Asfixia
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Capítulo 3 3

Capítulo 3

Al despertar supe que me había quedado dormida sobre el asiento del auto.Miré por la ventana. Había caído la noche y aún estaba muy lejos de casa y de todo lo que conocía. Debía regresar.

Seguía decepcionada y un tanto triste, era inevitable, pero poco a poco entré en un estado neutral que funcionaba para no permitir que, en lo que quedaba de día, otra situación pudiera afectarme. O al menos eso quise creer.El estómago me rugió del hambre, pero no llevaba nada de comer conmigo.

Más razones para volver a casa.

Contemplé el libro de Levi en el asiento de al lado y por un instante me arrepentí de haberlo encontrado. Había estado muy bien antes de él, porque había logrado aceptar que me encontraba sola e intentaba hallar razones para que ese hecho no me afectara más, pero al leer sus palabras había pisado el borde de un abismo, todo se había desequilibrado y de nuevo sentía la depresión tratando de hacerme caer a un precipicio. Volví a sentirlo reciente, a sufrir porque todos se habían ido, como si tuviera dieciséis años y aún no pudiera asimilar la muerte de la humanidad.

Entre tantas cosas, de repente recordé el objeto.

¡Por supuesto!

Rebusqué en la mochila y lo saqué. Era aquel relicario que había tomado del cadáver en la casa de Levi H y que había ignorado por completo hasta ese momento. Lo abrí con cuidado y vi las fotos que había en él.

El niño.

Una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro porque en ese instante lo entendí. Sí conocía a Levi H, y estaba mirándole en ese preciso momento. En la foto se mostraba como un pequeño muy sonriente de lacios y despeinados cabellos oscuros con grandes ojos color aceituna.

No sabía a qué edad Levi había escrito su diario y tampoco podía adivinarlo, pero me llenó de alegría ver una parte de él, aunque fuese tan pequeña. Examiné con mayor detenimiento el relicario y vi que en la parte posterior había un grabado:

FELIZ DÍA DE LA MADRE, TE AMO. CON CARIÑO,

LEVI.

Guardé el objeto dentro de la mochila y tomé el libro del asiento. Podía echarle otro vistazo, ¿por qué no? Sus escritos eran entretenidos, el problema era yo que no terminaba de entender que lo que había en ese cuaderno era parte del pasado.

Anotación de Levi:

Hay algo totalmente hipnotizador en la forma que una mariposa vuela. Ese movimiento ascendente y descendente es increíble. Me gustan mucho los animales, los insectos y todo lo que sea contrario a la vida humana. A veces quisiera también poder volar, así podría huir de esta tortuosa vida y qué se yo, ir hacia algún lugar mejor. Hay veces en las que imagino a una enorme pantera negra, eso es algo más de mis rarezas, pero... no lo hago porque quiero, sino porque viene a mí. Es una pantera muy misteriosa, se mueve con soltura, con detenimiento, y tiene esos ojos felinos que parecen hechizar. Bueno, hay demasiadas cosas en mi mente, no sé qué sucede conmigo. Sin duda soy lo raro dentro de la rareza.

Cuando me tranquilicé por completo, coloqué la mejor canción de Panic! At The Disco y seguí la carretera rumbo a casa.

Nunca había conducido por la noche. Estando con los demás supervivientes, confiarles el auto a los más jóvenes sucedía solo en casos de emergencia. Mi experiencia conduciendo era media, pero conduciendo a oscuras era nula. Al menos tenía las luces delanteras del auto para iluminar la carretera, pero no podía mentirme, estaba nerviosa.

Traté de sosegarme, pero fue inútil porque a mitad de camino el auto comenzó a fallar hasta que, repentinamente, se apagó.

Había olvidado llenar el tanque de gasolina. Me sentí estúpida.

Intenté cuanto pude ponerme en marcha, girando la llave y tratando de encenderlo, pero no dio resultado.

-Creo que ni al Pato Lucas que tiene la peor suerte del mundo, le habría pasado esto -bufé al girar la llave por última vez.

Después de que me rendí, miré a través de las ventanas. Alrededor no había más que terreno vacío, algunos árboles y la continuación de una carretera solitaria.

Suspiré e intenté de nuevo encender el auto, pero no lo logré, así que me dispuse evaluar mis opciones. Podía quedarme ahí hasta que el auto encendiera -algo que probablemente no iba a suceder- o podía bajarme y caminar hasta encontrar otro para poder seguir.

Con suerte algunas veces se encontraban autos en las calles que llegaban a funcionar, lo malo era que olían muy mal porque algunos tenían cadáveres dentro, sin embargo, no todo el tiempo eran conducibles.

Lo medité por unos segundos. ¿Qué podía sucederme si caminaba por la carretera entre la noche? Pues nada, porque estaba sola. A veces era tan cobarde que tenía que recordarme a mí misma las sabias palabras que mi padre me había dicho un día:

«El mayor peligro en la tierra es el hombre, y cuando ya no exista habrá verdadera paz».

Sin humanos no había peligro. Pensar que podía sucederme algo, era ridículo. No había nada que temer, nada podía dañarme.

Guardé en la mochila todo lo que necesitaba, volví a ponerme la máscara y salí del auto cerrando la puerta tras de mí. Casi escuché un eco.

Avancé justo por el centro de la calle. Después de media hora, aún no había señales de algún otro auto. Ya había pasado por esa carretera, pero por alguna razón no recordaba en donde había visto uno por última vez.

Me detuve en donde había un árbol para poder descansar las piernas. Pensé en sentarme durante unos minutos, pero mientras estudiaba los alrededores mirando a todos los ángulos posibles, algo llamó mi atención.

En el tronco del árbol había un grabado. Cuatro letras que se cruzaban como si alguien las hubiera tallado para formar algo significativo. En cuanto alumbré con la linterna, detallé a la perfección lo que decía:

L. R. A. I.

Me pareció raro. Para mí lucía como algo simbólico. Era una «L» de... ¿Levi? No. ¿Por qué lo relacionaba todo con él? ¿Por qué no solo lo dejaba pasar? Pero y si era de Levi, entonces, ¿las demás letras qué significaban?

No, definitivamente no podía ser así. Estaba vinculando todo al tema del diario y debía dejar su recuerdo en paz. Era insano seguir creyendo que el chico estaba vivo. Sin embargo, las iniciales lucían tan intrigantes, como si a gritos pidieran ser investigadas.

Neguéconlacabeza. Sihabíaalgopeorquesercobarde, eraserun cobarde con un gran instinto curioso. Temía enfrentarme a algunas situaciones, peromegustabalasensacióndellegarhastalasituación. Siempre experimentaba ese: «quiero hacerlo, pero a la vez no». Era curiosa pero no arriesgada. Me gustaba el misterio, pero era asustadiza, así que entraba en batallas épicas contra mí misma para saber qué debía hacer. Pero en ese momento no había batalla que librar, lo único que tenía que hacer era ignorar la marca, ignorar el diario, cohibir mis impulsos y regresar a casa.

Me levanté de la base del árbol para seguir mi camino y entonces observé algo más.

Había una flecha tallada justo por debajo de las letras, y señalaba el camino de tierra que se formaba más allá de la carretera. Estaba muy oscuro en esa dirección porque no había concreto, ni una orientación específica, pero después de haber visto la flecha casi como una indicación, la curiosidad y la intriga me latieron por todo el cuerpo.

«No debes ir».

«Sí debes ir».

«No debes».

«Sí debes».

«De seguro es solo el escondite que usaban dos personas para sus encuentros sexuales».

«O podría ser el camino a algún lugar secreto».

«Eso es tan absurdo».

«Pero posible... ¿tienes algo mejor que hacer? Ah, sí, hundirte en los libros y lamentarte día a día. Maravilloso».

La discusión mental conmigo misma me aturdió un poco. Mis «yo» interiores tenían razón, pero lo cierto era que no había peligro alguno en ese mundo y que no podía decepcionarme más de lo que ya me había decepcionado no encontrar a Levi. ¿Qué más daba? Aunque no tenía que hacerlo y aunque no hallara nada, lo hice.

Segundos después me encontré avanzando a través del camino de tierra, y para cuando me di cuenta, ya había dejado la carretera atrás.

✦✦✦

Todo estaba más oscuro ahí.

Todavía con la linterna en mano y sabiendo que le quedaba bastante batería, caminé sin prisa y con cuidado. Podía escuchar el sonido de mis zapatos contra la tierra y mi respiración contra la máscara. No había demasiado que ver por esos lares, todo lucía desolado y no abundaba la flora.

Llegué a pensar que había hecho algo poco inteligente y que lo más sensato era regresar, pero antes de poder rendirme vi otro árbol a pocos metros y corrí hacia él.

En el tronco se veía la misma marca, pero esa vez la flecha que señalaba hacia la izquierda se encontraba más escondida. Me tomó un minuto hallarla cerca de las raíces. Seguí entonces por ese lado, iluminando el camino con la linterna y manteniendo los ojos bien abiertos, atenta a cualquier eventualidad, aunque las probabilidades de que algo sucediera fueran casi nulas.

Encontré un tercer árbol diez minutos después y me tomó más de dos minutos hallar la flecha cerca de las ramas.

Un cuarto árbol se hizo visible luego de quince minutos. Cuando llegué a él decidí sentarme por un momento para descansar. Busqué en la mochila y saqué la botella de agua que había guardado. Ya no estaba fría, pero era líquido y eso era lo único que necesitaba. Apoyé mi espalda en el tronco, me quité la máscara y tomé varios sorbos.

Cinco minutos después, cuando casi vacié la botella de agua, volví a colocarme la máscara y procedí a seguir. Ya no importaba qué cosa encontrara en el lugar de destino, lo tomaría con calma, respiraría profundo, luego regresaría a casa por el mismo camino y esa sería la última vez que me dejaría llevar por la curiosidad.

El último árbol lo hallé en poco tiempo y señalaba una formación rocosa que se levantaba entre la nada. Caminé hasta acercarme a ella. De lejos se veía como una cueva, pero cuando estuve más cerca supe que no era un nido de sexo y que lo único que había era una grieta bastante grande en el suelo, cubierta por una rejilla y rodeada por grandes rocas.

¿Era una entrada? ¿Una fosa? ¿Un simple agujero?

Con sumo cuidado me acerqué y me incliné hacia adelante para mirar mejor. Me atreví a apartar la rejilla, pero solo vi negrura y unas escaleras colgantes de madera muy maltratadas a las que incluso le faltaban algunos escalones. Apunté la luz de la linterna hacia el interior y no le encontré un final. Era muy profundo.

¿A dónde llevaría? ¿Era el camino hacia «El País de las Maravillas»? Fruncí el ceño y me eché hacia atrás.

Había caminado demasiado para encontrar nada más que un viejo agujero que probablemente conducía hacia alguna mina.

Me saqué la máscara e inhalé hondo. Había decidido tomarlo con calma, pero tenía que hacerme entender a mí misma que la soledad era lo único que encontraría en el mundo, que debía resignarme por completo como ya lo había hecho antes.

Me llevé las manos a la cabeza, frustrada, y cerré los ojos por unos segundos. Dejé caer los brazos y entonces la linterna y la máscara se me resbalaron de las manos, cayendo dentro de la grieta.

Ante mis ojos descendieron en cámara lenta. Solté un grito de desesperada negación, y la oscuridad de la noche me envolvió.

Ya no tenía linterna, ¿cómo encontraría las flechas para regresar? No recordaba del todo el camino. Los nervios y el temor me atenazaron, y las manos comenzaron a temblarme.

Di algunas vueltas sobre mis pies. Descender por las escaleras parecía un acto estúpido pues no tenía ni idea de lo que podría haber en el fondo de aquel hoyo, pero tampoco quería estar a oscuras.

Caminé hasta la orilla de la grieta y me empiné para mirar. Vi un ligero brillo al final, ¡era de la linterna! Me incliné un poco más para examinar el estado de la escalerilla, intentando establecer un plan para recuperar el objeto, pero entonces sentí como si una fuerza invisible me impulsara hacia adelante y caí por el agujero del mismo modo que Alicia, sumiéndome en la oscuridad.

✦✦✦

Intenté levantarme del suelo, pero no pude hacer más que sentarme.

Había caído con la barbilla, los codos y el abdomen contra el piso. Sentí un inmenso dolor por todo el cuerpo, en los músculos y casi en los huesos. Me llevé la mano a la boca y palpé el líquido entre mis dedos.

Estaba sangrando, aunque no en exceso.

No tardé en descubrir que tenía un diente roto y una pequeña abertura en el mentón. Traté de elevar el brazo izquierdo, pero intentarlo resultó ser peor. El dolor en mis músculos aumentó, una fuerte punzada me recorrió el hombro y comprendí que el hueso no estaba en su lugar.

¿Cómo lidiaría con una fractura? ¿Qué debía hacer? No sabía nada de medicina, ni de curaciones, ni de cualquier cosa que tuviese que ver con primeros auxilios. ¿Por qué no había aprendido con los demás supervivientes? Por supuesto, porque nunca nos encontramos ante situaciones así. Siempre estuvimos a salvo, nunca tuvimos que arriesgarnos para conseguir algo pues todo estuvo a nuestro alcance.

Miré con impaciencia hacia todos lados. No veía salida, ni nada que se le pareciera. Observé la linterna que descansaba en el suelo alumbrando el espacio. Su luz me permitió ver que más allá, en el fondo, reposaban unas grandes máquinas que no reconocía, y entre ellas una puerta de acero en un muy mal estado. Desde mi posición también visualicé la escalerilla de madera vieja que colgaba contra la pared y que se perdía en dirección a la entrada de la grieta.

Esa era mi salida.

Me levanté del suelo ignorando el intenso dolor que presionó los músculos de mi brazo, y avancé pesadamente hasta la escalera. Con determinación y ayuda de mi mano derecha, me impulsé hacia arriba sosteniendo una de las maderas que lucía más estable.

Gran error.

La madera se desmoronó entre mis manos y caí de espaldas al suelo con todo mi peso. Me retorcí ahí mismo, sobre la dureza del gélido piso. Mi respiración se agitó de forma descomunal, convirtiéndose en lo único que se escuchaba dentro del lugar, y ante la incapacidad de poder subir porque la escalera estaba rota, empecé a sollozar sin control.

El ambiente era claustrofóbico.

Tenía la boca ensangrentada, el hombro fracturado, los codos ardiendo, una abertura en la barbilla y un ligero dolor en la parte baja de la espalda, ¿cómo no explotar si, además, mi única salida se había hecho pedazos?

Sabía que aunque gritara nadie me escucharía. Nadie acudiría en mi ayuda. Moriría ahí, o peor aún, me quedaría en ese sitio para sufrir con lentitud hasta que mi cuerpo se deshidratara y no pudiera seguir sosteniéndome.De repente reparé en la puerta de hierro. No la había visto como una posible salida, porque si se abría tendría que adentrarme más en donde sea que estaba. Quería salir, no ahondar en la fosa. Aun así, en un intento desesperado por hacer algo para no quedarme tendida en el suelo, me impulsé, me erguí, fui hasta ella y empujé la manija.

Estaba bloqueada desde el otro lado. No había salida.

Negué con la cabeza, como negándomelo a mí misma. El dolor en mi hombro se agudizó. Tenía una herida que no lograría curar por mi cuenta, al menos no en ese lugar, por lo que decidí tranquilizarme para poder pensar mejor en cómo salir de esa situación. Entonces, poco a poco dejé de lamentarme y analicé mi entorno en busca de algo que pudiese ayudarme.

Observé las tres máquinas del fondo en muy mal estado. Me pregunté para qué servirían, pero no tuve ni siquiera una sospecha. En el suelo había algunos trozos de hierro muy poco servibles, así que los ignoré. Me acerqué más a donde estaban los cachivaches para estudiar mayormente el lugar y vi que las máquinas tenían selladas las letras: L. R. A. I.

Tratar de adivinar qué significaban era lo que menos me importaba en ese instante. Me volví hacia la escalerilla y la escudriñé. No había forma de recuperarla, la madera estaba podrida y rota. Me giré de nuevo y enfoqué la puerta de metal. No se abría, así que no había nada que hacer con ella.

No se veía ninguna otra posible salida.

Recargada en la pared, me deslicé hacia el suelo y me quedé ahí sentada, mirando el vacío. Me vi las manos manchadas de sangre e intenté limpiarlas al frotarlas contra mi ropa. Se convirtió en un desastre. Abrí la mochila y miré hasta en el bolsillo más pequeño, pero nada de lo que había en ella podía ayudarme. Lo único importante que guardaba en su interior eran el diario y el relicario.

Con la intención de calmar mi temor, saqué el libro y lo abrí.

Anotación de Levi H:

¿Qué papel juegan esas personas que dicen no comer tocino? Digo, es delicioso, es necesario para el cuerpo. ¡Es tocino! Bien, ya, creo que hay personas que hacen dieta y otras que son vegetarianas y no lo comen, pero, es el ciclo de la vida, ¿no? Los animales comen otros animales. No creo que un león se vuelva vegetariano por querer que su presa viva por más tiempo. Estoy siendo muy insensible, sí. Respeto a los vegetarianos, pero nunca seré uno, ya he dicho. En otras noticias... Mis dolores de cabeza son cada vez más frecuentes, quizás pueda acostumbrarme a ellos. Son insoportables, pero son parte de mí. Son más bien como el vello púbico, uno no lo quiere cuando llega, pero igual hay que aprender a vivir con él. Venga, que asco, necesito salir... aunque no quiero, para ser sincero. Debo hacerlo o mamá va a sacarme igual. A veces quisiera que entendiera, pero nadie puede comprender esto que me está pasando. En fin, anoche soñé con esa pantera negra, es muy intrigante. Voy a investigar qué significado tienen las panteras.

Al terminar de leer sentí una punzada en la parte trasera de la cabeza. Supuse que la fractura, el miedo y todas las emociones que había experimentado me estaban afectando, pero pasaron unos pocos segundos y volví a sentir la punción.

Sin que se cumpliera un minuto, la punzada se hizo presente de nuevo. Emití un quejido de dolor y apreté los dientes. Mi cuerpo debía de estar exhausto. Me llevé la mano derecha a la frente. La molestia era muy extraña, como si de repente los dolores de los que Levi se quejaba en su diario se hubiesen trasladado a mi cabeza.

Intenté ignorarlo, pero segundos después volví a sentirlo con más fuerza.

-Pero, ¿qué...? -solté mientras cerraba los ojos.

Sentí otra punzada, y tanto la cabeza como el cuello empezaron a palpitarme. No tenía mucho sentido. Una fractura no podía causar un malestar de ese tipo. Pero y si... ¿y si había alguna sustancia tóxica en las máquinas y me estaba haciendo daño? Dan me lo había advertido muchas veces. Era común que el mundo se contaminara, y más aún si había industrias cerca.

Con cuidado me arrastré para coger la máscara. Volví a ponérmela, pero experimenté el dolor de nuevo. Cerré los ojos con fuerza y entonces comenzó a suceder algo muy extraño.

Empecé a escuchar una melodía cuyo volumen aumentaba poco a poco. Entre pequeños jadeos traté de buscar con la mirada el origen de la música, pero no había nada que lo produjera. No venía de ningún sitio, pero sí que la oía.

Y la escuchaba porque estaba en mi cabeza.

Sentí otra punzada y solté un nuevo quejido de dolor.

Sonaba como una caja de música o quizás un tarareo. Era suave y lento. Era indeterminable y al mismo tiempo familiar, pero ¿qué era con exactitud?

Otra punzada hizo vibrar mi mente, ocasionando que se me erizara la piel. Me coloqué las manos en los oídos, y cuando pensé que iba a parar, a la melodía se le sumó un nuevo sonido aún más inquietante: el de una respiración acelerada.

Alguien respiraba pesadamente... alguien... ¿a mi lado? Volteé de manera abrupta.

No, no había nadie a mi lado. Lo que sucedía estaba en mi cabeza. Todo estaba en mi mente y me dolía, me dolía mucho. Las sienes me palpitaban. Sentía el cráneo hinchado, el cerebro presionando contra el hueso.

Apreté con fuerza el libro de Levi. Me aferré a él sin importar que eso empeorara el dolor en mi hombro. Continué escuchando la melodía y la respiración. Sentí miedo. ¿Estaba muriendo como los demás habían muerto? ¿Era así como pasaba? ¿Finalmente había llegado mi turno?

Una punzada mucho más fuerte e intensa me hizo soltar un gran grito, y luego todo se detuvo.

La melodía, la respiración y las punzadas cedieron. Me quedé quieta, jadeando, con los ojos humedecidos y el cuerpo exhausto. Tenía las manos temblorosas y la piel fría, pero había acabado. Por fin había terminado. Estaba segura.

Hasta que de repente escuché un ruido. Un ruido que yo no había causado.

En un mundo en donde yo era la única sobreviviente, algo golpeaba la puerta de hierro desde el otro lado. Y entonces perdí la conciencia.

                         

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