Era un lindo sábado por la mañana. No había ido a la escuela estos días y me sentía extrañamente relajada, pero Peter sí había venido a darme clases en casa, no sin que Alex estuviera con nosotros vigilando que su mejor amigo no hiciera nada sospechoso. Era divertido como cada vez que se acercaba de más, mi hermano carraspeaba y se alejaba como si lo tiraran de la correa.
Obviamente me sentía mejor, pero seguía estornudando un poco y solía estornudar cerca de Alex para molestarlo. Lisa consiguió mi número de alguna forma y comenzamos a hablar seguido. Me dijo que había terminado con Steven y le había lanzado las flores que le compró para disculparse por la cabeza. Aún sentía algo por él, pero yo sabía que lo superaría de a poco.
Hoy había dicho que vendría a mi casa a verme, por lo que había comprado algunas cosas dulces para recibirla. Me había dicho que le gustaban mucho.
-¡Ann, te buscan! -gritó Alex desde el primer piso.
Me saqué mis audífonos y me dirigí a las escaleras para ir abrirle la puerta a la que suponía era Lisa. Aunque no me esperé que al llegar abajo Félix, quien había hecho acto de presencia desde hacía ya un rato para acompañar a mi hermano y comerse todo lo que se llamaba chatarra, hubiera abierto la puerta y mi amiga lo observara como si estuviera soñando. Recuerdo que me dijo que siempre había tenido una especie de amor platónico por Félix, pero ahora que lo veía con mis propios ojos no cabe duda de que le gustaba.
Carraspeé de forma exagerada y Félix se apartó apresuradamente de la puerta. Tenía el rostro un poco rojo al igual que Lisa. Me pareció tierno ver a los dos así, pues nunca creí que mi amigo podría tener un flechazo tan rápido.
-Hola -saludé, mirando a ella y a Félix sucesivamente.
-Ho-ola, Ann -Lisa me miró con vergüenza en el rostro. Qué ternuritas.
Bajé rápidamente las escaleras y pasé mi brazo sobre los hombros de Lisa. Cerré la puerta detrás de nosotras y observé al rubio con una mirada cómplice.
-Félix, ella es mi amiga Elizabeth -incliné mi cabeza hacia ella-. Y Lisa, este es mi amigo Félix.
Se saludaron con un apretón de manos y por un momento logré ver como ambos se sonrojaban más.
-Lindo nombre -susurró Félix.
Lisa soltó su mano y tomó la mía rápidamente para comenzar a tirarme hacia las escaleras. Tenía ganas de reírme, pero podía evitar querer juntarlos en una habitación para que se conocieran más. Cuando llegamos al pasillo de arriba, Lisa estaba completamente roja y caminaba de un lugar a otro.
-¡Es más lindo que en las fotografías que le tomé! -me tomó por los hombros y comenzó a sacudirme.
Me reí por su reacción tan entusiasmada.
-¿Por qué le sacaste fotos? -pregunté, cruzándome de brazos.
-Oh, era para un artículo -me sonrió inocentemente, así que tuve que creerle-. ¿Vamos a tu habitación? La verdad es que corrí para acá sin pensar.
-No te preocupes, mi pieza está allá -le señalé una puerta que estaba entreabierta.
Se rio un poco y yo la guié hasta mi habitación. Parecía que miraba detenidamente todo a su alrededor, como si tuviera la costumbre de mirar lo que la rodeaba sin dejar ningún detalle. Se dejó caer en la cama, yo me senté en la silla del escritorio. Revisando las cosas que había comprado. Lisa comenzó a tararear una canción a la vez que se sentaba en la orilla de mi cama y me observaba con detenimiento.
-Hace tiempo que me preguntaba esto -comenzó a decir y le presté más atención-. ¿No fuiste tú la chica que empujó a Peter Harrison por las escaleras?
Me quedé congelada en mi lugar y me volteé hacia ella lentamente. Tenía la mirada perdida, como si estuviera tratando de recordar algo. Si alguien más me hubiera dicho eso, pensaría que me quería chantajear o algo parecido; pero como era Lisa no tenía por qué pensar mal de ella. La había conocido hace solo unos días, pero no se veía como alguien para desconfiar.
-¿Cómo lo sabes? -pregunté con un poco de miedo.
-Yo estaba ahí. Estaba hablando con... -calló-, la verdad no importa mucho con quién y te vi golpearlo antes de que cayera y todo el mundo lo notara -se encogió de hombros y me miró-. ¡Oh! No te preocupes, sé que no lo hiciste a propósito.
Suspiré un poco aliviada y me relajé en mi asiento. Si alguien más se enteraba de esto, probablemente sería el centro de atención.
-¿Podrías no decirle a nadie? -le dije con súplica en los ojos-. No quiero más rumores sobre mí de los que ya hay.
-Claro que no le diré a nadie, si tú me ayudaste yo haré lo mismo -me sonrió mostrando todos los dientes y la miré agradecida.
Comenzamos a hablar normalmente, contando anécdotas o algunas de sus historias de cuando iba a buscar reportajes jugosos. Era diferente a estar con Rose, con ella me podía relajar y ni siquiera le parecía preocupar que nos fueran a ver juntas. Por fin sentía lo que era tener una amiga real.
Las cosas siguieron bien mientras comíamos los dulces y tomábamos las sodas que compré. Traté de sacarle información sobre Félix, pero ella parecía feliz de no decirme qué pensaba sobre mi amigo a pesar de que era hermoso a su manera. Después de eso me preguntó a mí si tenía algo con Peter, y aunque dudé unos segundos terminé diciendo que éramos amigos o algo así. Me dijo que se topó con él el día que me llevó a la enfermería, y que nunca había visto que se preocupara así por una chica. Siempre que lo entrevistaba o lo espiaba, a favor de sus fans en el club de periodismo, notaba que rechazaba a las chicas que hablaban con él. No parecía que fuera el mujeriego que todos pensaban, solo estaba rodeado siempre de alumnas.
Me puse a pensar un poco más en eso un rato, pero descarté la idea de que no se metiera con muchas chicas a la vez.
Un rato después noté una pequeña sombra debajo de la puerta de mi habitación y me asusté al principio, aunque luego supe instantáneamente quién era.
-¿Te pido un favor? -le susurré a Lisa y ella asintió-. Halaga a Félix mientras voy a abrir la puerta.
Me miró un tanto extrañada pero luego se dio cuenta de qué planeaba hacer. Comenzó a halagar a Félix como si fuera un Dios o mucho más. Casi me creí sus palabras, ya que algunas parecían ir en serio. Me acerqué a la puerta y la abrí de golpe, dejando ver a un chico desesperado por oír lo que decíamos, tratando de recuperar su equilibrio.
-¿Se te ofrece algo, Félix? -mi tono inocente se merecía un premio.
-Ho-hola, vi-vine a decirles que...
-¿Qué? -pregunté mirando de reojo a Lisa con una sonrisa cómplice.
-Que emh... Alex dijo que...
-¿Qué dijo? -pregunté, interrumpiéndolo.
-¿Tienen que bajar? -señaló con su pulgar las escaleras y noté como su rostro se ponía un tanto más rojo.
-¿Para? -es tan divertido torturar a este chico.
-Para... que coman -dijo más como pregunta-. ¡Sí, para comer!
-¿Qué cosa comeremos?
Félix me observó enojado y sus ojos se desviaron levemente a Lisa, antes de que contestara con un solo «bajen rápido» momentos antes de que se fuera corriendo al primer piso. De seguro para hacer a Alex cómplice iba a inventarle una tonta excusa y nosotras tendríamos que hacer como que le creímos.
-Vamos a ver qué quiere ese... Félix -parecía que iba a decir algo no muy adecuado, porque parecía un poquito nerviosa.
-Te gusta -le dije cuando vi que se había puesto a mi lado.
-Nadie me prohíbe no divertirme un rato, ¿o sí? -no me podía creer que dijera eso con esa carita.
-Eres una perra -bromeé, abriendo la boca y tocándome el pecho con dramatismo.
-Gracias -se tapó la nariz con los dedos e hizo una voz chillona.
Nos reímos un poco y traté de sacarle información acerca de por qué se había sonrojado cuando vio a Félix. Me trató de cambiar el tema casi toda la tarde, así que decidí que aún había mucho que hacer. Alex tuvo que improvisar y dijo que haríamos pizzas, vi por el rabillo del ojo que Félix tenía una expresión agradecida, así que buscamos una receta en Internet y ahora me tenían a mí como la encargada de la masa, a Lisa de los vegetales, Félix de la carne y mi hermano se había autonombrado el «jefe supervisor capitán». Era tarde, y mi estómago ya rugía por no haber comido. En un momento, Félix decidió hablar con Lisa y a pesar de que ella a penas lo miraba, las cosas parecían ir bien y preferí no interrumpirlos.
Alex estaba aburrido, así que no encontró mejor cosa que invitar a Megan. Al parecer, algo había pasado entre ellos y sospecho que algo no me iba a gustar de lo que sea que tuviesen. Según mi hermano, ellos eran novios.
-Me niego a quedarme en medio de una pareja y un coqueteo en progreso -le reproché cuando me comentó al respecto en la sala.
-Mi única opción es llamar a Peter para que no te sientas sola
-Alex se encogió de hombros y lo miré con cara sorprendida.
-¿Por qué no puede ser otra persona que no sea Peter? Deberías ser un hermano responsable y alejarme de ese idiota -me crucé de brazos y el suspiró.
-Ese idiota no es tan malo, créeme -me miró con una ceja alzada-. Además, Megan es mi novia, Ann. Es normal que venga de vez en cuando.
-Te pasas. ¿Nunca has visto alguna serie en que hay una zorra, pero de las zorras -recalqué- que se mete con todos solo por tener buen culo y delantera? -dije haciendo un demostración con mis manos-, ¿o que sea leído un libro con una perra que le hace imposible la vida a la protagonista?
-Me dices esto porque... -comenzó a hablar con un tono aburrido.
-¡Siempre se llaman Megan! -dije gritando en un susurro y pegándole un zape-. Sin ofender a las Megan buenas, pero es la verdad.
-De todos modos llamaré a Peter.
-¿Lo llamarán? -preguntó Félix asomándose por la cocina con ojos maliciosos-. No le digan que estoy aquí.
-Adelante, llámalo -le dije, volviendo a la cocina para amasar con rabia la masa de la pizza-. ¿Por qué no quieres que sepa que estás aquí, Félix? -pregunté con un poco de curiosidad.
-Querida Ann, la venganza es dulce como la miel -contestó haciendo una macabra risa.
Estaba recostada en el sillón junto a Lisa, cambiando los canales al azar para ver si había algo bueno, y Félix se había dormido sentado en una de las sillas de la mesa del comedor. La chica lo miraba de reojo y a veces cuando le preguntaba si le gustaba algún canal, ella solo asentía perdida. Habíamos dejado la idea de la pizza de lado por ahora, esperaríamos a que llegara Peter para que él se encargara de la cosas. El sueño me estaba ganando, pero antes de poder cerrar los ojos completamente, el timbre comenzó a sonar repetidas veces y me tuve que levantar a abrir, ya que Alex y Megan (quien había llegado hacía veinte minutos más o menos) habían subido y dudaba que fueran a bajar. Apenas abrí, alguien entró rápidamente y abrió los brazos de forma exagerada, casi golpeándome en el rostro si no me hubiera alejado. No me costó saber quién era.
-¡Hola, mundo! -gritó Peter apenas tuvo un pie adentro-.
¡Ha llegado la diversión a la party!
-Ponte a trabajar, tenemos hambre -le dijo Lisa tirándole un delantal de cocina a la cara y yo aproveché de ir a sentarme al mueble de la cocina.
No sé qué había pasado con esos dos. Por alguna razón parecía que en cualquier momento Lisa le pincharía el corazón al moreno con un tenedor. Claro, si no es que antes Peter la empujara de un barranco.
Me vio sobre el mueble y me sonrió de manera agradable, pero cuando venía a saludarme, Félix saltó desde el otro extremo de la habitación, logrando que Peter gritara muy agudo y yo me sorprendiera porque creí que seguía en el comedor. El ninja sacó un paquete de harina del estante para lanzárselo a Peter, cayéndole en toda la cara y dejándolo de un lindo color blanco. Lisa soltó una pequeña risa y la sonrisa que se había formado en la cara de Félix pronto se anchó.
-Listo, estamos a mano -el atacante se sacudió las manos, dejando caer la harina de sus palmas en la alfombra.
Algo me decía que tendría que limpiar el desastre que esos dos iban a hacer, pero comencé a reír por el ataque sorpresa y choqué los cinco con Félix.
-¡Félix! ¡Me entró en los ojos, troglodita! -dijo Peter, frotando y sacando la harina de su rostro.
Bajé del mueble riendo para seguir amasando lo que sería nuestra pizza. Escuchaba parte de la discusión que ambos amigos tenían, pero lo único que decían eran incoherencias y justificaciones simples. La cosa no llegaba a mucho, pero pronto noté cómo Peter tomaba un puñado de harina y se la lanzaba a Félix. Me quedé sorprendida y apreté mis puños sobre la masa con mucha fuerza, de forma que se escurría entre mis dedos.
-¡Peter! -lo recriminé y él me miró extrañado.
-¡Él empezó! -alcanzó a reclamar, antes de que un tomate le golpeara el rostro.
Giré mi cabeza en dirección a la sala, donde Félix había tomado un jarrón y parecía que estaba a punto de lanzárselo a Peter. Corrí hasta él y salté un poco para quitarle el objeto de las manos. Apenas lo tomé, algo se estampó en mi trasero, y no tardé mucho en notar que era salsa de tomate. Antes de que me volteara y fuera a matar a Peter, el candelabro comenzó a moverse y todos nos quedamos mirando.
Lisa se acercó rápidamente a nosotros y nos comenzó a indicar con las manos que nos acercáramos a ella.
-¡Terremoto! ¡Pónganse debajo de la mesa y no...! -comenzó a gritar.
Unos gemidos vinieron del segundo piso y luego me fijé que Alex y Megan nunca habían bajado. Lisa captó lo que en realidad estaba ocurriendo, por lo cual me miró con cara de asco y fue corriendo hacia la cocina. Félix se frotaba el rostro con una mano y Peter observaba extrañado al techo, cuando mi amiga volvió, traía consigo la escoba y una cara de pocos amigos.
-Félix, agáchate -le ordenó Lisa sin quitar la mirada del candelabro que aún se movía.
Quitó la mano de su rostro y se apuntó, sorprendido.
-¿Eh? ¿Yo? -Félix se agachó un tanto avergonzado.
Lisa se apresuró en poner sus muslos en los hombros de Félix, con ayuda de él. Noté que se estaba arrepintiendo de la idea porque alcancé a ver como un leve sonrojo aparecía en sus mejillas. Cuando estuvo a la altura de tocar el techo, lo golpeó con la escoba y gritó a todo pulmón.
-¡No están solos, ninfómanos! -parecía realmente molesta, aunque pronto su rostro cambió a uno de análisis-. ¿Saben qué? Sigan, escribiré para el periódico de mañana que ya son oficialmente una pareja.
Sonreí por la forma en que mi amiga le había encontrado provecho a la situación y vi que Félix no parecía estar consciente de lo que ocurría a su alrededor. Tenía una cara de tonto, pero algo me decía que la razón era bastante obvia.
-Félix, ya puedes bajar a Lisa -reí levemente y él centró su atención en mí.
-Oh... claro -soltó un sonido nervioso y se agachó para dejar a Lisa en el suelo.
Se miraron por última vez y Lisa le dio la espalda para ir a dejar la escoba en el lugar donde estaba antes. El rubio se le quedó viendo hasta que desapareció detrás de la pared. Peter y yo intercambiamos una mirada cómplice y volvimos nuestra vista al embobado.
Si antes no creía que entre esos dos pasaba algo, ahora no tendría ni qué preguntar cuando daría el primer paso.
Lisa volvió rápidamente, evitando mirar a Félix directamente, y se puso entre él y yo. Parecían unos niños de diez años en su primer amor, pero cada persona tenía formas diferentes de expresarse sobre sus sentimientos.
Los gemidos cesaron justo unos segundos después y se escucharon pasos desde arriba. Me pregunté si ya habían terminado, aunque descarté la idea después de ver bajar a Alex desnudo, cubriendo sus partes con ambas manos y uno de los osos de peluche de mamá. Si se enteraba, lo mataría.
Yo me encargaría de decirle, obviamente.
Antes de que nos diéramos cuenta, Félix se encontraba tapando los ojos de Lisa con sus manos. La boca de ella se abrió de la sorpresa y en estos momentos parecía que se había vuelto un tomate.
-¿Se te ofrece algo, Pepe? -me dirigí a él por el nombre del peluche.
-Nope, vine a buscar algo -sonrió con sarcasmo y acercó a Peter-. Hermano, ¿tienes algún preser?
Peter lo miró extrañado antes de meter la mano a su bolsillo trasero y sacar su billetera.
-Ten -rebuscó y terminó tomando un paquetito plateado.
Alex lo tomó con rapidez y subió las escaleras corriendo de dos en dos. Todos pudimos ver su trasero de bebé menos Lisa, que aún tenía los ojos tapados por Félix.
-Eh... ¿Fe-Félix? -mi amiga parecía que estaba a punto de tener un ataque de pánico.
El rubio reaccionó separándose de golpe y se alejó unos cuantos pasos para darle espacio.
-Si quieres... vamos afuera a que tomes un poco de aire-dijo Félix con un tono suave, a la vez que se pasaba las manos por el cabello.
Lisa asintió y comenzó a caminar a la puerta que daba al patio delantero. Peter le hizo una señal a Félix que la siguiera y este se apresuró a abrirle la puerta con una sonrisa de medio lado. Casi veía como ella caía desmayada, pero de alguna forma logró caminar sin muchos problemas. Antes de que el rubio saliera, Peter le hizo un gesto con la mano y él lo volteó a ver un tanto apresurado.
-¿No necesitas uno tú también? -hizo un ademán de sacar su billetera nuevamente y lo miré con los ojos entrecerrados.
Félix volteó a ver afuera y después sonrió antes de dirigir su mirada a uno de sus mejores amigos.
-No, creo que no -cerró la puerta tras de sí, dejándonos a Peter y a mí técnicamente solos.
Me reí de la cara de confusión de mi acompañante y fui hacia la cocina a seguir con la pizza que se supone prepararíamos todos juntos. Me lavé las manos rápidamente y me puse frente a la mesa para estirar la masa y tomar el pote que tenía la salsa para poder ponerla encima. Escuché unos pasos detrás de mí y escuché cómo Peter comenzaba a tararear una canción lenta que no conocía pero me parecía un tanto dulce y famosa.
-Si te pones a cantar un musical, te meteré un tómate por la garganta -dije a la vez que tomaba un poco de salsa con mis manos y comenzaba a esparcirla con estas.
Sentí que me tomaba por la muñeca, así que me preparé para darle otro golpe si se le ocurría acorralarme en alguna parte contra su cuerpo. Iba a reclamarle que me dejara en paz, pero apenas mis ojos se toparon con su rostro noté que me miraba con una sonrisa casi diminuta, pero a la vez muy sincera. Era raro verlo sonreír así, ya que me imaginaba al chico del baño con la misma sonrisa. Hablando claramente, parecía que pensara en dos personas completamente diferentes.
Mis manos seguían con salsa cuando las tomó y me tiró levemente lejos del mueble, donde había espacio suficiente para movernos sin chocar con todo. Comenzó a moverse lentamente de izquierda a derecha, obligándome a seguirle el paso debido a nuestras manos entrelazadas. Seguía tarareando, pero ya no me molestaba tanto como antes. Tenía una voz bonita.
Pronto me soltó y volvió a sonreír con esa cara idiota que tenía a veces. Se puso en posición de bailar vals, pero parecía que se había inventado una pareja porque se movía de un lado a otro con movimientos exagerados. Comencé a reírme de las caras graciosas que estaba haciendo y sus extraños pasos de baile. Terminó con una pose de diva y tapé mi boca con el dorso de mi mano para evitar seguir riendo. Peter me observó con una sonrisa satisfecha y se acercó un poco a mí.
-¿Por qué fue eso? -pregunté con una sonrisa-. Y pobre de tu pareja de baile imaginaria, eso fue horrible.
Se encogió de hombros y sonrió levemente a la vez que se acercaba más a mí. Posó una de sus manos en mi mejilla y mi sonrisa desapareció poco a poco.
-No parecías muy contenta de que nos encontráramos, así que si parecía menos amenazante... No me molestaría que nos encontráramos fuera de las tutorías -se acercó un poco más a mí y me alejé a la misma distancia-. No sé por qué, pero parte de mí te quiere conocer más.
Parecía tan sincero al decir eso, pero tenía que arruinar el momento al aplastar una bolsa de salsa abierta de tomate en mi pelo. Comenzó a reír a carcajadas y yo estaba tan sorprendida que no me puse a analizar lo que había dicho antes y rápidamente tomé un puñado de la harina que estaba a mi lado para tirársela directamente a su boca que estaba abierta gracias a las carcajadas.
Comencé a reír cuando sacó su lengua y la comenzó a raspar con sus dedos.
-Edstas me das padgas, Ann.
Me reí para luego salir corriendo por toda la casa, le tiré a Peter harina en los ojos, cosa que cuando corríamos él tropezaba con todas las cosas.
Estábamos llenos de salsa y harina... éramos pizzas andantes.
El aire me faltaba y cuando me detuve en seco el pecho de Peter me golpeó en la espalda. Respiré con dificultad y las únicas palabras que me salieron fueron susurros.
-Bandera blanca, espera un segundo.
-Ven, te llevo al sofá -dijo, calmando su risa.
Cerré mis ojos en cuanto caminaba y cuando me senté, mi trasero se empezó a sentir más húmedo de lo normal. Me levanté y vi que Peter había dejado un poco de salsa esparcida en el sofá.
-Peter, eran mis pantalones favoritos -hablé haciendo un puchero, molesta.
Se sentó a mi lado y me corrió un mechón de pelo de mi mejilla.
-Te verías mejor sin ellos de todos modos -comentó y sonrió inocentemente. Lo miré mal-. De acuerdo, mal comentario.
Rodé los ojos ante su obviedad. Solo lo hacía para tenerme en su cama o quizás qué tipo de venganza estaba planeando por lo de la fiesta.
-Y... ¿Lisa y Félix? -dije, tratando de cambiar el tema.
-Siguen afuera, creo... -se encogió de hombros sin darle mucha importancia.
Un silencio incómodo nos invadió. Largos y silenciosos minutos de pura incomodidad.
-Megan y Alex aún no bajan, vaya conejos -dije más para mí misma que para él.
-¿Megan está aquí? -se levantó rápidamente, casi como impulsado por un resorte.
-Sí, está con mi hermano arriba -hablé sin saber por qué había reaccionado así.
-Me tengo que ir... -se removió nervioso y miró hacia todas partes antes de dejar su mirada en las escaleras.
-¿Por qué te tienes que ir? -interrumpió Lisa, entrando a la sala con Félix a sus espaldas-. Todavía ni comemos, deberías terminar la pizza y luego irte.
Peter la miró raro, queriendo fulminarla con la mirada. Al parecer, esos dos no se llevaban muy bien.
-Porque sí -dijo cortante-. Félix, tengo que hablar contigo-sin previo aviso, tomó al chico por la camiseta y lo arrastró hacia el patio de adelante.
Lisa y yo quedamos solas, sin saber bien lo que había pasado.
-Wow... ¿Qué te paso? -Lisa estaba tratando de contener la risa luego de verme.
-Créeme no quieres saberlo -me levanté del sofá-. ¿Te importaría si voy a bañarme? -alcé una ceja con picardía-. Te puedes quedar con tu enamorado cuando ese otro lo suelte.
-Claro... ¡Oye! ¡No es mi enamorado! -reprochó algo sonrojada.
Me reí un poco y comencé a subir a mi habitación pero antes de entrar noté que los gemidos aún seguían en la habitación de mi querido hermano y decidí acercarme y golpear la puerta fuertemente.
-¡Ey, Alex! -golpeé más fuerte hasta que mis huesos dolieran-. ¡Tienes amigos abajo! ¿Puedes bajar y dejar a esa tipa?
Entré a mi habitación y saqué mi ropa lo más rápido posible antes de quedar pasada a salsa de tomate. Dejé la ropa en el canasto de la ropa sucia y me metí a mi baño esperando que el agua caliente saliera.
Saqué mi shampoo y lo esparcí haciendo espuma en mi pelo y repetí el proceso con el acondicionador. Espero no me de alergia la salsa de tomate o la harina. Mi cara se volvería roja... y parecería irónicamente un tomate.
Cuando terminé, salí de la ducha envuelta en mi toalla. Iba tarareando una canción al azar, pero no me esperé encontrarme con Peter en mi cama. Ensuciando todo y mirándome con una cara poco reservada.
-Sal de aquí -le dije señalando la puerta.
-¿Sabes lo caliente que te vez ahora? -su famosa sonrisa apareció en sus labios.
-Sí, lo que digas, ahora sal de aquí si no quieres quedarte sin herederos.
Se comenzó a acercar a mí pero rápidamente lo tomé por el brazo y se lo puse en su espalda.
-Ouch, eso duele.
Comencé a empujarlo a la puerta, noté que el agarre de la toalla no aguantaría mucho. Abrí la puerta de golpe y lo empujé hacía afuera.
Al momento en que estaba cerrando la puerta, él puso su pie impidiéndome cerrarla.
-Necesito bañarme -dijo un tanto más serio.
-Pues ve a tu casa, ¿no te querías ir? -empujé su pie con el mío y le cerré fuertemente la puerta en la cara.
-¡Deja mi jodida nariz en paz! -me gritó desde el otro lado. Me reí y escuché su risa tras la puerta.
-En el baño de abajo está Lisa arreglándose para Félix, y si voy a la habitación de Alex -hizo una pausa para hacer un ruido de dolor-. Joder, Ann, creo que me la fracturaste -suspiró-, como decía, no creo que pueda entrar de cualquier forma. Además, no quiero ensuciar mi auto.
Solté una risa fingida por su preocupación.
-Vale, princesa. Pero deja que me vista antes -cerré con seguro la puerta y comencé a buscar ropa.
Elegí algo cómodo y decidí dejar mi pelo alborotado y salí de la habitación con una toalla en mano. Peter estaba sentado en el suelo y me miró de pies a cabeza, cuando me vio a los ojos sus labios se movieron y susurró para sí mismo algo que no logré escuchar.
-Listo -le dije, lanzándole la toalla.
-Gracias, enana -la atrapó sin problemas y me golpeó la cabeza con la palma de su mano como si fuera su mascota antes de entrar.
Luego de un momento recordé que el agua empieza hirviendo, estaba por gritarle cuando escuché el bello sonido de que lo había comprobado él solo (el sonido fue un corto y agudo chillido de Peter).
Me acerqué a la habitación de mi hermano y pude notar cómo la puerta estaba abierta y no había nadie adentro. Bajé las escaleras y noté que Lisa y Félix no estaban en la sala, así que me acerqué rápidamente a la ventana que estaba cerca de la puerta y me asomé por una esquina. Estaban sentados en el pasto del jardín de mi casa, parecían relajados. Él comenzó a hacer unos gestos bastantes exagerados, como si contara una historia con lujo de detalles. Lisa reía sin parar y trataba de cubrirse la boca con su mano derecha, para que el rubio no la viera. Félix la miraba con una sonrisa leve, de la forma que a cualquier chica le gustaría ser apreciada.
Creo que están avanzando rápido, y que si alguien no creía en el amor a primera vista tenía que tomar como ejemplo a esos dos.
Decidí que era hora de limpiar. Aunque con todo el desastre que dejamos no me sorprendería que terminara a la madrugada, pero si dejaba esto como estaba, mi mamá nos mataría.
Suspiré y me puse a ordenar todo. Mi estómago rugía como nunca y de a poco me fui cansando y eso que aún me faltaba por limpiar la cocina. No sabía dónde mierda estaban los chicos para que me ayudaran y la única esperanza era Peter... que estaba demorando un siglo en la ducha.
Fui corriendo hasta mi habitación y entré, iba a tocar la puerta cuando escuché que estaba cantando una canción lenta y suave. Aunque me duela admitirlo, este chico musculoso canta bien...
Decidí deleitarme con su voz y me recosté en la puerta sentada en el piso. Su voz era afinada, nunca lo vi venir de él. Me empecé a quedar dormida como si me estuvieran cantando una canción de cuna... Cuando de pronto abrió la puerta y mi cabeza dio contra el suelo de cerámica. Solté un quejido y abrí mis ojos. Vi a un Peter con el pelo mojado y con la toalla que hace poco le había pasado. Me dio una sonrisa confiada y apoyó su brazo en el marco de la puerta.
Vaya... esta vista era perfecta. Quién se imaginaría a un chico con abdominales, brazos musculosos y ojos miel mirándote desde arriba mojado y con vapor de fondo. Mejor que una película porno.
-Te hubieras bañado conmigo si querías verme desnudo-sonrió y me ayudó a levantarme.
-No bromees, Peter. Mi hermano y Félix están mejor que tú
-dije, mirando hacia otro lado con una sonrisa.
Lo de Félix era técnicamente cierto, pero la vez que lo vi él tenía 12 y ambos gritamos de miedo. Fue horrible y gracioso.
-Vamos Ann, son bromas -dijo viendo mis labios y relamiendo los suyos.
-Creo que...
Sus ojos se conectaron con los míos. Mi pecho comenzó a subir desesperadamente cuando noté que Peter se estaba acercando a mi rostro.
No tuve tiempo de reaccionar, cuando sus labios estaban sobre los míos besándome desesperadamente, sentí que el corazón se me iba a detener. Me acorraló contra la pared, levantó mi pierna izquierda y la enrolló en su cintura, acariciando con sus manos mis muslos. Con la otra mano tomó mi mejilla e hizo profundizar el beso. «Irradiábamos el deseo que sentíamos uno por el otro», pensé.
-¿Creo que..., Ann? -preguntó moviendo su mano enfrente de mi cara, sacándome de mis pervertidos pensamientos.
Oh... ¿lo imaginé todo? La sangre subió a mis mejillas en el momento en que me di cuenta de que había tenido una mini fantasía sexual con él.
-Deberías ponerte la ropa -hablé demasiado rápido como para ser humana.
-Pero está sucia -sonrió coquetamente.
-Ve a buscar ropa de Alex o no sé... -me di media vuelta para irme.
Me agarró de la muñeca y me giró.
-¿Pasa algo?
-Nada -dije mirando al suelo. No era capaz de mirar a sus ojos porque era vergonzosa la idea de contarle lo que me imaginé.
-Mmm... -tomó mi barbilla y me obligó a verlo-, ¿qué te pasa?
Nuestros labios estaban peligrosamente cerca, si alguien me empujara en este momento... ¿estoy pensando en eso?, ¿en serio, Ann?
-Nada, no me pasa nada -fue lo único que dije antes de cerrar la puerta y bajar al primer piso.
Me senté en la silla y respiré profundamente. El sonido de un mensaje de mi celular me estremeció.
Desconocido: ¡Ey!, ¿haremos el trabajo de Bio? ;)
Traté de recordar a qué trabajo de Biología se refería la persona, pero no me costó acordarme y le contesté algo que de por si era importante.
Ann: ¿Cómo es que tienes mi número, Jasper?
Jasper: Tengo mis contactos, soy un mago asombroso ;)
Ann: Debí sospecharlo. No sé... ¿podrías venir a mi casa ahora?
Jasper: Claro ;)
Abusador de guiños dónde.
Ann: Tengo un sentimiento de que conoces mi dirección...
No me contestó, así que supuse lo peor. Cuando Peter ya se estaba tardando, subí a ver si no se había quedado husmeando en mi habitación. Una vez llegué, vi que se había quedado dormido en mi cama... sin bóxer ni ropa y con la toalla a punto de dejar ver su trasero desnudo. Hice unos sonidos raros y sentí como mi corazón se estaba a punto de salir por la garganta. Una vez me calmé lo suficiente, entré con rapidez y evité fijarme en lo firme de su trasero para tirar unas sábanas encima de él. No se despertó, así que suspiré con alivio antes de salir.
Oí el timbre cuando estuve a la mitad de las escaleras y me dirigí a la puerta. Se trataba de Jasper, que sonreía alegremente.
-Hola, Ann -dijo sonriente-, comencemos a trabajar.
Eran casi las diez de la noche y nosotros estábamos a cinco preguntas de terminar, solo que estas eran las más largas...
-Jasper, ¿quieres algo de pizza? -dije, estirando mis brazos con cansancio.
-Claro, gracias -me dio una sonrisa sincera.
Caminé hacia la cocina y empecé a rastrear en el refrigerador para llevar algún refresco y la despensa, para llevar algunos dulces con mucha azúcar. Al final de todo, Lisa y Félix habían terminado la pizza solos mientras yo estudiaba con Jasper en la sala. Después, Félix fue a dejarla a su casa. Y, como siempre, no sabía el paradero de Alex.
Al regresar, seguimos inmediatamente con las preguntas, me desconcentraba cuando él comía un caramelo de regaliz y le sacaba el ácido con su lengua. Su mandíbula se movía lentamente y se relamía los labios a cada momento.
Vaya, de alguna forma parecía más serio que de costumbre. Me miró y una sonrisa se formó en su boca.
-Ann, ¿qué haces?
-No lo sé, te ves diferente a lo de costumbre y estoy tratando de pensar por qué -me encogí de hombros.
Me miró con los ojos entreabiertos y una sonrisa casi inexistente a la vez que se acercaba y yo fruncía el ceño. ¿Por qué se estaba acercando a mí con un rostro de deseo? ¡¿Por qué Jasper estaba a punto de besarme?!
Un fuerte portazo desde el segundo piso resonó por toda la casa y el chico se alejó rápidamente de mí un tanto nervioso por lo repentino del sonido y se levantó.
-Perdón... Emh... Yo terminaré el trabajo en mi casa, ya es tarde -habló rápidamente, tomando sus cosas y dirigiéndose a la puerta.
Lo seguí hasta la puerta y lo despedí.
-Adiós, Ann, descansa -dijo serio.
Entré a la casa un poco avergonzada y encendí el televisor. Luego vi bajar a Peter en bóxer y pasar directo a la cocina.
-¿Ya se fue tu novio? -habló cuando estuvo cerca y comió de mi trozo de pizza, poniendo una cara de aprobación.
-No era mi novio -me levanté y se lo quité de las manos. Nuestras manos se tocaron por un mini segundo-. ¿Cómo sabes que vino alguien?
Mi pregunta la tomó por sorpresa.
-Fui al baño y vi como se besuqueaban.
-¿Sabes que lo que acabas de decir es bastante estúpido? -le reproché y antes que dijera algo lo interrumpí-, hay un baño en mi cuarto.
-No había papel higiénico -dijo en el mismo tono de antes, cortante.
-¿Y por qué diste un portazo?
-Ya para con el interrogatorio -rio.
-¿Qué? Pero si... -puso uno de sus dedos en mis labios, callándome.
Abrió la boca para decir algo pero la cerró. Hecho esto subí las escaleras lentamente, parte de mí quería correr y otra quería que viniera y me dijera que estaba celoso.
Abrí la puerta de la habitación y la cerré con fuerza. Tomé mi iPod y puse los audífonos al máximo. La canción Safe and Sound -canción que consideraba un poco gay- me quitaba los pensamientos de mi mente. Me acosté en mi cama mientras miraba el techo, en donde escribía letras de canciones y grupos.
Cerré los ojos tratando de dormir pero todas las cosas que habían pasado hoy se interponían. Mi estómago rugía como nunca..., ¿dejo mi orgullo y bajo con Peter? Saqué mis audífonos e inmediatamente escuché el sonido de un vaso quebrarse. Bajé corriendo las escaleras y me encontré a un Peter furioso tirando cosas y golpeando los cojines... Tenía una mano cubierta de sangre.
-¿Qué haces, Peter? -le grité.
-¡No te importa! -no me miraba, estada muy ocupado golpeando los cojines y pateándolos.
-Claro que me importa, estás destrozando mi casa.
No me hizo caso y siguió arrasando con todo lo que se le cruzaba. Estaba dispuesta a dejarlo aquí solo e irme a mi habitación, pero en cuanto vi en el espejo su mirada estaba perdida y sus ojos estaban cristalizados.
-Peter, ¿estás bien? -le pregunté suavemente y puse mi mano en su hombro.
-Perfectamente.
La sonrisa con que lo dijo se esfumó apenas apareció. Peter no pudo sostenerme la mirada, de hecho, ni siquiera me miró más de un segundo. Comencé a mirarlo detalladamente y noté como sus pantalones claros estaban teñidos de un fuerte rojo. Estaba completamente vestido, probablemente estaba listo para irse. ¿Qué pasó que se detuvo?
-Quédate aquí, no te muevas -fui hasta la cocina y saqué el botiquín de primeros auxilios que mamá tenía para nosotros.
Al regresar a la sala, Peter tenía la mirada baja, sumido en sus pensamientos. Tal vez no lo conocía mucho, pero parte de mi se sentía un tanto preocupada.
-No me mientas -le reproché inmediatamente cuando llegué a su lado otra vez-. No eres el mejor en eso.
-Estoy bien, Ann, déjame solo -se sentó en el sofá, justo en el lado que estaba lleno de salsa.
-¿Sabes que ese lado es el sucio verdad? -me arrodillé al frente de él.
Una pequeña sonrisa se formó en su boca, y luego se pasó las manos por su rostro en signo de frustración.
-Peter, por favor, dime qué ha pasado.
-Ven -no comprendí, pero pasó un brazo por mi cintura y me sentó en su regazo-. Pronto te lo contaré, ¿sí?, necesito superarlo yo primero -me dio media sonrisa. Vi de cerca sus ojos miel tristes, aguados y con riesgo de soltar lágrimas-. Siento todo este desorden, juro que lo pagaré todo. Me comporté como un niño de tres años.
Me sentía un tanto incómoda por compartir un momento que parecía tan privado y sensible, pero tampoco es que me fuera a alejar si quería apoyo.
-Si no me quieres contar lo entenderé -le sonreí y toqué su mejilla.
-Gracias -hundió su cabeza en mi cuello y me abrazó fuerte.
-¿Por qué?
-Por quedarte conmigo -confesó en un susurro apenas audible.
Le sonreí y me alejé solo un poco.
-Sé que es un gran cambio de tema, pero... ¿te irás a tu casa pronto?
-¿Quieres que me vaya a casa?
-No -dije inmediatamente, mis mejillas se encendieron-, digo, quiero decir... que tu mamá tal vez se preocupará por.
Una leve sonrisa apareció en su rostro y cuando comenzó a levantarse, mi boca no pudo quedarse callada.
-Pero si quieres... puedes quedarte aquí.
«Mi gran bocota la ha cagado otra vez», dije para mis adentros.
-¿Qué quieres decir con eso, Annabella Berries?
-No me hagas repetirlo.
Su risa resonó por toda la sala. No sabía qué estaba pasando por su mente, pero me miraba con picardía.
-¿Aquí? -preguntó lentamente-, ¿o en tu habitación?
-Uh...
Antes de poder decirle que tendría que dormir en la sala, su mano se estrelló en mi rostro y corrió por las escaleras. Lo perseguí gritándole que ni se le ocurriera tirarse a mi cama otra vez, pero cuando llegué a mi habitación él estaba como un niño pequeño esperando a que le contaran un cuento dentro de mis sábanas.
-¿Haremos cucharita?
-Ni lo sueñes, Harrison.
Dejé pasar lo que había pasado abajo, pero de todos modos la curiosidad me carcomía por dentro.
-Buenas noches, princesa -me dijo en un susurro, a la vez que se daba vuelta y se encontraba con una almohada separándonos-. ¡Ey! ¡Esto no es divertido!
Me acerque a él en plena oscuridad y le respondí con una sonrisa.
-Buenas noches a ti también, princesa -le repetí divertida.
Oí su risa muy cerca de mi oído e inmediatamente supe que estaba acostado por la almohada que separaba la cama (en este caso, nuestros espacios personales). Me di media vuelta, y reí ante mi acierto. Una de sus piernas (en este caso la izquierda) estaba encima de la almohada al igual que su cabeza. Al poco rato, noté que sentía su respiración y estoy segura que en ese momento mis mejillas estaban rojísimas. Acarició mi cabello hasta que su mano dejó de moverse y se quedó así en mi mejilla. Me hubiera dado vuelta o simplemente hubiera sacado su mano pero mis parpados me pesaban tanto y mi cuerpo estaba tan relajado que el simple hecho de hacerlo se sentía lejano.
De todas formas, no estaba segura de querer hacerlo.
Estaba descansando en un columpio viendo como unos niños se tiraban por un resbalín, recibiéndolos por abajo por su padre, que al atraparlos les daba vuelta en el aire.
El más pequeño de los niños tenía unos enormes ojos verdes y la niña tenía unos muy lindos ojos miel y un largo cabello castaño.
Vinieron corriendo hacia mí, diciendo palabras que no podía escuchar, comenzaron a darme besos y el más pequeño acarició mi estómago.
Le grité a su padre para que se los llevara pero mi voz no salía... Su padre vino corriendo hacia nosotros y le vi el rostro...
¿Peter? Me depositó un casto beso en los labios y lo único que pude escuchar fueron voces lejanas.
-Agradezco a la profesora de Matemáticas por acercarnos más-recibí un beso en mi mejilla-. En serio me haces feliz, Annabella. Te amo demasiado como para ser verdad.
Desperté sobresaltada y sudada. Ahogué un grito y luego me di cuenta de que Peter estaba a mi lado. Estaba segura que por prestar atención en Matemáticas, había soñado eso. Peter comenzó a despertarse y retiré su brazo que me rodeaba la cadera. Me senté en la orilla de la cama y pasé mis manos desde mi cara hasta llegar a mi cuello.
-¿Ann? -la voz de Peter me sobresaltó.
-No pasa nada, duerme tranquilo -le dije mientras me estremecía con un hilo de voz.
-Ven aquí -abrió sus brazos.
Lo miré raro y negué con la cabeza. No me hizo caso y me tiró hacia él de todos modos. Suspiré en su brazo por impaciencia y logré ver que ya era tarde para ir a la escuela. A esta hora ya debería estar desayunando.
-Peter... -hizo un ruido para ver qué pasaba-. Ya es tarde, tenemos que llegar a tiempo a clases -gruñí y me zafé de su agarre.
-Cinco minutos más, por favor -se tapó los ojos con su brazo.
Levanté mi cabeza y lo miré. «Te amo demasiado», su voz me vino a la mente y me estremecí.
-Sé que soy hermoso pero no te quedes embobada mirándome...
Sonreí con sarcasmo y me incorporé a duras penas. Vaya... tenía una vista perfecta desde aquí. Sí, había un pote de Nutella en mi escritorio.
Toda la flojera desapareció de mi pequeño cuerpo y traté de salir de la cama para ir a buscar a mi preciosa, pero sentí como la mano de Peter me tomó de la muñeca y me volteé a verlo extrañada.
-Ann...
-¿Sí...?
-Yo creo que... -hizo una pausa.
-¿Qué pasa, Peter? -mi mirada volvió hacia él y vi sus ojos observándome fijamente. Mala elección.
-Ann, ayer... -esta vez un ruido desde la sala lo interrumpió. Alguien golpeó mi puerta fuertemente y comenzó a tocar ollas.
-¡Vamos, hora de escuela!, ¡hay que ir a clases, Ann! -abrimos los ojos como platos, Alex no sabía que Peter se había quedado-. Peter, ya sé que estás aquí, así que si no están abajo en menos de cinco minutos te golpearé... Sabes que no tengo miedo a hacerlo -canturreó.
Soltamos un gruñido al mismo tiempo. Solté una pequeña risa y me liberé del agarre de Peter.
-Vamos, sabes que no tiene miedo para venir y golpearte-dije, sacudiéndolo.
-Ann... te contaré luego, ¿vale?
-No hay problema -le respondí con media sonrisa incómoda-. Ahora ve a bañarte, tienes una cara de idiota.
-Cara de idiota la que tienes tú -rio-. Iré a mi casa, creo que has tenido mucho de mí por hoy.
-Mucho nunca es suficiente -dije con sarcasmo, más una risa que no me dejaba hablar.
-Vaya, sabía que te estabas enamorando de mí -suspiró y miró el techo. Está claro que recibió un fuerte golpe mío en su hombro-. ¡Eh! ¿Por qué no puedes golpear como una chica normal? -me reprochó.
-¿Por qué no puedes gritar como un chico normal? -le recordé su grito de niña por el agua caliente y por el susto que le causó Félix.
-Touché, cariño -me señaló y entrecerró los ojos-. Touché.
Comimos como cerdos porque ya íbamos con más de una hora de atraso a la escuela. A este paso seguramente estaría en detención por el resto de mi vida.
-Bueno, hermosa -dijo Peter al estacionarse en el aparcamiento de la escuela-. Aquí nos separamos, sé que fue una noche genial y que me extrañarás pero...
-Ya, Peter -lo interrumpió Alex con un leve tono de enojo-, ya déjala en paz.
-Nos vemos -dije, despidiéndome con un movimiento de mi mano y bajándome del auto para correr a mi clase.
-¡Nos vemos, hermosa! -gritó Peter con entusiasmo, recibiendo un gran zape de parte de mi hermanito.
Corrí a Biología y noté que Jasper -que regularmente llegaba de los primeros- no estaba. Me senté a esperarlo, un tanto preocupada y avergonzada por lo que había pasado la noche anterior pero bueeeno... Si él no venía, tenía una excusa de por qué no entregué el trabajo...
Princesa: Mi corazón sufre por no estar contigo, tan cerca y a la vez tan lejos amor mío 3
Ann: Creo que te fumaste algo y tienes alucinaciones...
Princesa: No, solo me aburro en Matemáticas Avanzadas, ya sabes... Tienes el novio más sexy e inteligente, bebé.
Ann: Qué raro... no recuerdo tener novio y menos que fueras tú, bebé.
Princesa: Cuando tengamos hijos les contaremos estos momentos en que me negabas... ¡QUÉ HERMOSO!
Princesa: Me dijiste bebé ;)... ese es un comienzo.
Golpeé mi rostro con mi mano y dejé el celular en mi bolsillo. La profesora me miró raro porque al parecer sonó un tanto fuerte el golpe, pero me ignoró y siguió escribiendo en la pizarra. Como no había bloqueado el celular aún, vi que llegó otro mensaje de él y le eché un vistazo por pura curiosidad.
Princesa: Te dejo amor mío, si la fósil me ve con el móvil me lo quitará. Te veo en el almuerzo ;)
Traté de concentrarme y a los pocos segundos llego Jasper corriendo, se sentó a mi lado y me dio un sonoro beso en la mejilla. Estaba muy raro. Todo su cabello estaba desordenado, su ropa consistía de una playera blanca y una chaqueta de cuero negra. Muy diferente a su estilo normal.
-¿Qué tal, amor? -dijo, pasando un brazo por mis hombros, dejándose caer pesadamente en la silla.
¿Amor?... ¿Y a este qué le picó?
-Uh... ¿Jasper? ¿Pasa algo?
-Nada, cariño -dijo, jugando con un mechón de mi cabello-, ¿por qué lo preguntas?
-Berries y Dawson -la profesora bajó sus lentes-. ¿Tienen algo que compartir con la clase?
-Que ahora oficialmente somos novi...
-Nada, profesora -lo interrumpí-. Lo siento.
Jasper me miró extrañado y la profesora prosiguió con su clase.
¿Cree que somos novios?