando una chica se sentó a mi lado. Trigueña, cabello negro, apenas maquillada y en definitiva nueva. Le hice señas a mi hermana y me volteé a darle la bienvenida con mi mejor sonrisa. Su respuesta fue inmediata, la hice sonrojar solo con un "Hola".
Esto será fácil.
El viejo Sr. Figgs entró en el salón para comenzar con la clase de Literatura y me concentré de forma inmediata. Cuando terminó la clase de literatura y la de historia, Megan se despidió de mí, iría a la oficina de rectoría para solucionar el problema con su horario, mientras yo iba al cafetín a comer algo.
Comencé mi andar por los pasillos estrechando algunas manos con varios de los chicos de cara conocida, y por supuesto guiñando el ojo a algunas chicas también.
-¡Brooo! -gritó Taylor mientras estrechábamos con excesiva fuerza nuestras manos y dándonos un pequeño saludo de hombros-. ¿Cuándo regresaste?
-Recién ayer T.
-Hola Tay Tay -saludó una pelirroja pasando al lado de Taylor, este giró sus ojos cuando la pelirroja se perdió.
-Estas batiendo tus propios records TayTay, cuatro horas de clases y....
¡ZAS! Una cachetada le volteó la cara a mi amigo. La morena responsable se alejaba con grandes zancadas furiosas. Mientras un adolorido Taylor se frotaba la mejilla.
-Bien, eso me lo merecía.
-Ok, me corrijo, este debe ser un record mundial, apenas llevamos cuatro horas de clases y ya tienes una conquista y una bofetada en el mismo minuto. -Lo tomé por sus hombros y lo giré para caminar al cafetín-. Entonces ¿me contarás por qué te merecías eso?
-Bueno, ¿recuerdas que te conté de una morena que me invitó a pasar las vacaciones en su casa con sus amigas de fraternidad?
-Ujum -asentí
-Bueno, todo marchaba bien, el sexo, oh hermano, esa mujer sabe lo que hace, que te lo digo yo, practicó gimnasia en el instituto así que puede ponerse las piernas detrás de la cabeza y...
-Ahórrate esos detalles Tay Tay.
Él aludido me miró ceñudo, odiaba el sobrenombre y me estaba dedicando una sutil advertencia. Solté una carcajada.
-Como decía, todo marchaba bien, hasta que me emborraché la última noche y desperté en la cama con una de sus amigas -encogió sus hombros con despreocupación.
No pude evitar reír a carcajadas a su costa, era normal que estas cosas le pasaran a Taylor, o mejor dicho, era normal que Taylor hiciera esas cosas.
Seguimos caminando intercambiando algunas anécdotas de las vacaciones. Las de Taylor en definitiva más graciosas que las mías aunque seguí evitando, como siempre que hablábamos, que me diera los detalles innecesarios de sus compañeras. Apreciaba mucho a mi amigo, no mentiría lo quería, pero odiaba que no tuviese reparo en crear imágenes vividas de las chicas que llevaba a la cama. Se lo dije varias veces y más de una vez pagó por sus imprudencias, sin embargo para él eso era inevitable.
No pude llegar al comedor porque una mano me tiró dentro de un pequeño cuarto oscuro, antes de poder protestar tan siquiera, unos labios se estamparon con los míos mientras unas manos me seguían sujetando con fuerza y posesión de mi camisa. Abrí los ojos y pude ver lo suficiente con la escasa luz para saber que era una mujer. Me relaje de inmediato y tomé a la desconocida por la cintura atrayéndola hacia mí.
Sus manos se enredaron en mi cabello al tiempo que su lengua invadió mi boca. Bajé las manos por la suave tela que la cubría hasta que me topé con la piel de sus muslos descubiertos. Mi desconocida llevaba un vestido bastante corto que me sacó una sonrisa en sus labios. Cuando me dio el primer mordisco comencé a perder los estribos, la empujé contra la pared más cercana y me uní más a ella. Rompí el beso solo lo justo para dejar un reguero húmedo en su cuello arrancándole pequeños suspiros.
Apreté mis manos en su trasero e hinqué los dientes en su hombro cuando ella hizo lo mismo con mi cuello.
-¡Oh Ryan! -gimió
Oh no.
Esa voz la reconocería donde fuese. Melissa. Ella es la razón por la que no repito. Fue la primera con la que se me ocurrió esa genial idea y como consecuencia se volvió psicópata, buscándome, llamándome, persiguiéndome y ¿cómo no? Asaltándome en medio del pasillo. Pero el principal problema no es que ella me asaltara, es que era demasiado buena en la cama así que reincidir se me hacía fácil.
Su mano bajó por mi entrepierna y apretó mi creciente erección. Cualquier pensamiento fugaz de no caer otra vez con ella desapareció. Gemí en su boca restregándome en su mano y en su muslo. Sus gemidos y suspiros me aturdían los sentidos. Enredó una de sus piernas con la mía, pidiéndome de forma silencia que la subiera.
Profundicé el beso y la tomé por el trasero para apoyarla en la pared al tiempo que me rodeaba la cintura con sus piernas. Cuando comencé a subirle el vestido la voz de Ricky Martin inundó el pequeño espacio. "I'm sexy and I know it" era el ringtone de Megs.
Rompí el beso y me comencé a desprender de las garras de Melissa, pero no pude hacerlo todo lo rápido que quería y la llamada cayó al buzón. Cuando por fin alcancé mi teléfono tenía un mensaje de Megan con dos palabras "S.O.S. Cafetería". Comprobé la hora y era de hace apenas cinco minutos. Maldije en silencio, desde el choque odiaba mensajes como aquellos y no haberle respondido a tiempo me llenó de angustia.
-Me tengo que ir, es mi hermana -le expliqué a Melissa
-Seguro que ella está bi... -me zafé una vez más de sus manos que querían enredarse en mi cuello y sin esperar a que terminara salí del cuarto acomodándome la ropa.
Di grandes zancadas por el pasillo, apresurado por llegar a su lado, con mi corazón martillando con fuerza y mi erección aun molestándome entre las piernas.
Apenas entré al cafetín visualicé su cabellera dorada en una de las mesas. A medida que me iba acercando la noté ilesa así que mi tensión desapareció, pero lucía agobiada con su cabeza apoyada sobre sus manos. Me senté frente a ella sin que notara siquiera.
-Debemos trabajar en tu definición de S.O.S., o mejor aún, profundicemos en las causales de infartos. En cualquier caso, la meta aquí es no matar a tu hermano de un susto.
-Es una emergencia -aseguró aún enfurruñada.
-¿Qué pasó Megs? -pregunté comenzando a contagiarme con su angustia
-No era un error Ry, me quedó Matemática 1, y ahora debo cursar ambas materias.
Mi boca cayó abierta cuan larga era.
-¡Megs! Pensé que habías revisado las calificaciones por el portal web de la universidad - la regañé.
-Lo hice, pero solo revisé las materias que me preocupaban. Matemática 1 no era una de ellas.
-¡Megan Valley Asper! ¿Cómo no revisaste matemáticas si tú apestas en esa materia?
Ocultó su rostro con sus manos y pude ver como se iba colocando escarlata.
-Lo sé, lo sé -sollozó-, soy tan estúpida. Pensé que me había ido bien en el último examen.
Odiaba verla llorar y era lo que estaba por pasar. Tendría cuatro días a la semana matemáticas, creo que ya tendría suficiente castigo. Di un largo suspiro antes de continuar.
-Está bien Megs, ya no puedes hacer más nada, solo deberás esforzarte el doble.
-Debo repetir la materia y pasar ambas con un porcentaje mayor de setenta por ciento, o perderé el año
-¡¿Qué?! -grité-. Esto es por lo que repetir nunca trae nada bueno.
***
Después de dejar a mi hermana en su residencia me dirigí al gimnasio. Su noticia me dejó agobiado, no imaginaba lo que debía ser para ella. No era un entrenador certificado, pero todo el tiempo que pasaba en el gimnasio y después de tanto tiempo, me sabía las rutinas que debía ejecutar y por esa misma razón prestaba apoyo a algunas de las mujeres que tenían las intenciones de conquistarme si yo las ayudaba con sus ejercicios.
Verlas estirarse sugestivamente delante de mí era solo un valor agregado al dinero adicional que me ganaba.
Hoy tenía dos mujeres que entrenar, que ya me estaban esperando en cuanto entré.
-¡Ryan! Ya me estaba preocupando -gimió con un puchero Maricela, una mujer en sus avanzados cuarenta, que no lucía de su edad sino mucho menor y se comportaba como una adolescente, ella era agradable pero desconcertaba un poco esa personalidad infantil que insistía en tener.
-¡Ry, Ry! Casi te llamo y me acordé que no tengo tu número -Olivia lanzaba otra vez uno de sus múltiples recordatorios de que no tenía como comunicarse conmigo.
A ambas les sonreí antes de saludarlas. Eran muy buena amigas entre sí y más de una vez me habían sugerido alguna salida entre los tres, pero seguía pasando.
No se caga donde se come, y el dinero adicional por entrenarlas me caía de maravillas, no quería perderlo. Sin embargo, les coqueteé como siempre, para mantenerlas felices y con esperanzas.
-Ya me cambio y vuelvo. Comencemos con un poco de cardio y luego pasaremos a las maquinas.
Ellas me obedecieron y caminé hasta los baños para cambiarme la ropa.
-Ryan, tengo a una chica que necesita entrenador y mi horario ya no me lo permites. ¿Te interesa? -me preguntó Chris, otro de los entrenadores del gimnasio.
-Claro, ¿está aquí? Puedo organizar el horario y el pago de una vez.
Una vez estuve vestido con mi ropa de entrenamiento, Chris me apuntó a la chica que estaba requiriendo de mis servicios. Era alta, bastante esbelta y con cierto aire de superioridad. Me acerqué hasta ella y me presenté.
Laura resultó ser muy agradable, la belleza de su rostro era impactante y sin embargo ella no se comportaba como una mujer de semejante belleza. La llevé hasta donde Olivia y Maricela hacían cardio para comenzar la rutina con ellas.
-¿Nueva? No me gusta compartir lo mío, Ryan -Maricela rio falsamente. No estaba bromeando.
Yo sonreí antes de responderle:
-Tranquila, ella no tiene nada tuyo, solo me tiene a mí para entrenarla como a ustedes .
Su semblante cambió por un segundo, pero se recompuso y siguió en sus ejercicios. No le había gustado mi muy sutil aclaratoria.
Yo no le pertenezco a ninguna mujer.